Existen tres pescados blancos que tienen mala fama por su escaso sabor y sus nimios beneficios para la salud, pero se siguen consumiendo.
Cuando en el comedor de las residencias de estudiantes ponen “pescado blanco” para cenar, saltan todas las alertas: seguro que se trata de panga, de perca o de tilapia. Estas tres especies vilipendiadas de pez se han ganado su mala fama a pulso. Son una comida insípida y, por eso, se suelen rebozar, pero, además tienen menos nutrientes que otros tipos de pescados. Pero, ¿por qué se siguen comprando en instituciones donde dan de comer a mucha gente?
Básicamente, por su precio. La panga se importa desde el río Mekong, en el sudeste asiático. Se trata de una corriente fluvial con muy mala fama por dos aspectos: la contaminación que recibe y las historias de intoxicaciones por parásitos que se contraen por el gusto que tienen en la región por el pescado crudo. De todas formas, es importante explicar que, cuando llegan a nuestro país, han superado los más estrictos exámenes de sanidad y, por tanto, su consumo es seguro.
Eso sí, en cuanto a valores nutricionales, la panga no tiene interés con respecto a otras especies de pescado. Si, por ejemplo, la comparamos con una merluza, la panga tiene un 50% menos de proteínas y entre un 60% y un 80% menos de ácidos grasos poliinsaturados. Este pescado barato saldría todavía peor parado si se comparase con otras especies de pescado azul, que se caracterizan por contener un alto contenido en grasas cardiosaludables.
Por esta razón, los expertos sugieren que la diferencia de precio no compensa los beneficios que supone para nuestra salud otros tipos de pescados más ricos en cuanto a nutrientes. Lo mismo pasa con la perca y con la tilapia: suelen provenir de ecosistemas remotos y dañados por la contaminación y la sobrepesca. Son, igualmente, pescados poco grasos y, por tanto, clasificados como blancos. Sin embargo, no aportan grandes beneficios para la salud.