El laboratorio del investigador argentino José Polo genera miles de modelos de embrión sin necesidad de óvulos ni espermatozoides; servirán para estudios científicos; aclaran que el desarrollo no derivará en un ser humano.
Un equipo de científicos, liderado por el bioquímico argentino José Polo, ha creado pseudoembriones humanos sin emplear óvulos ni espermatozoides, sino a partir de células de la piel reprogramadas para volver a un estado embrionario. El avance, en las movedizas fronteras de la bioética, obliga a la sociedad a tener una conversación lo antes posible: ¿Qué estatus legal tienen estas pelotitas de células que imitan a un embrión humano pero no lo son?
El investigador argentino huye del término embrión artificial. “No queremos generar falsas expectativas ni que la gente piense que vamos a tener un ejército de clones dentro de un año. La tecnología no ha llegado a eso todavía”, subraya Polo, de la Universidad Monash, en Melbourne (Australia).
El bioquímico narra los primeros días tras la fecundación, cuando el óvulo y el espermatozoide forman una única célula todopoderosa, con las instrucciones para convertirse en una persona con 37 billones de células. El primer día tras la fertilización, el embrión solo tiene dos células. El segundo día ya son cuatro. El tercero, ocho. Y alrededor del sexto día se forma una estructura de poco más de 0,1 milímetros y unas 200 células llamada blastocisto. “Es como una pelota de fútbol que dentro tiene una pelota de tenis. La pelota de fútbol, cuando se implanta en el útero, es la que va a generar la placenta. Y la pelota de tenis es la que va a generar el bebé”, explica Polo.
El equipo del argentino ha tomado células de la piel y las ha rebobinado hasta un estadío similar al de las células del blastocisto natural, que son capaces de dar lugar a multitud de otras células especializadas: de sangre, de hígado, de músculo, de cerebro. Puestas en contacto, esas células reprogramadas interactúan y en seis días forman un pseudoembrión humano, una estructura del tamaño de un grano de arena a la que los autores denominan blastoide inducido o iBlastoide. Un solo experimento puede producir miles.
Límite
El grupo de Polo ha cultivado estos seudoembriones en el laboratorio hasta el equivalente de un blastocisto natural de unos 11 días. El consenso internacional, establecido en la investigación con embriones humanos sobrantes de las clínicas de fertilidad, marca una línea roja de 14 días, el momento en el que un embrión ya no se puede dividir para dar lugar a gemelos. El día 14 se podría ya manejar el concepto de individuo, aunque la realidad es que hasta el 75% de las fecundaciones exitosas se pierden en esas dos primeras semanas de embarazo, según los datos de Polo.
Los seudoembriones humanos abren la caja negra del desarrollo embrionario, de difícil acceso por los obvios límites éticos. “Los iBlastoides pueden servir de modelo de las dos primeras semanas, así que podemos estudiar qué mutaciones o qué toxinas hacen que este proceso falle”, opina el investigador. Su avance se publica hoy en la revista Nature. Otro equipo científico, liderado por el biólogo molecular chino Jun Wu, anuncia en paralelo en Nature la creación de seudoembriones humanos a partir de células madre embrionarias, derivadas de blastocistos naturales, gracias a la optimización de los protocolos de cultivo en el laboratorio.
Es la primera vez que se generan modelos completos del embrión humano, según subraya la bióloga española Marta Shahbazi, de la Universidad de Cambridge, en Reino Unido. La investigadora cree que este es un primer paso de una “revolución” que permitirá entender por fin los secretos del desarrollo humano. “No son embriones, esto tiene que quedar muy claro. Son simplemente modelos, que nos pueden ayudar a estudiar mecanismos específicos que no podemos estudiar con el embrión”, recalca Shahbazi, cuyo equipo logró en 2016 cultivar embriones humanos fuera del útero, en el laboratorio, durante más tiempo que nadie antes: 13 días.
Los seudoembriones humanos generados por los equipos de José Polo y Jun Wu no son funcionales, se deshacen con el paso de los días. Los equivalentes en ratones, implantados en el útero de las hembras, tampoco son viables. Todo apunta a que los seudoembriones humanos son incapaces de dar lugar a un bebé ni a nada que se le parezca. Shahbazi cree que “no hay ningún problema ético” en estudiar estas estructuras más allá de la línea roja de los 14 días. “No hay ninguna legislación que establezca cuáles son los límites para este tipo de investigación, porque es algo muy nuevo, pero claramente se pondrán límites. Estos modelos de embrión, ahora mismo, no podrían generar un organismo entero, pero quién sabe si de aquí a 10 o 15 años eso se va a conseguir”, apunta Shahbazi.
Debate
El equipo del biólogo español Alfonso Martínez Arias generó el año pasado, a partir de células embrionarias cultivadas en laboratorio, estructuras similares a un embrión humano de entre 18 y 21 días, pero sin la semilla del cerebro ni los tejidos que formarían la placenta. Martínez Arias, entonces en la Universidad de Cambridge, es uno de los referentes internacionales que en 2018 urgió a debatir los aspectos éticos de la investigación con modelos de embriones humanos.
El biólogo cree que los dos nuevos estudios son “un paso adelante, pero no un gran logro”, porque ambos modelos presentan todavía diferencias funcionales y estructurales con los embriones reales, además de células extrañas que no deberían estar ahí. “El objetivo final es sustituir el embrión temprano por estas estructuras que sortean el problema ético de tener que depender de embriones. Uno no puede andar tirando de embriones humanos como si comprara pipas”, sentencia.
Martínez Arias, recién incorporado a la Universidad Pompeu Fabra, en Barcelona, cree que los futuros modelos de embriones, ya perfeccionados, tendrán que regularse con las mismas reglas éticas que los embriones reales. El biólogo, no obstante, es partidario de borrar la línea roja de los 14 días, siempre que haya una buena justificación científica y estudiando caso por caso. “Hay que hacerlo con cuidado. Si se levanta en plan barra libre creo que se generará un montón de ciencia chabacana que busca los titulares en lugar de ciencia seria”, advierte.
La investigación con modelos de embriones humanos está en ebullición. El chino Jun Wu, ahora en la Universidad de Texas (EE UU), ya colaboró con el español Juan Carlos Izpisúa en la creación en 2019 de embriones artificiales de ratón a partir de una única célula de la oreja. Y otros dos laboratorios punteros, los de la polaca Magdalena Zernicka-Goetz y el chino Yang Yu, también han presentado en los últimos días los resultados preliminares de sus modelos de embriones humanos.
La jurista María Casado, fundadora del Observatorio de Bioética y Derecho de la Universidad de Barcelona, ya defendió en 2000 la investigación con embriones sobrantes de las clínicas de reproducción asistida. A su juicio, la clave es la idea de gradualidad. “¿Le damos la misma importancia a una persona, a un feto viable, a un embrión in vitro, a una célula germinal [precursora de óvulos o espermatozoides] y a una célula de la piel? La protección ha de ser gradual, no se pueden buscar soluciones de todo o nada”, opina. Casado pide “desdramatizar” y favorecer las investigaciones que generan beneficios para la salud humana. “Si con una célula de piel somos capaces de hacer un embrión, no vamos a proteger a las células de la piel como si fueran embriones viables”, zanja.
Casado, titular de la Cátedra Unesco de Bioética de la Universidad de Barcelona, también es partidaria de revisar la actual regla de los 14 días. “No podemos pretender regular las cosas de una vez y para siempre, como si estuviera escrito en el cielo”, afirma.