Nueva oportunidad

Que es imprescindible cambiar la vieja matriz energética es algo que sólo pueden ignorar los más despistados. Que ella ha sido –y sigue siendo- motor principal de un cambio climático peligroso, sólo es negado por los obtusos o por los interesados en mantener el negocio.

pag.5 aPor suerte muchos trabajan por el cambio, entre ellos una destacada argentina. El Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) conjuntamente con la Organización Meteorológica Mundial, estimó que antes de los próximos treinta años los cambios pueden sobrepasar todo cuando se ha visto en los últimos 10.000, con características mayoritariamente perjudiciales e incluso catastróficas. Y si bien algunas se estiman prácticamente inevitables, al menos es preciso cuantificar los riesgos y estar preparados para enfrentarlos.

Graciela Chichilnisky es autora del proyecto del mercado de carbono que figura en el Protocolo de Kyoto de la ONU, convertido en ley internacional en 2005, y creó la teoría formal del Desarrollo Sostenible, que se utiliza en todo el mundo. Chichilnisky es una economista de renombre mundial y matemático que el Washington Post llama una “A-List Star”. Fundó y dirige Global Termostate, y un trabajo pionero suyo utiliza mecanismos innovadores de mercado para reducir las emisiones de carbono, conservar la biodiversidad y los servicios ecosistémicos. Tuvimos el honor de conversar directamente con ella en estos términos.

 

Noticias & Protagonistas: Doctora, ¿es posible que el calentamiento global sea u  problema que excede lo físico?

Dra. Graciela Chichilnisky: Yo trabajé por primera vez en Bariloche creando un modelo mundial sobre medio ambiente en los ´70,  antes de venir a Estados Unidos. Luego, para completar, estuve involucrada como autor líder en el IPCC, en las negociaciones globales sobre el clima. Yo era la representante líder en Estados Unidos, luego de haber tenido dos doctorados y ser profesora en varias universidades. Yo me di cuenta de que el calentamiento de la atmósfera es un problema económico, aunque el problema en sí es físico.

 

N&P: ¿Usted planteó que estamos en un período en que el hombre es la fuerza geológica más poderosa del planeta?

GC: Sí. Estamos cambiando la estructura de la atmósfera, de las especies en tierra y océanos. Con respecto a la atmósfera, tenemos que bajar el contenido de CO2, por tanto combustible fósil; no fueron los países en desarrollo sino los más ricos los que usaron la mayor cantidad, aunque tengan el 20% de la población global. Pero  me di cuenta, a partir del modelo geológico que yo había creado en Bariloche, que se necesitaba un inicio de políticas consistentes con el objetivo de ganancia de mercado. Por eso diseñé, presenté y escribí el protocolo del carbono que se presentó en Kyoto en 1997, que se volvió ley internacional en 2005 y ahora está negociando 215 billones de dólares por año.

 

N&P: ¿Plataforma de lanzamiento para ir ahora por más?

GC: Claro; yo me di cuenta de que con que eso, si bien se da un impulso a cambiar la orientación de producir tanto CO2, para atender tantos problemas necesitábamos una tecnología consistente con el mercado del carbono y lleve ese dinero que hay tramitándose en el mercado que yo he creado, que se los lleven a países en desarrollo en Latinoamérica, África e islas pequeñas. Porque ellos no son los responsables del calentamiento, pero necesitan energía. Entonces yo he creado esta tecnología con el Dr. Eisenberger, con la que podemos tomar la fuente más grande de emisiones, las energéticas, y transformarlas en una forma de bajar el nivel del problema porque tomamos el calor que queda residual en las plantas energéticas, el que no se usa, de 90º, y con ese calor manejamos nuestra tecnología, que absorbe CO2 y limpia la atmósfera.

 

N&P: ¿Eso significa que las plantas energéticas actuales, en vez de ser productoras de emisiones, pasan a ser reductoras de emisiones?

GC: Claro, lo que representa un capital global de 55 trillones de dólares, casi lo mismo que el PBI global. Además se necesita hacer esa transformación, que se vuelvan reductoras porque si no, no hay solución. Aunque soy optimista y sigo trabajando, la verdad es que la situación es peligrosa, estamos tomando un riesgo con el planeta, cambiando la atmosfera, que podría llegar a ser como la de Venus, no apropiada para la vida humana. Esto va a ir ocurriendo gradualmente, pero ya empezó. La atmósfera y los océanos están actuando, comen tierra que antes era arable y ya no se puede usar. Es una situación de filo, de alto riesgo y quiero apostar por un cambio.

 

N&P: El mayor desafío debe ser con las plantas que funcionan a carbón en Estados Unidos y en China, los principales emisores. ¿Cuál es la respuesta que tiene allí, donde cuenta con tanto prestigio?

GC: En Estados Unidos el problema es político; hay una polarización, gente que realmente quiere avanzar, y para demostrarlo, el Estado más populoso, California, empezó este año un mercado de carbono que es análogo al creado por mí, para el mismo propósito. Convergerá con el de Kyoto. Los economistas entienden que existe algo que permitirá trabajar juntos, el mercado de California creado ahora, y el global de Kyoto. En Australia se creó un mercado de carbono y existen trámites en China y Japón. Hay 4 continentes que ya los tienen.

 

N&P: Está cambiando la economía mundial y en esto usted tuvo mucho que ver…

GC: Por eso me siendo tan orgullosa de haber sido quien lo propuso, lo trabajó y lo escribió. Pero esto no es la solución, porque no es sólo de mercado: es sacar el CO2 del aire, eso es lo que hay que potenciar; el mercado ayuda porque lleva dinero. Esos billones de dólares del mercado pueden servir para construir plantas energéticas en los países en desarrollo, pero negativas en términos de carbono: lo extraen, no lo producen. Creamos el concepto nuevo de plantas energéticas que decrecen, quitan el CO2 de la atmósfera en vez de subirlo. Son “carbon negative”, de carbón negativo, combina las que existen con nuestra técnica.

 

Ineludible e inevitable

pag.5 cYa no se trata de pensar sólo en nuestros sufrimientos cotidianos después de soportar cuarenta y seis grados de sensación térmica, para que en dos horas baje veinte, llueva a cántaros, y vuelva a cocinarnos a la velocidad del microondas. Se trata de ponerse a pensar en serio que los fenómenos que se vienen repitiendo en los últimos años llaman a gritos por una preocupación mayor frente a situaciones que ya no son hipótesis, sino procesos en pleno desarrollo: nieve en Marruecos y Libia, lluvias torrenciales donde hacía años que no se veían nubes, más de cincuenta grados de calor en el Norte de los Estados Unidos, menos de treinta grados bajo cero en los Estados del Sur.

La propuesta de la Dra. Chichilnisky es fascinante, claro, porque es una aventura del conocimiento establecido. El punto es en qué lugar quedan los factores de interés. En la última elección de Japón se llamó a consulta, y 78% de los nipones se planteó a favor de la energía nuclear como válida. Eso nos dice al respecto: “Pueden coexistir. Las plantas nucleares producen calor, y la nuestra usa calor, funciona de esa forma. Cualquier fuente ayuda a nuestras plantas. Se puede usar el dinero del mercado de carbono para traer nuevas inversiones en plantas energéticas para los países en desarrollo. Necesitamos energías limpias y eso es lo que el mercado del carbono puede hacer, produciendo ganancia comercial”.

Evidentemente podríamos estar a las puertas de un cambio potencial; lo que se requiere es una acción del poder público y el económico. Para la entrevistada es inevitable hacerlo, sencillamente porque “el huracán Sandy es parte de esto, se va a repetir en todo el mundo, y las sequías y los fuegos, y el aumento de aguas, y la pérdida de glaciares como fuente de agua limpia del mundo. Entonces para poder contrarrestarlo, hoy podemos decir que tenemos una tecnología”.

Sin embargo y por demasiados años, en muy pocas agendas nacionales el tema fue considerado prioridad permanente: sólo era tema de estudio privilegiado en Noruega y Dinamarca.

Por lo tanto, en parte debido a otras “urgencias” y en parte a que se habló y reconoció que  “algo raro pasaba con el tiempo“, cierto fatalismo se mezcló con la desidia y los esfuerzos tecno-científicos se orientaron hacia otros objetivos. No importó que la concentración de CO2 en la atmósfera hubiera aumentado un 30% en los últimos 150 años. No importó que el ciclo del agua se hubiera modificado de manera rotunda. No importó que las sequías fueran cada vez más fuertes y pertinaces., ni el sensible aumento del volumen y ritmo de las inundaciones. A la fuerza, la cosa está cambiando. Y hay una argentina en el medio.