Los investigadores utilizaron datos de 11.351 participantes, a los que estudiaron durante 19 años. La edad promedio fue 60.
Hacer 150 minutos de ejercicio por semana durante al menos seis años consecutivos durante la mediana edad reduce más de un 30 por ciento el riesgo de sufrir insuficiencia cardíaca, según un estudio realizado por investigadores del hospital universitario norteamericano Johns Hopkins Medicine, que analizaron más de 11.000 adultos durante 19 años. El estudio, publicado en la revista “Circulation”, demostró además que pasar seis años sin realizar actividad física durante esa etapa de la vida se relaciona con un mayor riesgo de ese trastorno, que según estadísticas oficiales se convirtió en los últimos 20 años en la principal causa de muerte en la Argentina.
“En términos cotidianos, nuestros hallazgos sugieren que realizar los 150 minutos recomendados de actividad moderada a vigorosa cada semana en la mediana edad, como caminar rápido o andar en bicicleta, puede ser suficiente para reducir el riesgo de insuficiencia cardíaca en un 31 por ciento”, explicó Chiadi Ndumele, profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins y autor principal del informe.
Agregó que “asimismo, pasar de ningún ejercicio a niveles de actividad recomendados durante seis años en la mediana edad puede reducir el riesgo de insuficiencia cardíaca en un 23 por ciento”.
“La población de personas con insuficiencia cardíaca está creciendo, ya que cada vez viven más y sobreviven a ataques y otras formas de enfermedad cardíaca”, dijo por su parte la becaria de Cardiología de esa universidad Roberta Florido.
Y, apuntó que a diferencia de otros factores de riesgo de enfermedad cardíaca, como la presión arterial o el colesterol alto, “no hay medicamentos específicamente efectivos para la insuficiencia cardíaca, por lo que debemos identificar estrategias para la prevención”.
“Lo que sí existe son los bloqueadores beta y algunos inhibidores pero son medicamentos de prevención secundarios, es decir, que trabajan para reducir la carga de trabajo del corazón una vez que la disfunción ya está presente”, precisó.
Varios estudios, comentó Florido, sugieren que las personas más activas físicamente tienen menores riesgos de insuficiencia cardíaca que aquellas menos activas pero se sabía poco sobre el impacto de los cambios en los niveles de ejercicio en el tiempo y su relación con esa condición cardiológica.
“Por ejemplo, si usted es sedentario la mayor parte de su vida pero luego comienza a hacer ejercicio en la edad madura, ¿eso disminuye su riesgo de insuficiencia cardíaca? O bien, si está activo la mayor parte de su vida pero luego deja de estarlo en la edad madura, ¿aumentará el riesgo?”, graficó.
Para abordar esas preguntas, los investigadores utilizaron datos de 11,351 participantes, a los que estudiaron durante 19 años. La edad promedio era 60, el 57 por ciento eran mujeres.
Los participantes fueron monitoreados anualmente durante eventos de enfermedad cardiovascular como ataque cardíaco, accidente cerebrovascular e insuficiencia cardíaca mediante entrevistas telefónicas, registros hospitalarios y certificados de defunción. En el transcurso del estudio, hubo 1.693 hospitalizaciones y 57 muertes por insuficiencia cardíaca.
Además, en la primera y tercera visitas, realizadas con seis años de diferencia, cada paciente completó un cuestionario que le pedía que evaluara sus niveles de actividad física, que luego se clasificaban como deficientes, intermedios o recomendados según las pautas de la Asociación Estadounidense del Corazón.
La cantidad “recomendada” es de al menos 75 minutos por semana de intensidad vigorosa o al menos 150 minutos por semana de ejercicio de intensidad moderada. De uno a 74 minutos por semana de intensidad vigorosa o de uno a 149 minutos por semana de ejercicio moderado por semana se cuentan como actividad de nivel “intermedio”. Después de la tercera visita, el 42 por ciento de los participantes (4,733 personas) dijo que realizaba los niveles recomendados de ejercicio; el 23 por ciento (2.594 personas) dijo que realizaba niveles intermedios, y el 35 por ciento (4.024 personas) dijo que tenía niveles pobres de actividad. Así, hubo una disminución del riesgo de insuficiencia cardíaca del 31 por ciento entre la primera y la tercera visita, que aumentó un 18 por ciento en los 2.530 pacientes que reconocieron haber disminuido el nivel de actividad en ese lapso.