La Presidente no construyó un relato, se construyó uno, a su imagen y semejanza. Lejos de la realidad, de la historia, del presente y del futuro. Y cada vez, más lejos de la razón.
Cristina pasó por Tucumán, ese Tucumán hoy impresentable donde el gobernador impide los estudios de ADN que demostrarían lo que toda la provincia sabe: que su hijo es el matador (o uno de los matadores) de Paulina, la joven por la que todos piden justicia. El padre de Paulina Lebbos e integrantes de la comisión de “Víctimas de Impunidad” y del Partido Obrero fueron agredidos por la policía cuando quisieron ingresar a la Plaza Independencia, lugar donde Cristina Kirchner encabezó el acto por el 9 de Julio en compañía del gobernador José Alperovich.
La idea inicial de Lebbos era realizar una marcha pacífica y respetuosa en reclamo por el crimen de su hija, ocurrido en 2006, tal como suele hacerlo todos los martes, aprovechando esta vez la visita de la Primera Mandataria. Pero el intento de entrar a la plaza se vio obstaculizado por el cerco policial ubicado en las calles 9 de Julio y San Lorenzo. Allí se produjo el enfrentamiento entre los efectivos y los manifestantes.
Cristina lo supo; fue imposible no enterarse de lo que ocurría a 10 km. a la redonda. Sin embargo, no solo prefirió ignorarlo sino que optó por apoyar al gobernador tucumano cuestionado, acostumbrado a comprar voluntades con cargos y dinero que no le pertenecen pero que maneja como si fueran propios.
Ocurre que Alperovich cumple con uno de los requisitos que más cotizan hoy en el entorno presidencial: no parece dispuesto a saltar del barco, como se ha hecho común en tantos fanáticos de ayer que devinieron en conversos de hoy. Es claro que no podría hacerlo. Sus cuentas pendientes con la Justicia no pasan por los delitos políticos que se han vuelto tan habituales por estos días, sino por figuras del Código Penal a las que la sociedad está dispuesta a prestar menos olvido y perdón. Entre ellas, la trata de personas; más allá de la oprobiosa presencia de Susana Trimarco, madre de Marita Verón, que ayer lo acusaba y hoy cambió trajes de firma y buen nivel de vida por humillantes aplausos a quien ya no es “el asesino de su hija”. Los hechos de corrupción y los homicidios de “los hijos del poder” ya no son cosas que la ciudadanía esté dispuesta a pasar por alto.
Ya lanzada al País de las Maravillas, la Mandataria habló de “la maravillosa ley de abolición de la esclavitud” lograda por Abraham Lincoln, olvidando en el desván de los recuerdos a la Asamblea del Año XIII que terminó con la esclavitud 53 años antes. Sí, mi querido lector, no ha leído usted mal. Cristina elogió una ley de básica humanidad que en EEUU, país que tanto critica, fue votada medio siglo después que en el nuestro. Pero ello poco importa si tenemos que escribir la historia según una película que en sus desvelos no twitteros vio “la Reina”, y le gustó.
“Hay algunos que creen que guardándose algo de la cosecha nos van a correr. No me van a correr ni voy a tomar decisiones equivocadas“, sostuvo Cristina Kirchner, refiriéndose a lo ocurrido en los últimos días con el trigo. “Tener plata no te hace más inteligente“, precisó, olvidándose seguramente que quien se ha quedado con “algo de la cosecha” es el gobierno que preside, imponiendo derechos de exportación por arriba del 35%; algo que en cualquier nación de la Tierra y en cualquier circunstancia es expoliatorio.
En Argentina, la carga fiscal total sobre la producción agropecuaria llega al 64%, lo que suena mucho a quedarse con “algo” del trabajo y la inversión ajena. Pero hay que reconocer que Cristina cuenta con un auditorio que va a mirarla sin verla o a oírla sin escucharla. A lo largo de su vehemente perorata acerca del propio vivir, llegó a afirmar que entregará subsidios por 70 millones a 60 mil productores azucareros, lo que despertó una ovación en el auditorio. Setenta millones, sesenta mil productores. Algo así como $1012 por productor, lo suficiente para tres cargas de tractor.
¿Quién es más inimputable? ¿El gobernante que anuncia semejante estupidez o la gente que aplaude frenética tal desmán? No me atrevería a decirlo; como no me animaría a afirmar que esa ciudadanía (?) está en condiciones de elegir lo que es mejor para un país que se cae a pedazos.
Hemos dicho muchas veces que esta democracia, con este criterio de representación y de elección, no nos sirve para nada. Si luego de 30 años de “esto”, el dinero de los argentinos en el circuito ilegal casi cuadriplica a las reservas del BCRA (que, se supone, sostienen el efectivo circulante) es porque algo está fallando. Y ese algo es la confianza en el país. Durante estas últimas tres décadas, la Argentina tuvo buenos y malos momentos, pero en ninguno de esos momentos los argentinos confiamos en nuestra patria.
Siempre, sin excepción de un solo día, nuestro dinero “negro” ha superado holgadamente a aquel que casi por obligación tenemos que declarar. Y eso tiene un solo responsable: el gobernante de turno.
No creemos en nuestros dirigentes porque sabemos que en nuestro país la política lleva implícita la corrupción, el latrocinio, el robo descarado. Por eso ponemos nuestras cosas a resguardo, aunque parezca que todo está bien. 142.000 millones de dólares están “afuera” del sistema, 41.000 millones son las reservas. Punto, nada más que decir.
Cristina tiene, al menos, un atenuante: es claro que no se encuentra en sus cabales. La Presidente hace mucho que perdió contacto con la realidad, y ya se hace evidente que no puede (ni debe) seguir adelante con su delirio. Todo parece indicar que octubre pondrá un freno definitivo a este “cesarismo” tan vacuo como peligroso.
Pero no se trata solo de un cambio de nombre. Ni siquiera de evitar imágenes de triste patetismo como las que nos llegaron del Tucumán fundacional convertido hoy en tierra de proxenetas, ladrones y desvaríos. Se trata de encontrar, tres décadas después, un sistema que merezca llamarse “democracia” y que nos ponga a resguardo de todos ellos; y también de los que solamente piensan en su futuro personal, su fortuna y sus delirios.
En definitiva, un sistema que no nos llene de vergüenza en cada Cadena Nacional ni nos mortifique en cada elección. ¿Me entiende? Claro que me entiende.