La ministra francesa de la Educación Superior ha pedido investigar una presunta colusión entre la izquierda radical y el islam político en la enseñanza universitaria, desatando la protesta de 600 universitarios que han pedido su renuncia. El trasfondo de la polémica es la confrontación entre el viejo universalismo laico francés y la influencia de los estudios decoloniales, venidos de los campus universitarios de Estados Unidos.
En francés se dice “l’islamo-gauchisme”, un concepto que puede traducirse como “islamo-izquierdismo”, y hasta ahí llega el consenso. Después se vuelve más complicado y depende de cómo se para uno en el espectro político.
Para Frédérique Vidal, ministra de la Educación Superior, su existencia es muy real, y tiene que ver con una alianza ideológica entre la izquierda radical y el islam político, que estarían “gangrenando la sociedad” e imponiendo su prisma en la investigación universitaria.
Por este motivo, ha pedido “una evaluación de toda la investigación que se realiza en nuestro país, ya sea la investigación sobre el poscolonialismo, por ejemplo”.
El término “islamo-izquierdismo” fue acuñado en 2002, en un libro escrito por el filósofo Pierre-André Taguieff titulado La Nouvelle Judéophobie (La nueva judeofobia).
Taguieff describía el vínculo entre algunos grupos de la extrema izquierda francesa y miembros de la comunidad musulmana del país a partir de protestas pro-palestinas que tuvieron lugar en París a principios de la década de 2000, donde “los neoizquierdistas (trotskistas, anarquistas y activistas profesionales antiglobalización) se codeaban con los islamistas (Hezbolá o Hamás), partidarios de la eliminación total de Israel”.
Esta alianza de circunstancia contra un enemigo común, el imperialismo, se vería hoy reflejada en distintos ámbitos del debate de ideas en Francia.
“La moda decolonial y pseudo-antirracista ha sustituido a la moda marxista y pseudo-antifascista”, explicaba recientemente Taguieff.
Además, el “islamo-izquierdismo” sería una importación de las universidades estadounidenses, donde los estudios de género y decoloniales de los campus norteamericanos cuestionan, en nombre del antirracismo, la tradición universalista y laica francesa, a la que ven como un sistema eurocentrista que perpetúa un “privilegio blanco”.
Fenómenos como la aparición de Black Lives Matter o Me Too, así como manifestaciones de la “cultura de la cancelación” de artistas y obras acusados de racistas o machistas en Francia serían la manifestación local más evidente de este movimiento de izquierda estadounidense.
En cuanto a la enseñanza, Vidal asevera que hay universitarios que dicen que “se les impide llevar a cabo sus investigaciones” si no coinciden con esta lectura de la realidad”.
“Se tiene que ir”
Las afirmaciones de Vidal han generado una airada reacción en las universidades. Más de 600 universitarios (profesores, investigadores…) exigieron su dimisión el sábado, en un artículo publicado por el diario Le Monde.
“Ella se tiene que ir. La ministra que descalifica la investigación y la enseñanza superior en nuestro país no puede seguir en el cargo”, dijo el eurodiputado ecologista Yannick Jadot.
“Es evidente que ha habido una complacencia individual, tanto en la derecha como en la izquierda, con las asociaciones que protegen una agenda salafista”. Pero el “islamo-izquierdismo”, “para mí no tiene que ver con ninguna realidad”, afirmó.
Jean-Luc Mélenchon, líder de la izquierda antisistema, denunció por su parte un intento de ejecer “una policía política del pensamiento” y dijo que no había que investigar “algo que no existe”.
El portavoz del gobierno trató este fin de semana de clausurar la polémica, deseoso de pasar a otro tema. Sin embargo, Vidal persistió este domingo en pedir una investigación “racional”.
¿Y el presidente francés en todo esto? Cuesta creer que Emmanuel Macron, diplomado de Filosofía, sea ajeno a la controversia. En octubre de 2020, el mandatario cuestionaba la importación de una lectura de la realidad venida de las universidades estadounidenses.
“Les hemos dejado el debate intelectual a otros, a los que están fuera de la República ideologizándola, pero a veces a otras tradiciones académicas. Pienso en la tradición anglosajona, que tiene otra historia y no es la nuestra. Y cuando veo hoy ciertas teorías de las ciencias sociales totalmente importadas de los Estados Unidos de América, con sus problemas, que respeto y que existen, pero que se suman a los nuestros, me digo que no nos falta razón al no hacer esa elección”, sostenía.