Investigadores han analizado la genética de 302 canes que viven en zonas cercanas a la central nuclear ucraniana.
La central nuclear de Chernobil entró a formar parte del lado trágico de la historia desde que el 26 de abril de 1986 se produjera el peor accidente nuclear ocurrido hasta la fecha. El incidente obligó a evacuar a la población de las ciudades de Prypiat y Chernóbil debido a su cercanía con la central (3 y 18 kilómetros respectivamente), que se situaba al norte de Ucrania, zona que por entonces pertenecía a la Unión Soviética. En la frontera con Bielorrusia también se produjeron evacuaciones, aunque todas ellas guardaban un punto en común: las especies animales —perros, incluidos— no pudieron ser evacuadas.
La contaminación radiactiva devastó entonces poblaciones enteras de animales salvajes, sumado a la masacre que perpetraron los soldados de la URSS con algunas de ellas para evitar la propagación de la radiación. Sin embargo, existen animales que consiguieron sobrevivir a la catástrofe nuclear y continuaron reproduciéndose, como es el caso de los perros asilvestrados.
Por este motivo, un grupo de investigadores ha decidido analizar la genética de 302 perros que viven en la conocida como Zona de Exclusión de Chernóbil (ZEC). Investigaciones anteriores sí que habían estudiado la correlación entre la exposición a la radiación ionizante y posibles efectos genéticos en diversas especies de plantas y animales. Sin embargo, el desconocimiento era prácticamente nulo en el caso de los caninos.
Los resultados han identificado a un total de 15 estructuras familiares complejas y exclusivas de la población de Chernóbil, en comparación con otros perros de todo el mundo. Estas amplias variaciones genómicas se han detectado tanto dentro de la ZEC como en sus alrededores, donde los perros se desplazan entre emplazamientos y se reproducen sin ningún tipo de control.
“La población canina de Chernóbil tiene un gran potencial como fuente de información para estudios de gestión de recursos medioambientales en una población resurgente”, señalan los autores de la investigación, que se ha publicado este viernes en la revista Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia (AAAS).
Por qué la excepcionalidad genética
El análisis de los perfiles genómicos ha revelado que existen 15 familias distintas de perros. La mayor de todas ellas abarca todos los lugares de la ZEC en los que se habían recogido las muestras. Por tanto, esto demuestra que ha existido migración de perros entre la central y la ciudad de Chernóbil.
Por su parte, los caninos procedentes de las zonas más cercanas a la central muestran una mayor diferenciación genética intrapoblacional. Este análisis de los segmentos genómicos ancestrales también pone de manifiesto las diferencias en el alcance y el momento de la introgresión de las razas occidentales.
Estamos ante la primera caracterización que se realiza de una especie doméstica en Chernóbil. Es por ello por lo que los autores destacan la importancia de su estudio genético sobre los efectos de la exposición a largo plazo a dosis bajas de radiación ionizante.
Sin embargo, no se deben extraer conclusiones erróneas acerca de esta publicación. “No se mide la exposición a radiación en ninguno de los individuos estudiados”. Quien habla es el investigador en el Instituto Mixto de Investigación en Biodiversidad de la Universidad de Oviedo Germán Orizaola en declaraciones a SMC España.
Orizaola considera que el estudio carece de interés desde un punto de vista radiológico. “Al no estudiar de ninguna forma ningún parámetro en relación con los niveles de radiación que hayan podido experimentar esos perros a lo largo de su vida, no es posible concluir nada sobre los posibles cambios que hayan podido ocurrir a consecuencia de la exposición a radiación”.
Este investigador entiende que las conclusiones no podrían ir más allá del análisis de las dinámicas de una población de vertebrados asilvestrados. Lo compara incluso con una posible investigación que estudiara la estructura y la interconexión de las poblaciones de gatos callejeros de Madrid.
Que no se puedan realizar estimaciones a partir de este trabajo acerca de los efectos de la exposición a radiación también lo comparte el profesor de ciencias ambientales en la Universidad de Portsmouth (Reino Unido) James Smith. “El artículo no presenta pruebas que apoyen una relación causal entre la estructura de la población y la dosis de radiación”, sentencia.
Smith, por su parte, se encuentra incluso citado en el presente estudio a raíz de un artículo que dirigió. Sin embargo, él mismo reconoce que en su artículo no se respalda en ningún momento la afirmación de que muchas especies animales se han recuperado tras el accidente nuclear.
Chernóbil, una reserva natural
“El contexto de este trabajo está mal explicado”. El argumento de Smith se basa en que los autores dan cabida a un artículo cuyos resultados presentaron “importantes defectos estadísticos” según estudios mucho más sólidos.
Ambos investigadores no creen que el estudio ofrezca “un hallazgo sorprendente”, puesto que la población actual no deja de ser un resultado de la particular mezcla de razas que sobrevivieron al sacrificio de animales domésticos en 1986, así como a las introducciones posteriores.
De hecho, la Zona de Exclusión de Chernóbil es una de las mayores reservas naturales de Europa. “Es un ejemplo de procesos de renaturalización pasiva y de abundantes especies con incrementos poblaciones notables”, apunta Orizaola.
El investigador español también pone en cuestionamiento la fecha en la que se recogieron las muestras: “Entre 2017 y 2019 los niveles de radiación en la Zona se habían reducido más de un 90% desde el momento del accidente”. Además, los isótopos más dañinos para los organismos vivos, como el I-131, hace décadas que han desaparecido.