¿Por qué no llamamos terrorismo a lo que realmente es terrorismo?

«Puede que los asesinos sean lunáticos solitarios, pero quieren algo. Llámalo terror», destaca un columnista sueco.

¿A que viene ese empeño en las sociedades occidentales, dominadas por lo políticamente correcto, a no llatar terrorismo a lo que realmente es terrorismo y tratar de buscar siempre la “disculpa” de que el criminal tenía sus facultades mentales mermadas? Independientemente de cuáles sean sus motivaciones ideológicas, el odio, sea racista, ideológico, con motivaciones religiosas o simplemente humanas, está siempre presente. Y el actor se dedica a causar el terror.

Victor Malm, director cultural de del diario sueco “Expressen” escribe un interesante artículo sobre el atentado perpetrado en Örebro.

“En el momento de redactar este artículo, no sabemos nada sobre los motivos del autor (…)La ausencia de pruebas de motivos ideológicos se viene comunicando desde hace varios días como prueba de que la masacre no tuvo motivos ideológicos. Es en vano intentar detener la propagación de rumores de esta manera. Es ingenuo, estúpido o ambas cosas: la falta de información hace que los rumores se propaguen como la gripe invernal, y la información mal redactada daña la confianza pública. En las crisis, el lenguaje es crucial”, señala.

“Que el tirador no tuviera motivos ideológicos, como se afirmó en algunos medios de comunicación, también es una especulación, un rumor, una especie de distorsión cuando la única afirmación posible en realidad es: todavía no lo sabemos. Pero sabemos algunas cosas. La masacre del martes se puede describir así: un hombre entró en una escuela y mató a gente. Mientras ellos morían y sus familiares tenían sus vidas atadas a la violencia abominable de un hombre, él se aprovechaba de la sociedad, alejándola de su curso normal hacia algo más oscuro. Por supuesto que fue un acto de terrorismo”, subraya.

“Sin embargo, se sospecha que el asesino es un hombre blanco llamado Rickard Andersson . Y cuando un hombre blanco comete una masacre, la gente busca explicaciones distintas al terrorismo. Los terroristas son los otros”, enfatiza.

Destaca el columnista que “la renuencia a utilizar ciertas palabras también tiene que ver con el nuevo positivismo del diccionario sueco. En contextos oficiales, hemos comenzado a tener miedo de las palabras, del lenguaje, de cometer errores y de tener consecuencias. Con demasiada frecuencia, los medios de comunicación, los políticos y las autoridades tienen dificultades para llamar a las cosas por su nombre, y tratan la definición del diccionario de algo como “terrorismo” como un conjunto de criterios que deben cumplirse al pie de la letra antes de poder utilizar la palabra, independientemente de si la realidad frente a ellos grita “terrorismo” o no. Hemos dicho “tiroteo en la escuela”, “tiroteo masivo”, “asesinato en masa”, “masacre”, pero por alguna razón nos hemos negado a vincular estas acciones con el hecho de que históricamente siempre tienen un significado. Puede que los asesinos sean lunáticos solitarios, pero quieren algo. Llámalo terror”.

“En la vida cotidiana no hablamos de forma técnica y absurdamente cautelosa, sino en términos cotidianos. Esto debería ser indicativo. Un hombre que ataca una escuela comete un acto contra la sociedad abierta. Él nos está haciendo daño. Los motivos ideológicos concretos –si los hay– no son irrelevantes, ni mucho menos, pero es obvio que incluso sin ellos la sociedad vive el acto como terror. El terrorismo no necesita un programa ideológico; Puede ser puramente destructivo, un deseo de dañar o aterrorizar a una sociedad, a un grupo de personas, a una ciudad”.

“Muy a menudo se dirigen a nosotros como si fuéramos niños. Lo que escuchamos entonces es un lenguaje que no refleja la realidad: escuchamos a personas nerviosas en el poder que preferirían que el lenguaje reflejara ansiedad burocrática, legalismo o conveniencia ideológica. En el abismo intermedio, la desconfianza crece clara y verde”, concluye.