Pese a los dichos de CFK, los capitales financieros representan uno de los sectores que mayor nivel de ganancias acumularon desde el 2003.
Hasta este año, los empresarios más cercanos al Gobierno nacional fueron los banqueros. Es que, a pesar de la retórica industrialista, fue el capital financiero el que embolsó mayores ganancias.
Desde 2005, los bancos comenzaron a recuperar ingresos de manera sostenida, ubicándose en la cima de la tabla en los últimos años. El margen financiero, indicador de la rentabilidad de la banca, pasó del 1,1 en 2003 al 8,5 en 2009. El Retorno sobre Capital (ROE) muestra una evolución similar: de tasas negativas entre 2000 y 2004 se pasó a un 19,3 en 2009. Pero mal que le pese a los acólitos del kirchnerismo, esas ganancias no se obtuvieron merced a préstamos destinados a “una pujante industria en ascenso”. La ganancia de los bancos proviene, en primer lugar, del financiamiento del consumo (y del cobro por servicios asociados a ello): créditos personales, adelantos en cuenta corriente o compras con tarjeta. Otra fuente de ganancia ha sido la tenencia de títulos públicos. Esto explica la buena relación con el Gobierno nacional. Es que, mientras los bancos embolsaban millones beneficiándose de la expansión económica, el gobierno lograba acceder al crédito que se le negaba en el ámbito internacional.
La representación de la banca privada se encuentra repartida entre dos corporaciones, ABA y ADEBA. La primera, tras la crisis de 2001, optó por una baja exposición pública. Casi no se le conocen pronunciamientos y las pocas intervenciones han sido para elogiar al Gobierno. Quién ha asumido, en los hechos, el rol de vocero de los bancos fue Jorge Brito, presidente de ADEBA. A pesar un pasado cuestionable, trazó una excelente relación con el kirchnerismo, que se mantuvo intacta hasta las últimas elecciones. Brito amasó su fortuna especulando contra el peso. En 1974 dio el primer salto con su financiera, comprando dólares antes del Rodrigazo. En 1988, dos días antes del anuncio del Plan Primavera, hizo otro excelente negocio: compró 3 millones de dólares. Sospechando que sus amigos radicales, entre ellos Coti Nosiglia, le habían anticipado la devaluación, se le inició una denuncia penal que terminó en la nada.
Aprovechando las privatizaciones, en los ‘90 anexó los bancos provinciales de Misiones, Salta y Jujuy. Es a partir de ese momento que su banco, el Macro, comenzó a operar como minorista. Con sus amigos menemistas hizo grandes negocios. Compró el Banco de Salta, fundido por los malos manejos, por escasos 100.000 pesos. Del monto total, pagó unos 40.000 pesos en títulos devaluados de la deuda provincial. Además, el Macro trazó acuerdos con los gobiernos de Misiones, Salta y Jujuy para convertirse en agente financiero oficial de estas provincias. De esta manera, monopolizó la administración de las cuentas públicas y se garantizó un importante mercado cautivo con el manejo de los sueldos de los empleados estatales.
Este pasado cuestionable, en el que no faltaron denuncias por lavado, fue denunciado en 2003 por el flamante presidente Néstor Kirchner. A poco de asumir, invitado al programa de Mirtha Legrand, Néstor dirigió un mensaje al “grupito de banqueros […] que ha operado en las privatizaciones de bancos provinciales […] y en los problemas finales del doctor De la Rúa”. Se refería a Brito y Moneta, que habían financiado la campaña presidencial de Menem. Allí los amenazó, insinuando que si no apoyaban su gestión tendrían que rendir cuentas por sus maniobras pasadas. Pero la amenaza de Kirchner nunca llegó a concretarse. No fue necesario, ya que ambos se acercaron al elenco gobernante.
Por un pedido expreso de Kirchner, en 2005 Brito gestionó frente a sus pares de ADEBA un crédito por 500 millones de pesos, que el Estado destinó a obras públicas. Fue el primer crédito al que accedía el Gobierno nacional tras la cesación de pagos. El dueño del Macro supo aprovechar la buena relación trazada con el gobierno “nacional y popular” para expandir sus negocios. En los últimos 10 años el Macro compró, entre otros, los bancos Suquía, Bisel, Scotiabank y Bansud. Se convirtió así en el segundo banco con mayor número de sucursales detrás del Banco Nación. Es, junto a sus pares, uno de los ganadores claros de la década K.
Sin embargo, la crisis y las perspectivas negativas para los bancos lo han llevado a buscar nuevos aliados. Es un secreto a voces que, en la última campaña, jugó para Massa. Todo un síntoma de la crisis en la que se encuentra sumido el Gobierno. El fin de ciclo kirchnerista se manifiesta en estos aliados que, de a poco, van abandonando el barco.