El cierre de calles en La Horqueta como forma de prevenir robos generó una polémica entre los habitantes de ese barrio de San Isidro. El presidente de la Junta Vecinal, Óscar López Serrot, explicó la particular situación que divide las opiniones en esa zona: “Veníamos pidiendo mayor seguridad en el barrio, pero nos decían que no tenían más efectivos, entonces para no depender de las autoridades, lo que hicimos es cerrar las calles para limitar el ingreso y egreso a los delincuentes en determinados lugares del barrio”.
Y señaló que en algunos casos fueron los mismos residentes los que bloquearon las calles, mientras que también “se le pidió a la municipalidad si tenía algún elemento que podría brindar para cerrar la calle y por eso se trajeron esos caños”.
Según afirmó ese representante de la Junta Vecinal, a mediados de 2020, se le comunicó a la municipalidad de San Isidro que, a pedido de residentes, se bloquearía el acceso en al menos ocho de las calles linderas a la Panamericana. Se generó así una controversia, ya que no todos los habitantes de la zona se muestran de acuerdo con esa medida, al considerar que se obstruye el derecho a la libre circulación.
Ante la consulta de LA NACION, funcionarios de la municipalidad de San Isidro manifestaron: “Estamos evaluando qué decisión tomar al respecto, hablando con los vecinos y con la Junta Vecinal de La Horqueta. No es una medida impulsada desde el municipio”.
Vicente, de 77 años, fue uno de los que se opusieron a que cierren la calle en la que vive. Es uno de los pioneros del barrio, donde llegó cuando todavía las calles eran de tierra. “¡La Horqueta no se puede cerrar! ¿Qué ganás con esos caños que entorpecen todo? Hacen muy difícil la circulación, ya demasiado teníamos con todos los autos estacionados en las calles angostas”, indicó.
En la misma línea, Pablo ,otro vecino de La Horqueta, aseguró: “Si bien la seguridad es importante, esto además de que no cambia, afecta la vida, libertad y el tránsito de los vecinos. Yo no tendría problema si se hubiera hecho de manera formal. Hubo una consulta por mail, pero en realidad debería pasar por el Concejo Deliberante”.
Entre quienes apoyan los cierres de calles está Florencia, de 45 años, que vive en una de las vías bloqueadas en su salida a la colectora del Acceso Norte: “Ya no están los que circulan para observar las casas y estudiar los movimientos. En caso de un robo antes los delincuentes salían directo por la Panamericana, en cambio ahora se les dificulta escapar”.
Los vecinos lamentan que los tubos utilizados en los bloqueos rompan la armonía del barrio, que se distingue por las arboledas y las calles adoquinadas. “No son lo más lindo, me encantaría vivir en un lugar donde no estén, pero creo que hoy la seguridad es más importante que la estética”, comentó Florencia y agregó: “En esta cuadra no hay mansiones, todos estamos pasando momentos difíciles, así que no creo que nadie quiera poner plata para colocar barandas o algo más lindo”.
Diferente es la visión de una vecina que pidió reservar su nombre y relató que un día al salir en su auto de su casa no pudo continuar su recorrido habitual porque se topó con los tubos de cemento que le impedían el paso. Preocupada por la situación se comunicó con la Junta Vecinal, quienes le explicaron que antes de cortar las calles le habían enviado un mail de consulta a los vecinos. “No vivimos en una democracia directa, tienen que ser nuestros representantes los que deciden. Se debería hacer a partir de una ordenanza con una evaluación de impacto previa”, reclamó la mujer y agregó: “Además tendrían que estar de acuerdo todos porque yo no elegí vivir en un barrio cerrado”
La vecina se mostró disconforme con la respuesta que recibió por parte de la Junta Vecinal y se dirigió a la municipalidad de San Isidro, donde le explicaron que la iniciativa había surgido de los residentes y que sería una situación no permanente, según contó. Si bien ella no estaba de acuerdo con ninguno de los bloqueos, su reclamó se centró en el obstáculo ubicado en el cruce de la calle Bermejo y la avenida Capitán de San Martín. Finalmente, fue retirado en las últimas semanas. “Fui la última gota que rebalsó el vaso, muchos vecinos ya se habían quejado. Era un disparate porque no es una calle oscura ni una colectora”, manifestó .
“Sería deseable que se implementen políticas más modernas, creativas y eficaces para combatir la inseguridad. Y ante todo, medidas legales”, comentó esa vecina.
Circulación entre barreras
En otra zona de La Horqueta, sobre la calle Ada Elflein quedaron instaladas barreras de color negro. Ana, que vive en esa calle, aseguró: “Es molesta, pero conveniente”. Al hablar de incomodidad se refirió a las vueltas que tiene que dar todos los días para ir a su casa, sumado a que los cortes no están indicados en los mapas. Ocurre que los vecinos que viven en las calles que están cerradas para ir a sus viviendas tienen que acceder al barrio por las vías principales y a partir de ahí transitar las calles internas hasta su domicilio, mientras que antes accedían directamente desde la colectora.
Además de la fisonomía de La Horqueta, también cambió el recorrido de los camiones de basura y de los móviles policiales. Asimismo, se alertó a los bomberos y las ambulancias. Se colocaron carteles para indicar las calles que ahora no tienen salida.
Una opinión similar a la de Ana tiene Ricardo, de 50 años: “Sé que es un divague y feo”. Él acaba de alquilar una casa que está en una de estas calles, y confesó que fueron los tubos una de las cuestiones que más influyeron en su decisión de mudarse al barrio. “Hay muchas salidas rápidas para todos lados y esto te frena”, manifestó.
En La Horqueta se generó una división entre quienes están a favor de la medida y aquellos que se oponen. Por un lado, algunos vecinos sostienen que no se puede obstruir la libertad de tránsito; quienes están en la vereda de enfrente comentaron que prefieren anteponer la seguridad al libre movimiento. “Es discutible el tema porque hay visiones distintas, para mí las dos son válidas. En este caso, frente a que peligra nuestra vida y sabiendo que no se puede cerrar una calle, tomamos la decisión de hacerlo para privilegiar el derecho a la vida y la seguridad”, dijo Sarrot.
En la Junta Vecinal aseguraron que si bien “no siempre hubo un consenso del 100%” la decisión estuvo avalada por la gran mayoría de aquellos vecinos que vivían en las calles que se clausuraban y que los macetones que se colocaban de manera transitoria quedaban permanentes si no había reclamos. Sarrot explicó que el barrio está dividido en 23 nodos, cada uno compuesto por entre cuatro y cinco manzanas, y la Junta Vecina trabaja en conjunto con los coordinadores de esos sectores para tratar la problemática del lugar.