Así lo indicó una vecina de la ciudad, cuya hija padeció la violencia del piquete que se desarrolló en la Ruta 88 ayer. En la 99.9 relató lo que le tocó vivir cuando iba hacia el trabajo.
A veces los reclamos a través de piquetes parecen razonables, pero en otros casos se vuelven sumamente violentos y le impide a las personas circular hacia sus trabajos. Las agresiones estuvieron presentes ayer en el corte realizado en la Ruta 88 y lo contó María Cristina, vecina que relató en la 99.9 lo que le tocó padecer a su hija.
“Ella es docente en una escuela rural. Se encontró con el piquete, la rodearon y no la dejaban pasar. Se puso mal porque estaba la policía delante y nadie hizo nada. Se le acercaron con palos y les decía que la dejaran pasar porque quería ir a trabajar. Recibió insultos de toda clase aunque no había gente con la cara tapada ni con armas al principio, si había un señor que aparentemente era el que dirigía a ese grupo. Les preguntó que necesitaban y le contestaron trabajo y alimento, entonces ella les ofreció trabajo y comida, lo que había en el colegio. Les dijo yo te pago el día, subí a mi auto yo te llevo y vos me ayudas a pintar, a barrer el patio, a limpiar y yo te doy la comida del colegio. Todos decían que no, que no podían abandonar a los compañeros”.
Eso fue sólo el inicio de la historia porque la violencia se fue incrementando ante la increíble pasividad de los efectivos presentes: “le querían romper el auto y la policía no hizo nunca nada, estaba a 20 metros y la miraban desde dos patrulleros. Una persona se acercó por la ventanilla y, como llevaba un ponchito encima de su guardapolvo, con mucho descaro le levantó el poncho con un palo ayudado con otra mano y le dijo “quiero ver si vos tenés el guardapolvo porque son todas las mentirosas”. Ella le dijo te enseño mi permiso para transitar porque soy docente”.
Sin tener éxito, ya no sabía como hacer para que la dejaran pasar para ir a su trabajo, hasta que llegó una persona que le permitió cruzar aunque con consecuencias: “apareció un muchacho que agarró la puerta del auto, tiró, le rompió la cerradura, se le sentó al lado con un palo largo que lo puso entre las piernas de él. Llevaba en la mano algo como cuchillos y le dijo “te voy a hacer un favor y te voy a ayudar a cruzar los frontones. Pasa despacio porque está la ruta llena de chicos, no me toques ni un chico porque te va a ir mal”. Ella iba muy despacito con el tipo al lado y en cada corte que le rodeaban en el auto, él sacaba la mano para que la dejaran pasar. Cuando llegaron al quinto corte había gente armada con esas cosas que usan en la cárcel y la cara tapada. El tipo que la acompañaba la dejó y en el momento que se baja, ella le dijo que todo esto era ilógico y con un movimiento rápido le hizo dos cortesitos en el cuello con algo cortante que llevaba. Le dijo ojo con lo que haces, siempre con amenazas”, relató María Cristina.
Laura, su hija, ese día salió hacia el trabajo y terminó viviendo una experiencia traumática a manos de un grupo de violentos que no tienen derecho alguno de realizar este tipo de acciones. También por la irresponsabilidad policial de no actuar: “siguió con una crisis de nervios, llegó a una estación de policía cerca de la escuela donde ella trabaja. Le tomaron la denuncia por secuestro y agresión. Habló con el comisario y le preguntaron si quería seguir con la denuncia. Ella preguntó si iba a pasar algo y le respondió que no, no iba a pesar nada. Mi hija, entonces, le dijo que no quería seguir con la denuncia”, finalizó.