Pascuas agitadas

Siete días con temas que fueron sumándose con la velocidad que siempre plantea la urgencia. Seguridad, protestas callejeras, uso político de la justicia para torcer la historia, economía. Hasta la Semana Santa plantea un escenario dinámico y desafiante.

Elegir, entonces, solo uno para nuestra columna no parece tarea sencilla. Todas y cada una de las cuestiones son apasionantes para plantear, analizar y sacar conclusiones. Y en estos casos, ¿por qué no hablar de cada una de ellas sin elegir tan solo una para compartir con el lector? Vamos, pues.

¿Será justicia?

Terminaron los testimonios en el jury que afronta el juez Pedro Hooft. Si se tratase de un juicio ordinario, nadie podría dudar de una absolución del magistrado.
Fueron tantos y tan tajantes los testimonios acerca de la responsabilidad y ubicuidad con la que llevó adelante su tarea, y tan poco sólidos aquellos que pretendieron demostrar lo contrario, que solo un acto de desvergonzada injusticia podría desembocar en un fallo condenatorio.
Pero se trata de un juicio político, con todas las connotaciones que este tipo de actuaciones tienen. Acá no se juzga la cuestión de fondo de los posibles delitos cometidos por un magistrado, sino que se evalúa políticamente si cumplió o no con sus obligaciones.
De cualquier manera, la realidad ha quedado tan expuesta que quienes decidan bajarle el pulgar a Hooft deberán saber que están cometiendo una arbitrariedad, tan manifiesta que ahora es toda la sociedad la que bien lo sabe.
Por lo demás, ¿no habrá llegado ya el tiempo de cambiar venganzas personales y fusilamientos políticos por, al menos, un poco de justicia?

Paseando con amigos

El proyecto oficialista para “ordenar” los piquetes y protestas sociales lejos está de responder a una comprensión gubernamental acerca de la necesidad de controlar una calle que se ha convertido en tierra de nadie. Por el contrario, la lógica taimada del kirchnerismo solo quiere tener para sí la potestad de resolver quién puede protestar y quién no. Como tantas otras veces, se sube a las demandas de la sociedad para “llevar agua para su molino”.
¿Quién autorizará las marchas? El Gobierno. ¿Quién decidirá qué es motivo de un justo reclamo y qué no lo es? El Gobierno. ¿Quién definirá las jurisdicciones y ámbitos para las protestas? Obviamente, el Gobierno.
Lo que quiere decir que mientras el oficialismo tuvo manejo político de la calle –plagada de personas que se movilizaban más o menos sinceramente en función de los beneficios que recibían a cambio de la nada-, sostuvo que la protesta no podía ser criminalizada y que la gente tenía derecho a expresarse como quisiese. Ahora, cuando esa misma masa comienza a quejarse por un magro subsidio que para nada le alcanza, la teoría de ayer deja paso a un control férreo que en la imaginación del Gobierno puede permitirle acotar el grado de enojo popular y su expresión.
Claro que como la única verdad es la realidad (al decir de cierto general paraguayo del que el kirchnerismo abomina), cuando la gente quiera ganar las calles para expresar su descontento lo hará con ley o sin ella. Como siempre ocurrió.

¿Será por un ratito?

Uno de los más peligrosos delincuentes que registran los anales de la ciudad está nuevamente en manos de las autoridades. Jonathan Maldonado, autor del asesinato de Bergamaschi y sospechado, además, de por lo menos otros tres asesinatos siendo menor. Fue localizado este viernes por las fuerzas de seguridad y, una vez terminados los trámites correspondientes por haber sido aprehendido en jurisdicción federal, será enviado al penal de Sierra Chica, donde se supone que estará sometido a un régimen de máxima seguridad.
Con el trabajo de la DDI Mar del Plata, su par de Lomas de Zamora, personal de las comisarías Segunda y Tercera de la ciudad, más efectivos del área de Inteligencia del Servicio Penitenciario Bonaerense, se logró determinar que Maldonado se había fugado hacia Capital Federal.
La escandalosa fuga, que puso en evidencia la incapacidad y/o complicidad de los encargados de custodiar a tan peligroso e irrecuperable criminal, parece de esta manera llegar a su final. ¿Será así, o pronto nos enteraremos que el Tona está otra vez en la calle?

¿Y nosotros qué?

Las autoridades del Banco Central sostienen por lo bajo que cada acierto de las políticas monetarias implementadas desde la institución es dilapidado por la erráticas medidas tomadas desde Economía. Dicen, por ejemplo, que la defensa del valor del dólar, que con bastante éxito viene llevando adelante el Central, se diluye ante el fracaso de la política antiinflacionaria del joven ministro. “Con más de un 10% de inflación en el primer trimestre, Kicillof ya se ha comido la mitad de la devaluación y seguramente en treinta días la presión sobre el tipo de cambio volverá a ser la misma que antes del ajuste”, sostienen reservadamente los técnicos de la casa.
Lo cierto es que en las últimas semanas las diferencias se han acrecentado, y no son pocos los que adelantan la intención de renuncia de varios integrantes de la conducción de la entidad. Mientras tanto, Kicillof trata de poner paños fríos a la situación; y el miércoles visitó las oficinas del Banco tratando de coordinar los próximos pasos con las autoridades.
En algo coincidieron: si no hay una asistencia externa rápida y suficiente para contar con dólares frescos a fin de encarar el segundo semestre, las aguas pueden llegar a encresparse mucho más allá de lo aconsejable.
Y esa ayuda, por ahora, se parece demasiado a una ilusión.

Santo golpe de timón

Las festividades de la Semana Santa siempre sirven para que el cristiano realice un profundo examen de conciencia acerca de cuál ha sido su comportamiento consigo y con los demás. Para el creyente, el sacrificio de Jesús obliga a una pregunta que se hace en la soledad de la meditación: ¿cuál ha sido mi capacidad de entregarme al otro con la única intención de hacer el bien?
Pero para la Iglesia Católica, estas jornadas deben contener otro tipo de reflexión, más inteligente que nunca, que le permita encontrar los caminos para revertir una situación de constante pérdida de fieles que la lucha en soledad de Francisco no podrá resolver por sí sola.
Los años de exagerada liturgia que signaron el papado de Benedicto XVI dejaron su huella en la región. Con una Iglesia alejada de las cosas comunes de los hombres y enfrascada en visiones teológicas que a nadie entusiasmaban, tuvo que llegar el aire fresco de Francisco para volver a enamorar a sus fieles. Los recurrentes escándalos sirvieron también de acicate a un rechazo cada vez mayor, que se nota especialmente entre los jóvenes. ¿Podrá el nuevo Papa modificar la tendencia?
Es claro: sería más sencillo si todos los hombres de la milenaria institución colaboraran.