Centenares de nipones se manifestaron a favor del ex presidente. Son una minoría, pero reflejan la popularidad del neoyorquino en la conservadora sociedad del archipiélago.
El día que los trumpistas estadounidenses asaltaron el Capitolio, centenares de seguidores del magnate se echaron también a la calle en la otra punta del mundo. Con carteles que rezaban “Japón apoya a Trump” o “Las elecciones presidenciales no están resueltas todavía”, una larga procesión de nipones paseó ordenadamente por las calles de Tokio mostrando banderas estadounidenses y cantando consignas a favor del dirigente saliente. Una de las manifestantes no dejaba de repetir en japonés que los comicios fueron una batalla entre el bien y el mal. Para evitar cortar el tráfico, se dividieron en secciones, cada una equipada con su megáfono y su pancarta. El 6 de enero, esta otra manifestación trumpista no invadió ningún templo de la democracia en Japón, pero lanzó algunas preguntas al aire.
Mucho se ha escrito sobre cómo el extravagante millonario neoyorquino convenció a varias decenas de millones de compatriotas para votarle masivamente en dos elecciones consecutivas, pero los japoneses trumpistas pudieron pillar por sorpresa incluso a los más expertos en el ex mandatario. ¿Cómo nace un movimiento a favor del impredecible líder estadounidense en un país conocido globalmente por su civismo, educación y estabilidad política? ¿Por qué llevan alegremente la bandera de las barras y las estrellas los nietos de quienes sufrieron las bombas atómicas lanzadas por Estados Unidos en las localidades niponas de Hiroshima y Nagasaki? ¿Qué está pasando en Japón?
El encargado de viralizar las concentraciones fue un profesor de la universidad tokiota de Waseda, el estadounidense Jeffrey J. Hall, especializado en movimientos nacionalistas y de extrema derecha en Japón. No en vano, entre los manifestantes se podía observar la bandera del Sol Naciente, símbolo del pasado militarista imperial nipón. Hall identificó a varios grupos de ideologías conservadoras radicales en la marcha; entre ellos, movimientos religiosos como la Iglesia del Santuario, Falun Gong o la secta Ciencia Feliz.
“Varios centenares de personas marchando en Tokio no significa que esta sea una visión mayoritaria en Japón ni que sea apoyado por el gobierno conservador nipón (…) La mayoría de la gente en Japón no tiene ni idea de que este evento tuvo lugar y probablemente nunca lo sabrá”, explicó Hall en un tuit posterior tras observar la viralización de los vídeos que subió a Twitter. Sin embargo, la anécdota de las manifestaciones puede ser sintomática de algunas tendencias algo más populares en la sociedad japonesa, como el pragmatismo en las relaciones internacionales o la aprobación a Trump por sus duras palabras hacia la vecina China.
‘Bromance’ entre las dos orillas del Pacífico
El primer ministro nipón, Yosihide Suga, felicitó a Joe Biden por su victoria en las elecciones presidenciales el mismo día que la proclamaron los medios estadounidenses y no dio margen a las acusaciones de fraude de Trump. No se sabe cómo hubiera reaccionado ante esa situación su predecesor en el cargo desde 2012 hasta septiembre de 2020, Shinzo Abe; al que Steve Bannon, ex ideólogo del ya ex presidente, calificó como “Trump antes de Trump”.
Del mismo partido conservador que Suga y conocido por su nacionalismo, Abe fue el primer líder extranjero en encontrarse con Trump cuando ganó las elecciones en noviembre de 2016 y, en oposición a los habitualmente sofisticados presentes que guardaba para Barack Obama, le regaló un palo de golf dorado. En su capítulo ‘¿Por qué no hay populismos en Japón?’ de la revista ‘The Passenger’, el escritor Ian Buruma detalla que Abe se permitió aconsejar entonces a Trump: “Yo he conseguido domar al ‘Asahi Shimbun’ [un prestigioso periódico japonés de centro-izquierda]. Espero que tú consigas hacer lo propio con el ‘New York Times'”. Cuando, cuatro años después de aquel primer encuentro, Abe tuvo que renunciar a su puesto por problemas de salud, Trump le despidió asegurando en un tuit que era “el mejor primer ministro de la historia de Japón”. El nipón había comprendido que, durante la presidencia del neoyorquino, la relación diplomática de los Estados dependería en gran parte de la conexión personal de sus líderes, en un ejemplo de lo que el japonólogo español Florentino Rodao define en conversación con El Confidencial como una política de asuntos exteriores “adaptativa”.
Desde la perspectiva de este catedrático de la Universidad Complutense de Madrid especializado en Historia de Asia, la sociedad japonesa recuerda mucho más su espectacular crecimiento económico durante la segunda mitad del siglo XX de la mano de la alianza política, económica y militar con Estados Unidos que los desastres de la II Guerra Mundial, bombas atómicas incluidas, ejecutadas por sus ahora socios: “Los japoneses siempre reconocerán que, cuando ellos lo estaban pasando peor [durante la posguerra], los americanos le dieron comida. Han encontrado un camino conjunto en la sociedad internacional, uno como subordinado del otro”. En la actualidad, en un contexto geopolítico cada vez más complejo, las relaciones de Tokio con su vecindario no son buenas por rencillas históricas o sistémicas: ni con Corea del Sur, que le sigue demandando compensanciones económicas por las brutalidades cometidas durante la II Guerra Mundial, ni con los regímenes autoritarios de China o Corea del Norte: “Yo hablo de la soledad de Japón, esa alianza con Estados Unidos es su único baluarte frente a su creciente soledad”, explica Rodao.
Los enemigos de mis enemigos son mis amigos
Hace una década, China superó a Japón como segunda potencia económica mundial. Desde entonces, a las disputas históricas por las masacres cometidas durante la guerra por el ejército imperial nipón en territorio chino se le han sumado las tensiones comerciales, sistémicas y hasta territoriales entre las dos grandes potencias asiáticas. “Las manifestaciones que filmé iban definitivamente sobre la percepción de que Trump es duro con China”, explica el profesor Jeffrey J. Hall en conversación con este periódico: “Están convencidos de que Trump puede salvar el mundo de la agresión china. Los eslóganes y las pancartas en las marchas indicaban que habían comprado las teorías conspirativas sobre que Joe Biden es ya no solo pro-China, sino una mascota del régimen”.
Esa “percepción de que las palabras gruesas de Trump sobre China son un signo de que es genuinamente más duro”, como describe Hall, han marcado la popularidad del magnate en el país del Sol Naciente. De acuerdo con un estudio publicado en verano de 2020 por Pew Research Center, el 25% de los japoneses confiaba en que Trump haría lo correcto ante los grandes retos globales, el dato más elevado fuera del país natal del magnate. Solo el 9% de los nipones expresaba esa misma fe en el líder chino, Xi Jinping, el porcentaje más bajo entre todas las naciones en las que se había llevado a cabo la encuesta. Para muchos, la aparente dureza con Pekín del americano eclipsa todos los demás aspectos de su presidencia: “Los japoneses generalmente prestan poca atención a los asuntos domésticos de Estados Unidos, así que frecuentemente no se informa sobre las cosas ofensivas, racistas o raras que Donald Trump hace y dice”, justifica Hall.
Tras pocos meses del nuevo gobierno japonés, el primer ministro Suga busca un equilibrio entre la relación con Pekín (que ha calificado como “extremadamente importante no solo para los dos países, sino para toda la región y la comunidad internacional”) y la alianza político-militar con Estados Unidos. Según explicó en una reciente comparecencia de prensa con corresponsales en Tokio el experto en política exterior nipona Ken Jimbo, de la Universidad de Keio, Suga quiere que la relación con Estados Unidos siga siendo “una piedra angular” sobre la que se asienta el lugar del archipiélago asiático en el mundo, pero teme que el nuevo presidente, Joe Biden, llegue a una tregua con China sin contar con sus socios. “¿Cuál es la preocupación básica que Japón tiene hacia Estados Unidos? Que el archipiélago pueda ser sobrepasado o eludido en un gran acuerdo entre China y EE.UU.”, explicó Jimbo, que cree que las inquietudes del Ejecutivo nipón serían “significativamente aliviadas” si Biden mantiene una posición dura respecto a China desde el comienzo de su administración. Quizás el demócrata convencería así, incluso, hasta a alguno de los fervientes manifestantes trumpistas de las calles de Tokio.