Mi bisabuelo, Nwaubani Ogogo Oriaku, fue lo que yo prefiero llamar un hombre de negocios del grupo étnico igbo del sureste de Nigeria.
Vendía distintas cosas, incluyendo tabaco y derivados de la palma. También vendía seres humanos.
“Tenía agentes que capturaban esclavos de diferentes lugares y se los llevaban a él”, me contó mi padre.
Los esclavos de Nwaubani Ogogo se vendían en los puertos de Calabar y Bonny en el sur de lo que hoy se conoce como Nigeria.
Las personas de grupos étnicos de la costa, como los efik e ijaw, generalmente actuaban como estibadores para los comerciantes blancos y como intermediarios para los comerciantes igbo como mi bisabuelo.
Cargaban y descargaban barcos y suministraban a los extranjeros alimentos y otras provisiones. Negociaban los precios por los esclavos del interior, y luego recaudaban las regalías de vendedores y compradores.
Más de 1,5 millones de africanos fueron enviados al Nuevo Mundo a través del puerto de Calabar, en el golfo de Bonny, uno de los mayores puertos de salida en la época de la esclavitud.
La única vida que conocía
Nwaubani Ogogo vivió en una época en la que sobrevivía el más fuerte y el más valiente se destacaba.
El concepto de “todos los hombres fueron creados iguales” era completamente ajeno a la religión tradicional y a las leyes de su sociedad.
Sería injusto juzgar a un hombre del siglo XIX según los principios del siglo XXI.
Evaluar a los africanos del pasado con los estándares de hoy nos obligaría a calificar a la mayoría de nuestros héroes de villanos, negándonos el derecho de celebrar cabalmente a cualquiera que no haya estado bajo la influencia de la ideología occidental.
Los traficantes de esclavos igbo como mi bisabuelo no sufrieron ninguna crisis de aceptación social o legalidad. No necesitaron ninguna justificación religiosa o científica para sus acciones.
Sencillamente vivían la vida tal como los habían criado.
Eso era lo único que conocían.
Esclavos enterrados vivos
La historia más famosa que escuché acerca de mi bisabuelo fue sobre cómo se enfrentó exitosamente a las autoridades del gobierno colonial británico después de que le confiscaran a algunos de sus esclavos.
Los esclavos estaban siendo trasladados por el intermediario junto con un cargamento de tabaco y productos de palma, desde la ciudad de Nwaubani Ogogo, Umuahia, hacia la costa.
Mi bisabuelo consideró que no era justo que sus esclavos fueran capturados.
La compra y venta de seres humanos entre los igbo ocurría desde mucho antes de que llegaran los europeos.
Una persona se convertía en esclavo como castigo por un crimen, para pagar deudas o cuando caía prisionero de guerra.
La venta exitosa de adultos se consideraba una hazaña. Era similar al éxito que un hombre obtenía en una lucha, en la guerra o en la caza de animales como los leones.
Los esclavos igbo era sirvientes domésticos o trabajadores. A veces eran sacrificados en ceremonias religiosas y enterrados vivos con sus amos para ayudarlos en el más allá.
La esclavitud estaba tan arraigada en la cultura que varios proverbios igbo hacen referencia a ella:
- Cualquiera que no tenga esclavos es su propio esclavo
- Un esclavo que vea cómo a otro esclavo lo atan y lanzan a la tumba con su amo, debería darse cuenta de que lo mismo podría pasarle a él un día
- Es cuando se le da consejo a un hijo que el esclavo aprende
La llegada de los comerciantes europeos que ofrecían armas, espejos, ginebra y otros bienes exóticos a cambio de humanos incrementó masivamente la demanda, haciendo que alguna gente secuestrara a otros y los vendiera.
Cómo se traficaba a los esclavos en África
- Los compradores europeos tendían a permanecer en la costa
- Los vendedores africanos iban a pie al interior a comprar esclavos
- Los viajes podían ser de hasta 485 km
- Por lo general se ataba a dos esclavos entre sí con cadenas en los tobillos
- En las columnas de esclavos se los unía a todos mediante una soga en el cuello
- Entre el 10% y el 15% de los cautivos moría en el viaje
Fuente: Enciclopedia británica
En contra de la abolición
Este comercio en África continuó hasta 1888, cuando Brasil se convirtió en el último país en el hemisferio occidental en abolir la esclavitud.
Cuando los británicos extendieron su dominio hasta el sureste de Nigeria a finales del siglo XIX y principios del XX, comenzaron hacer cumplir la abolición a través de la acción militar.
Pero al usar la fuerza más que la persuasión, muchos locales como mi bisabuelo pudieron no haber entendido que la abolición tenía que ver con la dignidad de la humanidad y no con un mero cambio en la política económica que afectaba el suministro y la demanda.
“Creemos que este comercio debe continuar”, dijo un rey local en Bonny en el siglo XIX.
“Este es el veredicto de nuestro oráculo y nuestros sacerdotes. Dicen que nuestro país, por más grandioso que sea, nunca puede abandonar un comercio ordenado por Dios”.
En cuanto a mi bisabuelo, el tenía una licencia comercial de bona fide de la Royal Niger Company, una compañía británica que administraba el comercio en la región durante los últimos 25 años años del siglo XIX.
Por eso, cuando su propiedad fue capturada, Nwaubani Ogogo se fue a ver furioso a los funcionarios coloniales responsables y les mostró su licencia. Estos le devolvieron sus bienes y sus esclavos.
“Los blancos le pidieron disculpas”, dice mi padre.
Trata de esclavos en el siglo XX
El aclamado historiador igbo Adiele Afigbo describió el comercio de esclavos en el sureste de Nigeria -que duró hasta finales de la década de 1940 y principios de la de 1950- como uno de los secretos mejor guardados de la administración colonial británica.
Mientras que este comercio finalizó a nivel internacional, continuó de forma local.
“El gobierno sabía que los jefes y los principales comerciantes de la costa habían continuado comprando esclavos del interior”, escribió Afigbo en “La abolición del comercio de esclavos en el sur de Nigeria: de 1885 a 1950”.
Y agrega que los británicos toleraban lo que ocurría por cuestiones políticas y económicas.
Necesitaban ayuda de los jefes del comercio de esclavos locales para gobernar, y para la expansión y el crecimiento del comercio legítimo.
A veces, también hacían la vista gorda en lugar de poner en peligro una alianza útil, como parece haber sido el caso cuando devolvieron a los esclavos de Nwaubani Ogogo.
Ese incidente elevó a Nwaubani Ogogo entre su gente a la categoría de un Dios. Aquí había un hombre que se enfrentó con éxito a los poderes del extranjero blanco. He escuchado la historia de familiares y he leído sobre ella.
También fue el comienzo de una relación de respeto mutuo con los colonialistas que llevó a Nwaubani Ogogo a ser nombrado jefe supremo por la administración británica.
Era el representante del gobierno ante la gente de su región, en un sistema conocido como gobierno indirecto.
Los registros de los Archivos Nacionales de Reino Unido en Kew Gardens muestran cuán desesperadamente lucharon los británicos para poner fin al comercio interno de esclavos durante casi todo el período colonial.
Promovían el comercio legítimo, especialmente de productos de palma.
“Para los años 30, el gobierno colonial estaba desgastado”, escribió Afigbo.
“Como resultado, habían depositado su esperanza para que se acabara el comercio de esclavos en el efecto corrosivo en el tiempo de la educación y la civilización”.
Trabajo con los británicos
Como jefe supremo, Nwaubani Ogogo recaudaba los impuestos en nombre de los británicos y recibía una comisión por ello.
Él presidía los casos en las cortes nativas, se encargaba de conseguir trabajadores para la construcción de vías de tren. También donó tierra para que los misioneros pudieran construir iglesias y escuelas.
La casa donde yo crecí y donde mis padres todavía viven está un terreno que ha pertenecido a mi familia por más de un siglo.
Antiguamente era la casa de invitados de Nwaubani Ogogo, donde recibía a los funcionarios británicos que venían de visita. Le enviaban sobres con trozos de su cabello para avisarle cuando estaban por llegar.
Nwaubani Ogogo murió en algún momento del siglo XX. Dejó decenas de esposas e hijos. No hay fotografías de él, pero dicen que tenía una piel extremadamente clara.
En diciembre de 2107, una iglesia en Okaiuga, en el sureste de Nigeria, celebró su centenario e invitó a mi familia a recibir un premio póstumo en su nombre.
Sus registros muestran que había proporcionado una escolta armada para los primeros misioneros en el área.
Mi bisabuelo era conocido por su habilidad comercial, su audacia, su fuerte liderazgo, su vasta influencia, su inmensa contribución a la sociedad y al avance del cristianismo.
Los igbno no tienen la costumbre de erigir monumentos a sus héroes, si no, habría uno dedicado a él en algún lugar de la región de Umuhaia.
“Era respetado por todos”, dice mi padre. “Incluso por la gente blanca”.