Un estudio realizado por el Observatorio de la Deuda Social de la Argentina, dependiente de la Universidad Católica, muestra que el comercio de estupefacientes preocupa a 7 de cada 10 hogares ubicados en asentamientos.
El narcotráfico está ganando posiciones sociales a pasos agigantados, ocupando espacios que el Estado tiene abandonados. Este pensamiento es común entre los jueces y fiscales que trabajan diariamente contra los puestos de comercialización de estupefacientes.
El Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica (UCA) reveló que los traficantes se afianzaron en los asentamientos más precarios. El 64,2% de los habitantes de villas señaló que en sus barrios era visible en 2011 la presencia de narcos. Esto representa un aumento muy importante en relación al 2010, cuando había un índice de 48,5%.
Esta semana se completó el trabajo del Observatorio con el análisis de las respuestas de 20.740 personas que participaron de la encuesta, consultados por situaciones socioeconómicas vividas durante el 2011. Los lugares elegidos fueron la Ciudad de Buenos Aires, el Conurbano Bonaerense y veinte ciudades del interior. En ellas, la sensación de inseguridad se mantiene elevada, según lo expresado en ocho de cada diez casos, y cobra mayor dimensión el riesgo que significa el comercio minorista de drogas.
En los barrios pobres, la droga es una compañía permanente, un condicionante para la vida. En los núcleos residenciales de clase media se mantuvo constante el porcentaje de personas que indicaron la presencia de narcos en sus barrios, casi sin diferencia entre 21,8% medido para 2011 y 2012 y el 21,2 registrado en 2010.
Mientras tanto, el miedo afecta a siete de cada diez hogares en las villas que declararon la existencia de venta de drogas en su propio barrio. Agustín Salvia, co-autor del informe junto a Carolina Moreno, afirmó: “si se analizan los resultados según aglomerado urbano, se observa que el temor es mayor entre los hogares que perciben venta o tráfico de drogas en todos los casos estudiados. Pero dicha relación se profundiza en las ciudades del interior, y el miedo al delito se coloca en torno del 60% en presencia de drogas y baja al 40% en ausencia de las mismas”.
En el Conurbano Bonaerense, los fiscales encuentran varias explicaciones para el crecimiento del narcotráfico. En los últimos dos años llegaron a la conclusión de que existe una “economía narco de subsistencia” arraigada en zonas humildes. Son formas ilegales de vida de las que toman parte todos los miembros de una familia, cuya fuente de ingreso exclusiva es la venta minorista de drogas en lo que se conoce como “quioscos”. Aunque no existen los cárteles, los clanes familiares se hacen fuertes con una forma de operar que está en expansión.
Los recientes saqueos pusieron una alerta mayor sobre la acción de los vendedores de drogas. En Rosario, el ministro de Gobierno de Santa Fe, Rubén Galassi, advirtió que “sectores ligados al narcotráfico aprovechan estas situaciones que les son favorables para sacar partido”. Los miedos consignados en la encuesta del Observatorio de la Deuda Social Argentina son impulsados por ajustes de cuentas, liberación de zonas y crecimiento de robos relacionados con la necesidad de comprar drogas.
Si bien en todos los niveles sociales se indicó que fue positiva la mayor presencia policial en los barrios, la sensación de inseguridad continúa como una preocupación importante que afecta definitivamente la calidad de vida de todos. Los resultados del informe señalan que “el sentimiento de inseguridad nunca ha sido un reflejo de los índices de delito, y exhibe una autonomía relativa: suele aumentar al incrementarse la victimización, pero una vez instalado como problema social, no baja aunque las tasas de delito sí lo hagan”. Hoy, el narcomenudeo se transformó en un problema concreto, situación ratificada por trabajos de campo y experiencias judiciales.