“Rat Island”, la isla ecológica que construye un argentino en Nueva York

Está emplazada en la única isla privada de las 44 que forman el archipiélago más caro de EEUU. El argentino Pablo Jendretzki lidera el proyecto que espera ser la nueva atracción verde para los neoyorquinos.

Cada año Nueva York presenta nuevos atractivos que la hacen una ciudad única. Una de las últimas novedades es la puesta en marcha de un proyecto para la creación de un campamento ecológico en la única isla privada de las 44 que forman el archipiélago donde se ubica Manhattan. El arquitecto argentino Pablo Jendretzki es el encargado del diseño de este espacio que promete relax a 30 minutos de Central Park.

Rat Island, emplazada en la costa de City Island en el Bronx, es propiedad de Alex Schibli, un ingeniero de origen suizo que durante sus años de trabajo para la Autoridad Portuaria del la ciudad soñaba con tener este espacio único a 10 minutos en canoa de la costa. En 2011 venció a otros siete postores en una subasta y adquirió la isla por u$s 176,000 y durante los últimos años la utilizó para picnics familiares y salidas privadas hasta que su historia apareció en la prensa local.

En ese momento, Pablo Jendretzki leyó la historia y buscó contactarse con Schibli para asociarse y hacer escalar ese proyecto familiar en un hotel boutique verde o campamento ecológico. “En el artículo decía que al dueño le gustaría eventualmente construir algo. Entonces pensé, tengo que ser la persona que haga esto”, recuerda el arquitecto en diálogo con ámbito.com.

Si bien hubo un primer intento que no prosperó, insistencia mediante, buscó el teléfono particular del dueño en la guía y lo llamó. “Tuvimos muy buena onda en esa llamada y 24 horas después estaba en su casa hablando de la posibilidad de diseñar algo”, completa.

Días atrás se presentó formalmente el proyecto que promete ser un espacio único para los ciudadanos de la ajetreada capital cosmopolita. Como ese espacio de una hectárea y media es en su mayoría rocoso, se diseñó una red de unos 20 bungalows flotantes conectados entre si y un pequeño muelle.

“Estamos obligados que sea sustentable porque no llega electricidad y no hay cloacas”, explica Jendretzki. Por ese motivo, las construcciones contarán con energía solar y se utilizará la recolección de agua de lluvia para abastecer baños y duchas. También se planea generar energía a través de las olas para cargar baterías. “La idea es que no entre ni salga ningún tipo de energía que no esté autogenerada”, advierte sobre su iniciativa a la que califica como sustentable al máximo.

El proyecto se encuentra en sus etapas iniciales en donde están abocados a la aprobación de permisos para la construcción elevada y tras la difusión de lo que será el emprendimiento (ver video) comenzaron a aparecer inversores. Según Jendretzki hay al menos 10 personas interesadas aportar para generar un fondo de entre 3 y 4 millones de dólares que es el presupuesto estipulado. “Se enamoraron de la idea y piensan que puede ser algo muy lucrativo”, asegura.

Con respecto a los potenciales huéspedes, se piensa que sea un público de clase media que busque escaparse de la ciudad y que tengan interés en lo ecológico. Destaca además la cercanía del centro de Manhattan -a un subte de distancia- y lo describe como un lugar ideal para relajarse o realizar eventos familiares.

El dueño y el arquitecto planean una inauguración en 2021 y estiman un costo promedio de u$s 500 por noche por cabaña, un valor que está en el promedio de las habitaciones de los hoteles cuatro estrellas de la ciudad. “Buscamos que sea inclusivo y preferimos tenerlo lleno a estar sin nadie”, advierte.

Sobre el final Jendretzki destaca la importancia de las construcciones sustentables en la ciudad donde vive hace 30 años. “Para aprobar un plano en Nueva York hay que probar que están usando menos energía de la que se usaba hace 10 años”, ejemplifica. En el caso de la isla a la que califica como una “oportunidad única” se conjugan las ganas de hacerlo tanto del dueño como de su estudio, con la necesidad de encararlo desde este punto de vista. “No solo intencionalmente se lo quiere hacer, sino que estamos obligados. Es un doble incentivo”, concluye entusiasmado.