El país se convierte en el primero del mundo en incorporar esta herramienta de alta tecnología a su programa de identidad nacional digital.
En épocas inciertas, Singapur quiere que no haya lugar a dudas sobre su apuesta por la innovación tecnológica. La ciudad-Estado asiática ha lanzado un programa de verificación facial integrado en su carné de identidad digital, algo inédito en el mundo. Una iniciativa aplaudida y temida a partes iguales: mientras para sus promotores es un avance inequívoco que será emulado por otros países, sus críticos lo consideran una herramienta invasiva que puede dar lugar a abusos por parte de un régimen semiautoritario.
El sistema se ha incorporado al documento nacional de identidad digital –conocido como SingPass (“Singapore Personal Access” o “Acceso Personal de Singapur”)–, que desde 2003 permite a unos 3,3 millones de ciudadanos de Singapur, algo más de la mitad de su población total, conectarse a más de 400 servicios públicos y privados. La idea es que los usuarios puedan optar por un escáner facial biométrico (SingPass Face Verification) para acceder a dichos servicios a través de sus móviles y ordenadores. De momento, esta posibilidad está siendo probada en cabinas dispuestas por la Agencia Tributaria de la isla y el mayor banco de Singapur, DBS. Los habitáculos están pensados para los habitantes que no dispongan de un smart phone.
El objetivo es hacer la experiencia más sencilla y rápida; en vez de memorizar e introducir una contraseña, el test escanea el rostro de la persona y lo compara con su base de datos. El sistema utiliza una tecnología de autentificación biométrica en la nube desarrollada para la Agencia Tecnológica del Gobierno de Singapur (GovTech) por la empresa británica iProov. Según la compañía, esta técnica no solo confirma la identidad del usuario, también verifica que se trate de una persona real y no, por ejemplo, de una fotografía o una máscara.
“Se trata de la primera vez que un sistema de verificación en la nube es utilizado para un documento de identidad nacional”, ha afirmado el consejero delegado de iProov, Andrew Bud. Aunque muchas agencias gubernamentales (como la de Sanidad de Reino Unido o Seguridad Doméstica en Estados Unidos) utilizan sistemas de verificación facial, solo Singapur se ha lanzado a incorporarlo al carné de identidad nacional. Hasta ahora se trata de una tecnología empleada con más frecuencia en controles de aeropuertos, para el desbloqueo de móviles o el acceso a cuentas bancarias digitales.
Distinto del reconocimiento facial
Su diferencia fundamental con los sistemas de reconocimiento facial es que los últimos no requieren del consentimiento del escaneado –mientras los de verificación sí– y suelen utilizarse para fines más subrepticios, como seguir la pista de posibles criminales en espacios con cámaras instaladas que fotografían indiscriminadamente. “El reconocimiento facial tiene todo tipo de implicaciones sociales. Pero la verificación facial es extremadamente benigna”, defiende Bud.
Una afirmación que no cuenta con un respaldo unánime. Si bien el Gobierno de Singapur asegura que el sistema de verificación elegido está diseñado teniendo la “privacidad en mente”, organizaciones por los derechos digitales muestran preocupación por su potencial como método de vigilancia y el desequilibrio que puede crear entre estado e individuo. “No hay nada benigno en una forma de vigilancia que es intrínsecamente invasiva y que se ha demostrado en varias ocasiones ineficaz o incluso discriminatoria hacia personas de color o mujeres”, critica Ioannis Kouvakas, del grupo Privacy International, en declaraciones a Thomson Reuters Foundation.
Unos temores ampliados por otras iniciativas de Singapur, que, como SingPass Face Verification, también se plantearon bajo el paraguas de su megaproyecto Smart Nation (Nación Inteligente), lanzado en 2014 para impulsar la innovación tecnológica. El país, gobernado por el Partido de Acción Popular (PAP) desde su independencia en 1965, anunció en 2018 su intención de instalar en los años siguientes cámaras con sistemas de reconocimiento facial en las 110.000 farolas de la isla con fines como ayudar en operaciones antiterroristas. Expertos en seguridad y organizaciones de derechos humanos alertaron entonces de la posibilidad de que Singapur se convirtiera en un Estado vigilante, al estilo de China, advirtiendo en particular acerca de su posible uso para cercenar la libertad de expresión y asamblea. Unas libertades ya muy coartadas en la isla, que solo permite las protestas de participación limitada, en un parque concreto y bajo permiso previo, y que mantiene un férreo control sobre la prensa local.
El Gobierno singapurense se mantiene ajeno a las críticas. Las autoridades aseguran que la tecnología de verificación facial para su DNI digital solo almacena la información indispensable, y que la imagen se destruye de los servidores oficiales a los 30 días. La isla permitirá a organizaciones privadas integrar el SingPass Face Verification, ahorrándoles el coste de desarrollar sus propios sistemas. “Estará disponible para todo negocio que lo quiera, siempre y cuando cumpla con los requisitos del Gobierno, que son la notificación al usuario y su consentimiento”, matiza Kwok Quek Sin, portavoz de GovTech. Sin embargo, aseguran que ninguna información personal será compartida en este trámite. Solo se facilitará el resultado del escaneo de la imagen para saber si es apta o no. “Continuaremos expandiendo nuestros servicios a organizaciones privadas para acelerar la digitalización de Singapur”, avanza Kwok .
La apuesta es una tecnología “fundamental” para el desarrollo de la economía digital nacional, según el Gobierno. Mientras que iProov cree que supondrá un “punto de inflexión” en el uso de estos sistemas. “El resto del mundo considerará seguir los pasos” de Singapur, vaticina –o desea- Bud.