Se ha creado un tatuaje con una tinta especial con biosensores que cambia de colores respondiendo a las variaciones que presenta el líquido intersticial.
Desde hace miles de años el ser humano ha utilizado distintos pigmentos para decorar de forma permanente su piel. La evidencia arqueológica más antigüa de tatuajes de la que tenemos constancia son los 67 dibujos que presentaba el cuerpo momificado del Hombre de Similaun, Ötzi, encontrado en 1991 en los Alpes italianos. Los paleontólogos creen que este antepasado de los europeos actuales vivió hace cerca de 5.400 años y que los tatuajes que se repartían en sus muñecas, piernas y espalda podían tener una función terapéutica (similar a la acupuntura). Egipto, Polinesia, América del Sur, Grecia… hay pruebas en múltiples culturas y latitudes de la costumbre de tatuarse el cuerpo. Los motivos podían ser rituales, religiosos, sociales, médicos o puramente ornamentales. Esta es precisamente la utilidad que ha trascendido hasta nuestros días en el mundo occidental. Decorarse la piel ha pasado de ser la seña de identidad de marineros (o habituales de las prisiones) a convertirse en algo cool, casi imprescindible si se quiere triunfar en el mundo del espectáculo o aspirar a ganar del Balón de Oro. Futbolistas, modelos, cantantes, actrices (y también diseñadores, pandilleros o modernos sin más) lucen tatuajes. ¿Por qué no aprovechar entonces esa moda para algo útil como, por ejemplo, mejorar nuestra salud?
Investigadores del MIT y de la Escuela de Medicina de Harvard han ideado Dermal Abyss, un tipo de tatuajes en los que la tinta tradicional es reemplazada por otra con biosensores incorporados, cuyos colores cambian respondiendo a las variaciones que presenta el líquido intersticial. Xin Liu, una de las investigadoras del MIT explica que la idea surgió de una evidencia: “La piel es el órgano más grande de nuestro cuerpo, así que pensamos que es una plataforma estupenda y muy natural de la que podemos obtener información”. Los tatuajes de Dermal Abyss, todavía en proceso de prueba, incorporan cuatro biosensores que reaccionan y modifican su color ante tres variables de información bioquímica en el fluido corporal. El sensor de PH cambia de púrpura a rosa, el de glucosa de azul a marrón, y el de sodio (y un segundo sensor de PH) se vuelve más fluorescente ante una mayor intensidad de luz ultravioleta. Las posibilidades más evidentes de estos tatuajes se refieren a la diagnosis en enfermedades como la diabetes. Las personas que la padecen necesitan monitorizar su nivel de glucosa entre tres y diez veces al día mediante pinchazos. Una incomodidad que podría evitarse con este tipo de tatuajes, puesto que su color indicaría la necesidad o no de insulina en todo momento.
Detectar variaciones en los parámetros que marcan los biosensores presentes en la tinta permitirá diagnosticar y tratar enfermedades crónicas como la ya mencionada diabetes, pero también la propensión a la obesidad, a sufrir migrañas o la estabilidad nerviosa. Muy pronto, cree Liu, nos habremos habituado a este tipo de implantes poco invasivos que mejorarán las posibilidades de nuestro cuerpo, aunque todavía nos parezca extraño: ”es revolucionario en cuanto a que desafía la manera en que creemos que nos afecta la tecnología. Cuando llevas gafas puedes ver mejor, pero cuando te operas, los ojos en sí mejoran. El funcionamiento es muy parecido”. Y, si te pones en manos de un buen artista, con estos tatuajes tal vez no ganes el Balón de Oro, pero mejorarás la salud.