La investigación que ha liderado Zhen Yan subraya que la pérdida de memoria está relacionada con factores epigenéticos.
Cuando aparecen los primeros síntomas de Alzheimer, es habitual que quienes lo padecen no se acuerden de algunas cosas del día, pero recuerden perfectamente otras sucedidas hace años. Esta es una de las primeras consecuencias del desarrollo de esta enfermedad: su cerebro es incapaz de rememorar caras o lugares, pero el problema no es que no haya procesado esos datos, sino que no recuerda dónde los ha almacenado. La investigación que ha liderado Zhen Yan rompe con este hándicap y plantea, ahora, la posibilidad de recuperar los recuerdos perdidos.
Para ello, han utilizado un enfoque epigenético. Es decir, han estudiado las modificaciones en la expresión de los genes que no obedecen a una alteración de la secuencia del ADN y que son heredables. “No solo hemos identificado estos factores que contribuyen a la pérdida de memoria, sino también la forma de revertirlos temporalmente”, ha asegurado Zhen Yan, autora principal del estudio que publica la revista “Brain” y profesora del Departamento de Fisiología y Biofísica de la Universidad de Búfalo.
Aunque no existe una estadística definitiva, las distintas asociaciones de afectados calculan que, en España, existen 650.000 personas mayores de 65 años sufren Alzheimer, lo que se traducen en el 7% de la población. Si bien ésta no es una enfermedad asociada al envejecimiento, es cierto que prácticamente todos los afectados superan esta edad. Debido a que cada año aparecen más de 100.000 nuevos casos y teniendo en cuenta el envejecimiento de la población y el futuro incremento de personas mayores de 80 años, se prevé que el número de enfermos se duplique en 2020 y triplique en 2050.
El estudio se ha llevado a cabo en familias de ratones con mutaciones genéticas, en las que más de un miembro portaba la enfermedad, así como en tejidos cerebrales post mortem afectados por Alzheimer. No es la primera vez que se realiza: en 2016, el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) probó que los recuerdos almacenados en el cerebro, aunque no resulte fácil acceder a ellos. Así, lograron recuperarlos gracias a la estimulación de las células del cerebro con luz. Esta vez, en cambio, ha sido gracias a la epigenética: se conoce que esta enfermedad es el resultado de una serie de factores de riesgos genéticos y ambientales que se combinan parar producir cambios epigenéticos. Si bien ésto está claro, lo que desconoce es cómo ocurre este proceso.
Estos cambios ocurren principalmente en las etapas posteriores, cuando los pacientes no pueden retener la información recientemente aprendida y comienzan desarrollar una fuerte pérdida cognitiva. Una de las razones clave para entender ese deterioro cognitivo está en la pérdida de receptores de glutamato, decisivo en los procesos de aprendizaje y memoria a corto plazo. “Durante el desarrollo de la enfermedad, muchos de estos receptores situados en la corteza frontal empiezan a fallar, interrumpiendo las señales y afectando a la memoria de trabajo”, ha añadido Yan. Para los investigadores, esta pérdida es la consecuencia de un procedimiento en el que se modifican las histonas, proteínas que condensan y empaquetan el ADN cuidadosamente en los cromosomas. “Esta alteración anormal de la histona es la que reprime la expresión génica y disminuye los receptores de glutamato, que es lo que conduce los déficits de memoria”.
Esta idea les ha permitido desarrollar fármacos que inhiban las enzimas que producen esta situación. “Cuando se las dimos, observamos que la función cognitiva comenzaba a recuperarse. Así lo confirmamos tras varias evaluaciones de reconocimiento, memoria espacial y de trabajo”, ha explicado Yan. “Al mismo tiempo, se produjo la recuperación de las funciones receptoras de glutamato en la corteza frontal”. No obstante, las mejoras tan solo duraron una semana. De modo que los estudios futuros se centrarán ahora en desarrollar compuestos que penetren en el cerebro con mayor eficacia y, por lo tanto, sean más duraderos.