Las nuevas herramientas están transformando los procesos productivos en los dos eslabones más importantes: reducir el tiempo y abaratar costos.
Cuando en 2013 se difundió la noticia de que se había logrado fabricar la primera arma de fuego con una impresora 3D, el mundo se puso en alerta. Pero esta iniciativa no fue llevada adelante por un grupo de especialistas, sino por un jóven estudiante de abogacía y defensor de la portación de armas en Estados Unidos.
Esta construcción fue lograda con solo 16 piezas y un montaje manual. De a poco, y con una presentación por demás polémicas, las impresoras 3D dejaron su lugar de “fábricas de juguetes” para ser cosa seria.
“Sabemos que la tecnología avanza mucho más rápido de lo que esperamos. Así que al estar un paso delante de los desarrollos tecnológicos, esperamos y creemos que podremos aventajar los criminales también”, dijo en aquel entonces Victoria Baines, directora de prevención y estrategia de Europol. Y no se equivocaba.
A partir de ese momento, las impresoras 3D tomaron un nuevo rol en las industrias. Ya no servían -solo- para imprimir pequeñas piezas de decoración, sino que se empezaban a acoplar como una herramienta para transformar la forma de producir.
“El 2013 fue un año de quiebre porque las industrias empezaron a darse cuenta que podían transformarse a partir de conseguir repuestos de forma económica y rápida”, explica a iProUP Nicolás Berenfeld, cofundador de Trideo, una empresa que ofrece servicio de impresión 3D para empresas y particulares.
“Fue el hecho que cambió la perspectiva de la gente sobre lo que se puede imprimir, especialmente con objetivos funcionales. Esto abrió la conversación aunque haya sido por un tema delicado”, afirma.
Con el auge de las impresoras, Berenfeld se unió en 2014 con los ingenieros Simon Gabriac y Laurent Rodriguez para crear esta compañía que, en un principio, quería difundir sobre el abanico de posibilidades. Pero vieron que el negocio iba por otro lado.
A partir de ahí pusieron el foco en la venta de equipos fabricados por ellos mismos, con modelos opensource y desde sus casas a partir de planos disponibles online. “En ese momento era complicado traer los componentes para armarlos, pero pudimos empezar a generar nuestro proyecto porque vimos que había una demanda latente”, suma Berenfeld. Y ahí empezaron a palpar el negocio: los servicios para la industria.
Pensar en grande
Con su base de operaciones puesta en Buenos Aires, los fundadores de Trideo descubrieron cómo lo que ellos veían como una oportunidad de difundir una tecnología disruptiva podía ser un gran negocio. “Vimos un interés creciente de las Pymes y del sector industrial, no solamente imprimir cosas pequeñas, sino para prototipar para estudios de diseño, piezas para fundición que sirven para hacer modelos”, asegura Rodríguez.
Con este plan en marcha, comenzaron a aparecer otras opciones, como la posibilidad de fabricar repuestos para grandes maquinarias. Este desarrollo tiene sus particularidades: si los componentes no requieren una resistencia mecánica o térmica, desde Trideo son capaces de solucionarles problemas -en tiempo y dinero- a las compañías. A diferencia de las tradicionales, que pueden tardar hasta dos meses en fabricarse, las piezas en 3D puede estar de un día para el otro y en cantidad.
No importa que tengan una vida útil más corta, en los negocios lo que vale es el tiempo y el dinero: “Si la podés fabricar en una planta o contratar a un servicio de impresión que te haga 20 de una, estás cubierto a futuro”, asevera Gabraic. Para lograrlo, la firma tiene dos formas de trabajar: con modelos 3D entregados por el cliente o con modelados complejos.
Asimismo, la posibilidad de personalización que entregan estas herramientas de impresión permite expandir el mercado hasta límites que hace años eran impensados. Inclusive para la industria de Internet of Things (IoT), donde se desarrollan elementos a medida que ninguna otra fábrica genera por lo incipiente del mercado.
Con 10 empleados y 40 kg de plástico utilizado por semana, Trideo busca formar su propia “granja de impresión”, donde se produzcan hasta 10.000 productos por cliente.
Tu casa, en 24 horas
Pero fabricar repuestos no es la única utilidad de las impresoras 3D. A nivel global empezó una tendencia que gana cada vez más fuerza por los mismos principios: ganar tiempo y ahorrar dinero.
Newlink Capital es una empresa argentina que persigue la innovación en el ámbito inmobiliario. Este firma tiene un grupo de cinco emprendimientos que buscan transformar la industria a partir de desarrollos tecnológicos. Entre sus soluciones, se destaca la licencia para operar la primera impresora 3D para el real estate.
“Vimos cómo los inversores pueden aprovechar sus posibilidades de inversión para democratizar el mercado del real estate”, asegura a iProUP el CEO y fundador, Damian Lopo, y agrega: “Nuestro objetivo principal es ver cómo solucionar el siempre presente problema de vivienda, y que la gente pueda tener su casa rápido y barato”.
En ese camino de innovación, tecnología y disrupción, la compañía hizo una ecuación sencilla: mientras más tiempo se tarda, más altos son los costos.
¿Pero cómo funciona? A diferencia de las grandes grúas que ya operan en China para construir casas, Newlink patentó la primera impresora “onsite” (en el sitio y transportable) del mundo para trabajar en Argentina.
Con la promesa de construcción rápida, esta plataforma permite crear la base de la casa (aberturas, pisos, paredes, divisiones y techo) en solo 24 horas. En el proceso tradicional, esto demanda a unas 10 o 15 personas de mano de obra y 30 días de construcción.
“Con esta herramienta se hace un 80% más rápido y un 40% más barato, con solo dos operarios”, afirma el CEO.
El objetivo está puesto en Argentina: el déficit habitacional alcanza a 3,5 millones de hogares (un 70% es de carácter cualitativo por hacinamiento, falta de infraestructura y de servicios, entre otros; y el 30% restante cuantitativo, o sea, necesidad de vivienda nueva), según Alejandro Besuschio, director ejecutivo Fundación Vivienda Digna.
“La innovación sirve si se crean cosas que a la gente le sirva. Por eso la idea es que todos puedan tener su casa sin financiamiento de los bancos ni del Estado, sino por crowdfunding. La clave es articular mecanismos financieros y herramientas que interactúan”, agrega el CEO.
Con fecha tentativa para diciembre de 2019, la máquina puede armar casas hasta 132m2 de una sola “tirada”, pero con la versatilidad propia de los diseños en impresoras 3D. “Usamos la tecnología para solucionar un problema central del país”, completa Lopo.
Era de desafíos
Con promesas de revolucionar el mercado, las impresoras 3D ya son una realidad. Si bien su impacto todavía pasa desapercibido a escala macro, estas innovadoras herramientas ya comenzaron a transformar la industria a partir de diseños personalizados, económicos y de rápida producción.
Argentina ya tiene sus referentes, aunque hay mucho camino por andar: “Tiene que madurar pero cada vez hay más empresas a las que les interesa y entienden esta tecnología y ven cómo aprovecharla”, explica Berenfeld, y agrega que “la clave está en maximizar el uso para proveer soluciones que transformen los procesos productivos”.
A su vez, el impacto en el mercado laboral provocará transformaciones hacia distintos rumbos, donde la especialización en el entendimiento de esta tecnología será crucial. “Muchas veces se piensa en cómo la robotización deja a la gente sin trabajo. Pero hay que mirarlo del otro lado: usar las 20 personas que requería hacer una sola casa se puede transformar en 10 equipos que creen 10 casas al mismo tiempo. El desafío no es contratar menos gente, sino multiplicar las herramientas para tener un impacto mayor”, finaliza Lopo.
La tecnología ya está sobre la mesa. Es cuestión de tiempo ver cómo las distintas industrias se adaptan a los cambios y desafíos que conlleva la nueva revolución industrial.