Luisa Sánchez Sorondo es la madre del bebé que recorrió el mundo después de haber sido el primer beso de Francisco como Papa. Contó en la 99.9 desde Roma como llegó José María Bossa Sánchez Sorondo a los brazos de Jorge Bergoglio y además, se refirió a la beatificación de María Antonia de Paz y Figueroa, por lo que está trabajando en estos momentos.
Después de la asunción del Cardenal Bergoglio como el Papa Francisco, su recorrido por la Piazza San Pietro en el Papamóvil quedó marcado por algunos hechos en particular. En principio que los vidrios de protección no estuvieron, como sí había sucedido con Juan Pablo II y Benedicto XVI.
Pero también se destacaron dos imágenes muy fuertes en el recorrido, una fue cuando Francisco se bajó del Papamóvil para besar a un joven enfermo y también cuando besó a un bebé que, casualmente era argentino. Su nombre era José María Bossa Sánchez Sorondo y su familia tiene una historia particular.
Su madre, Luis Sánchez Sorondo, habló desde Roma sobre ese momento y su intención de beatificación de una argentina, en la 99.9: “Venía trabajando a pedido de Bergoglio en la beatificación de María Antonia de Paz y Figueroa y cuando salió lo del Papa veníamos a Europa porque mi marido es portugués y justo nació José. Veníamos a que lo conociera la familia de él”, destacó.
Su idea se pudo cumplir y para ello tuvieron que esperar: “siempre tuve la esperanza de que el Papa lo iba a alzar, pero para eso tuvimos que llegar a la Plaza San Pedro muy temprano porque había mucha gente. Viaje con mi marido, mi hija Francisca de 4 años y José de 1 año. No pudimos acomodarnos adelante, estábamos dos filas más atrás”.
Al momento del paso del Papa Francisco, acudió a la ayuda de quienes estaban allí para que se diera la imagen que recorrió el mundo: “el Papamóvil por una cuestión de seguridad pasaba muy rápido porque no tenía vidrios ni protección. En ese momento les pasé a unas monjas que estaban adelante a José y ellas se lo pasaron a la gente de seguridad y lo besó. El no tenía idea que era argentino el niño”.
El hecho de conocer a Bergoglio y de que además ya estaban en contacto con él por la beatificación de Paz y Figueroa, los llevó a que tuvieran un momento a solas para compartir con Francisco: “al otro día tuvimos una audiencia privada con Francisco y ahí le explicamos que el primer beso que dio como Papa era el descendiente más joven de María Antonia de Paz y era la beatificación por la cuál yo estaba trabajando”.
Su trabajo está en pleno desarrollo y están muy cerca de obtener la beatificación que buscan. Sobre la historia de María Antonia de Paz y Figueroa, Sánchez Sorondo explicó: “es una laica argentina que nació en 1730 en Santiago del Estero. Era una persona de muchas agallas, se vino caminando hasta Buenos Aires porque habían echado a los jesuitas y consideraba que se había quedado un agujero muy grande de cultura, educación y espiritualidad. Llegó a Buenos Aires para pedirle al Virrey comenzar de nuevo los ejercicios espirituales, pero se lo niega porque tenía orden del Rey de expulsarlos”. Luego abundó: “persistió un año entero hasta que se cansó y les dijo a los seguridad que al otro día iba a explotar el Fortín de Buenos Aires y eso sucedió. Cuando el Virrey vio que eso había sucedido, le concede la autorización y con el dinero que pudo juntar hizo la Casa de Ejercicios Espirituales que está en Independencia y 9 de Julio, uno de los edificios más antiguos de Buenos Aires”.
Además, agregó otros datos destacados y que serán tenidos en cuenta en el Vaticano: “sería la madre espiritual del padre Brochero que se beatifica el 14 de septiembre. Ha hecho muchos milagros y estamos en la última etapa de la beatificación. Era jesuita en el sentido de que trabajaba con ellos y hacía las cosas prácticas, pero es laica. Era una mujer de avanzada en ese tiempo. De hecho su familia no la quiere ver nunca más por la decisión que toma”, puntualizó.
Ha sido toda una revolución la designación de Bergoglio como Papa y esto generó muchas cosas, como la que vivió Luisa y su familia: “estuvimos cuando se reunió con unos pocos argentinos y los obispos, cantamos unos tangos y unas zambas. Fue al día siguiente de la misa y agradeció a muchos de los que estábamos allá. Nos dijo que nosotros no podíamos creerlo y él tampoco”, finalizó.