Más de 3.000 personas marcharon para repudiar el crecimiento del negocio de la droga y la violencia que eso genera.
El padre Joaquín Núñez está resfriado. Sabe que lo que más conveniente para su salud es quedarse en la capilla, protegido del frío que ahora le desacomoda el cuerpo. Pero explica que no podía faltar. Asentado hace 25 años en el barrio Bella Vista, en la zona oeste de Rosario, el religioso sintió que su deber era participar de la marcha multisectorial que ayer recorrió el centro rosarino reclamando que se ponga un freno contra el avance del narcotráfico, cada vez más instalado y extendido: en lo que va del año, causó más de un centenar de muertes en la ciudad.
Núñez asiste en la parroquia Nuestra Señora de la Consolación, donde las historias de droga y muerte son cotidianas. Hace pocos días, cuenta, debió velar a un chico al que bautizó y le dio la primera comunión. “Por lo visto, estaba trabajando en un quiosco de venta de droga. Y ahí fue donde lo bajaron”, se lamenta, mientras los militantes políticos enarbolan banderas a su alrededor. Velar a los jóvenes involucrados con el narcotráfico se ha convertido en una postal repetida para él. A tal punto, que durante ese velatorio debió suspender varias veces la ceremonia porque el enfrentamiento a tiros entre bandas narcos, a metros de su capilla, ponía en peligro a los familiares y amigos.
“ A mí me toca vivir la muerte de los adolescentes, de los pibes. De los llamados ‘soldaditos’. Están acorralados. El poder de la droga es muy grande. La droga viene para aniquilar a todos. No sabemos qué carajo hacer”, advierte con crudeza. Al sacerdote se le sumaron ayer más de tres mil rosarinos que ven cómo las redes del narcotráfico acumulan negocios y poder en la zona. Esa masa de gente recorrió diez cuadras para decirle “basta” a una mecánica de las organizaciones criminales que explica, en parte, los 106 asesinatos cometidos este año en el Gran Rosario. Solidaridad con las víctimas de ese flagelo y repudio a los poderes involucrados con el narcotráfico, formaron parte de las demandas.
A la marcha, que unió la plaza Pringles con el Monumento Nacional a la Bandera, se sumó un amplio abanico de partidos y agrupaciones políticas habitualmente enfrentadas; también asistieron la intendenta Mónica Fein, legisladores locales del kirchnerismo, representaciones sociales, gremiales, comunitarias y académicas. Y participaron el vicegobernador de Santa Fe, Jorge Henn, y al líder del Frente Progresista Cívico y Social, Hermes Binner.
El documento final leído al pie del Monumento celebró la decisión de que Rosario se movilizara “contra la narcocriminalidad y el narcotráfico”, calificado como un “macabro negocio”.
La intención de la marcha fue dejar, también, un claro mensaje de apoyo a los jueces y fiscales que investigan las redes de narcotráfico que operan en el territorio. En las últimas semanas, luego del asesinato de Claudio Cantero, señalado como el líder de la mayor banda dedica al comercio de drogas en Rosario, se aceleraron causas contra distintos grupos que operan en la ciudad.
Al juez Juan Carlos Vienna, quien investiga diversos asesinatos y delitos cometidos por esos grupos, le advirtieron que su cabeza tenía precio: 500 mil pesos. El mensaje involucraba además al ministro de Seguridad de Santa Fe, Raúl Lamberto, y al grupo de policías que trabaja en los allanamientos y operativos.