Los universitarios ‘homeless’ de EEUU: “O vivo en el coche o me endeudo para siempre”

Uno de cada diez estudiantes de la universidad estatal de California no tiene vivienda fija o ha pasado por un periodo sin ella. Esta es la historia de uno de esos estudiantes.

Z.S. es una estudiante universitaria californiana que duerme todos los días en su coche. Se crio en San José, en el norte de California, y ahora, con 22 años estudia Comunicación Audiovisual en el Community College de Glendale. Es alta y guapa, con cutis y pestañas que no necesitan una pizca de maquillaje y con el pelo negro, largo y rizado suelto bajo una gorra de Nike.

Su ‘college’ es uno de los muchos que ofrecen clases asequibles para alumnos que buscan compaginar sus estudios con el trabajo o usarlo de trampolín para una licenciatura de cuatro años. Su madre no tiene recursos para ayudarle económicamente, aunque hace unos años le regalara un coche con el dinero de sus devoluciones de la renta. A su padre hace tiempo que no lo ve ni sabe de él.

Ella estudia gratis: la matrícula y las tasas las cubre el condado, por ser residente de bajos recursos; y una beca federal le da para comprar comida, para pagar su contrato de móvil y mantener su ordenador portátil. Puede incluso ir a hacerse la manicura. Pero todas las noches, cuando llega la hora de dormir, Z. se monta en su coche y busca una calle tranquila donde aparcar.

Desde hace un año es ahí donde duerme, con un pequeño generador solar que le permite cargar las baterías de sus aparatos, un servicio de wifi portátil y un montón de ropa en el maletero. Se ducha en el gimnasio del campus, y para pasar el rato o estudiar tiene la biblioteca. También da muchos, muchísimos, paseos. Alquilar un pequeño guardamuebles le ha cambiado la vida. “Ahí guardo mi ropa de verano, o de fiesta; mis cosas de valor, mis libros…”, enumera.

“No me siento una víctima”

“Es un sacrificio, pero tomé la decisión y no me arrepiento, pese a que mi familia lo ve fatal”, explica de manera cautelosa, como si todavía no terminara de creerse ella misma lo que está haciendo. “No es que me sienta orgullosa de esto, y de hecho prefiero no contarlo, pero en realidad no me siento tampoco una víctima. Es una decisión que he tomado conscientemente, en parte como protesta”.

Existen algunos albergues para jóvenes sin hogar, pero las condiciones (tener un trabajo a tiempo completo o buscarlo) no le compensan, porque quiere centrarse en las clases. También podría pedir un préstamo, pero prefiere evitar el peso de la deuda.

Z. recuerda lo aliviada que se sintió hace unos meses, cuando un compañero de clase le confesó que también había vivido en su coche por una temporada. “Me hizo darme cuenta de que no estaba loca ni era la única”. Lejos de serlo, la situación de Z. se repite en los 23 campus de la universidad pública estatal de California, de San Diego a San Francisco, con casi medio millón de estudiantes. Uno de cada diez estudiantes de esta universidad no tiene casa o ha pasado alguna temporada sin una vivienda fija, según el primer y único estudio realizado al respecto.

“En algunos casos, se trata de estudiantes que no tienen acceso a ayudas para vivienda porque estas dependen de la declaración de la renta de sus padres y a lo mejor ni siquiera tienen contacto con sus padres; algunos están en esta situación precisamente porque los han echado de casa. O vienen del sistema de albergues para niños sin hogar”, afirma Rashida Crutchfield, directora del estudio.

“Y también hay un porcentaje que tiene que elegir entre comer o un sitio donde vivir. Pueden trabajar a tiempo parcial, pero con ese dinero no tienen para las dos cosas. Y no quieren endeudarse. Han visto en su familia qué pasa cuando te endeudas y no lo puedes pagar”. Lógicamente, la situación en los ‘community colleges’, que es adonde acuden masivamente los estudiantes con bajos recursos, es peor: en los del condado de Los Ángeles, con unos 230.000 estudiantes, 1 de cada 5 es o ha sido ‘homeless’ y dos tercios tenían dificultades para comer suficiente, según el último estudio publicado en 2017.

Z. se siente reflejada a la perfección, por ejemplo, en este reciente reportaje del medio online ‘Nowthis’ que mostraba a dos estudiantes del campus de Humboldt, al norte del estado, que vivían en sus coches. Aunque al menos no pasa hambre, como Myriah Smiley, una alumna de 19 años de un centro de formación profesional del centro de Los Ángeles, que sobrecogió a los medios cuando se echó a llorar y explicó que no había podido desayunar aquella mañana. Smiley creció en casas de acogida y en el momento en el que recibió su primer cheque de la seguridad social como adulta legal, todas sus ayudas previas (para alimentación) se cancelaron.

Pero hay perfiles de todo tipo. En la prestigiosa y mucho más cara UCLA, Louis Tse, hoy un joven investigador en el Laboratorio de Propulsión de la NASA en Pasadena, dormía en su coche mientras se sacaba el doctorado. Tse ha hablado en público en numerosas ocasiones en aquella época y en 2016 fundó Bruin Shelter, un albergue dedicado exclusivamente a estudiantes universitarios.

Pero California no está sola. El estudio más grande y reciente realizado al respecto a nivel nacional por el Laboratorio HOPE de la Universidad de Wisconsin, con una muestra de 43.000 estudiantes universitarios en 66 centros educativos (tanto de estudios universitarios como de carreras técnicas) en 20 estados diferentes encontró que el 36% del alumnado no tiene garantizadas las necesidades alimenticias básicas y tenían dificultades para encontrar un lugar de residencia fijo durante sus estudios. Además, el 9% de los estudiantes de licenciaturas de cuatro años y el 12% de los de estudios técnicos de dos años, había estado viviendo en la calle durante el año anterior.

“Desde luego, no es un problema reciente; pero sí que hemos notado que está aumentando la sensibilización de las universidades”, dice Brandon Mathews, director asociado de la Alianza para Bancos de Comida en campus universitarios (CUFBA, según sus siglas en inglés). CUFBA colabora con las instituciones universitarias que buscan poner a disposición de sus alumnos un economato de productos básicos gratis.

“Desgraciadamente, hemos llegado a un punto en este país en el que la noción de que puedes pagarte los estudios universitarios trabajando a tiempo parcial es sencillamente un mito”, afirma Mathews, de CUFBA. “Para realmente poder pagarte el título universitario necesitas acceso a un tipo de trabajo que requiere un título universitario. Es una pescadilla que se muerde la cola”. Y añade: “No es lo ideal tener que elegir entre ir a clase o tener algo para comer ese día”.

Z., por ejemplo, se rebela ante el estado actual de las cosas: “Yo no quiero trabajar de nueve a cinco en un lugar que apenas me dé para pagar mis facturas. Quiero hacer algo creativo con mi vida, quiero encontrar mi vocación”, explica. Lo de pagar facturas ya lo ha vivido, cuando al salir del instituto vino a Los Ángeles a buscar suerte en el mundo del cine, donde ha estado trabajando esporádicamente de extra, y de profesora sustituta con niños pequeños. “Cuando trabajaba de profesora apenas ganaba suficiente para pagar el alquiler del apartamento donde vivía. Una multa de tráfico o una deuda de la tarjeta de crédito me desestabilizaban durante varios meses”.

Le gusta decir que vive liberada, sobre ruedas (‘mobile living’). Prefiere eso que reconocer que es una ‘sin hogar’. Cuando piensa en su futuro, le gustaría ser escritora o guionista. Y si para eso tiene que pasar una temporada durmiendo con la lluvia golpeando sin descanso el capó de su coche, como ha sucedido este invierno inusualmente lluvioso en Los Ángeles, está dispuesta a probar.