El presidente Macron renuncia al deseado “gesto arquitectónico contemporáneo” para mantener el calendario de las obras.
Nada de experimentos con Notre Dame. Quince meses después del incendio que destruyó el techo de la catedral y la icónica aguja que la coronaba, Emmanuel Macron ha emitido su dictamen. La catedral se reconstruirá “de la manera más conforme posible a su último estado completo” con el objetivo de “no retrasar las obras ni complicar el asunto” mediante una restauración de estilo moderno. Este es, según explicó el jueves por la noche el palacio del Elíseo, el deseo del presidente de la República, que debería cumplirse en 2024, en vísperas de los Juegos Olímpicos de París, cuando, tal como establece el calendario, tendrían que culminar las obras. Notre Dame recobrará entonces su antigua forma: solo en sus aledaños se permitirán innovaciones arquitectónicas.
La posición de Macron representa un giro respecto a la que mantuvo después del incendio del 15 de abril de 2019. Entonces, sugirió un “gesto arquitectónico contemporáneo”. Se habló de un concurso internacional. Circularon los proyectos más variopintos, desde una flecha de cristal a un techo ajardinado. La idea habría consistido en aunar lo antiguo y lo nuevo, una síntesis que, de hecho, habría entroncado con la tradición de Notre Dame, construida con añadidos de distintas épocas: la misma aguja destruida, obra de Eugène Viollet-le-Duc, databa del siglo XIX. El “gesto contemporáneo”, además, habría permitido al presidente realizar un “gesto mitterrandiano”: dejar en herencia a la capital francesa una obra arquitectónica, como hizo François Mitterrand con la pirámide I.M. Pei en el Louvre.
Pero el tiempo apremia, y la recesión derivada del coronavirus, e imposible de prever hace un año, también ha cambiado el escenario. La delicada operación para retirar el andamiaje —40.000 tubos fundidos que ejercen una presión de más de 200 toneladas sobre la cubierta derruida— empezó hace un mes y debería prolongarse durante el verano. Y los retrasos se acumulan: primero, por la detección de altas tasas de contaminación de plomo en las cercanías de la catedral; después, por las semanas de confinamiento. “Avanzamos de forma resuelta, sin temblar, hacia la fecha de abril 2024”, garantizó el mayo el general Jean-Louis Georgelin, al mando de la reconstrucción.
La rectificación de Macron llegó al término de una reunión de cuatro horas de la Comisión nacional del patrimonio y de la arquitectura (CNPA). La comisión aprobó “por unanimidad” la propuesta “consistente en restablecer la arquitectura de Viollet-le-Duc en lo que respecta a la cubierta y a la aguja, y en el respeto de los materiales originales”, declaró a la agencia France Pesse el senador Jean-Pierre Leleux, que dirige la comisión. Por la mañana, la nueva ministra de Cultura, Roselyne Bachelot, había adelantado que “se está formado un consenso amplio para una reconstrucción idéntica en la opinión pública y entre quienes toman las decisiones, porque al final […] quien decidirá será el presidente de la República.
Así fue. El Elíseo zanjó el debate, que había durado más de un año, con un comunicado. “Al término de las consultas y del dictamen consultivo de la CNPA emitido hoy, el presidente de la República ha adquirido la convicción de la necesidad de restaurar Notre Dame de París de la manera más conforme posible con su último estado completo, coherente y conocido”, dice la presidencia. La restauración, añade el comunicado, “afectará notablemente a la aguja, a la cubierta de madera y al techo”. Macron precisa que la restauración deberá “apostar por el desarrollo sostenible en la elección de los materiales y el desarrollo de las obras” y “apostar por un gesto contemporáneo por medio del reordenamiento de los aledaños de la catedral, en estrecha colaboración con la ciudad de París”.