En los próximos seis meses la versión 1B se terminará de integrar en la planta de la empresa estatal, en Bariloche. El primero de la constelación ya gira a 620 kilómetros.
A 600 kilómetros de la superficie de la Tierra, el último satélite salido de la fábrica de Invap viaja a 20.000 kilómetros por hora en una órbita que corta la línea del Ecuador de manera perpendicular y pasa por los polos. La velocidad es tal que cada 24 horas da 15 vueltas en torno del planeta y cada 16 días barre el mismo exacto punto de la superficie. El gemelo de este aparato que gira desde hace meses está en la fase final de fabricación en Bariloche.
Estos satélites, al igual que los Arsat, son fruto de la inteligencia, la ciencia y la tecnología argentinas. El dueño es la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae), que comparte con la rionegrina Invap el padre fundador, Conrado Varotto.
Y uno de los constructores es además una empresa del Estado nacional llamada Veng que, con 450 empleados, es muy similar a Invap, aunque menos diversificado: apunta a la industria aeroespacial.
En Córdoba funciona este polo de desarrollo espacial, donde se integró la antena SAR (las siglas en inglés de “radar de apertura sintética”), que es el objeto más importante del satélite.
La antena se integrará en Bariloche al cuerpo principal del satélite, que construye Invap.
Se trata de un componente tan sensible a las emisiones que la integración entre la antena y el cuerpo del satélite se hace en la cámara anecoica que, dentro del edificio de Invap, tiene el Centro de Ensayos de Alta Tecnología (Ceatsa), una sociedad entre la empresa rionegrina y la estatal nacional Arsat creada para poder someter los satélites a las condiciones que luego deberán soportar en el lanzamiento y, luego, en su vida en el espacio.
La cámara anecoica absorbe las ondas acústica y las electromagnéticas. Y es tan hermética y aislada que no entra ningún sonido del exterior.
Los Saocom 1A y 1B conforman una constelación junto con la agencia espacial italiana, que aporta también dos satélites.
Toda la misión (los dos satélites y las instalaciones en tierra para su operación) cuesta unos 600 millones de dólares.
Alrededor de la Tierra giran unos 3.500 satélites registrados en funcionamiento, pero hay otros miles de objetos que son basura espacial, a la que en un plazo no muy largo habrá que prestarle atención.
Josefina Peres, jefa alterna del proyecto Saocom en la Conae, explicó a “Río Negro” que uno de los primeros desafíos que tuvieron con la versión 1A fue eludir uno de estos objetos que, como la nave del Capitán Beto, están condenados a flotar en el espacio.
Hay una especie de regulación estadounidense que, en sociedad con otra europea, advierten cuando un satélite está por colisionar con alguno de los objetos que giran en torno del planeta. Y entonces hay que maniobrar con los propulsores que tiene el Saocom en una operación que es casi a ciegas y requiere una precisión milimétrica (eludir sin salirse de la trayectoria).
Esa operación se hace desde el Centro Espacial Teófilo Tabanera, ubicado a 30 kilómetros de la ciudad de Córdoba.
El Saocom 1B será lanzado entre diciembre y febrero desde Cabo Cañaveral, en Florida, al sur de Estados Unidos.
Aunque con el ritmo que el ahogo presupuestario impone, Conae mantiene su plan de desarrollo de un cohete lanzador propio, el Tronador.