Sofía Molina, una niña de diez años, ha ganado atención internacional por su proyecto Cococu, dirigido a proteger el jaguar, un animal en peligro de extinción que habita en el corredor de la Sierra Madre en México.
Todo empezó en 2016 con una tarea escolar cuando Sofía, entonces de siete años de edad y alumna de segundo de primaria, tuvo la idea de crear alcancías en forma de animales con materiales reciclables. El proyecto se llamó Sofia Piggy Bank. Entre los animalitos de la colección de la niña se encontraba un jaguar, un animal que ella asociaba a los niños de comunidades indígenas y rurales en la Huasteca Potosina, que eran los que tenían conocimiento sobre el felino y sobre su hábitat natural.
La Huasteca es una región que comprende zonas de Veracruz, Tamaulipas, San Luis Potosí, Hidalgo, Querétaro, Puebla y Guanajuato. Su nombre proviene de los huastecos, que se asentaron junto con otros pueblos originarios en estos territorios. Fue la visita constante a esas comunidades indígenas y el contacto con niños de familias de campesinos, lo que inspiró a la menor.
“En la Huasteca Potosina hay entre 40 y 50 jaguares. La gente de las comunidades tiene mucha cercanía, especialmente en los lugares más altos en las montañas, en donde no hay agua potable y poca luz eléctrica; son comunidades de escasos recursos. En esos lugares es en donde el jaguar tiene su hábitat. Nosotros les damos apoyos a los niños que nos transmiten sus conocimientos sobre el jaguar y llevamos el mensaje a otros niños de la ciudad”, afirma Sofía Molina, en conversación con DW.
El jaguar mexicano, amenazado por el hombre
Se estima que existen unos 3.800 jaguares México, la mayoría habitan en el sureste de México, en los bosques selváticos de Chiapas y Yucatán. Este felino está en peligro de extinción debido a la cacería ilegal, o por considerársele una amenaza para el ganado. “La mayor amenaza son las actividades humanas”, afirma Sofía. “Aquí en la Huasteca Potosina están llevando mucho lo que es el fracking, lo que está obligando al jaguar a mudarse a otros lugares que no son sus territorios”, asegura la menor.
Sofía fundó la Asociación Civil Cococu, abreviación de las palabras “Concientizar”, “Conocer” y “Cuidar”, un proyecto que es apoyado por comunidades que habitan casi 12.000 hectáreas en San Luis Potosí. “Buscamos proteger al jaguar, involucrar el desarrollo sostenible, los objetivos del milenio y hacer de esos territorios un gran ejemplo”, afirma la menor. Los pequeños propietarios y ejidatarios que se unieron al programa Cococu de Sofía, lo hacen con la expectativa de que generar una mejor calidad de vida y ofrecer mejores oportunidades a las futuras generaciones.
La Huasteca Potosina es hogar del jaguar y de otras especies en peligro de extinción o amenazadas, como son el oso negro, el ocelote, el tigrillo, el oso hormiguero, el puma, la perdiz veracruzana, el loro huasteco, entre otras especies animales y vegetales. La cacería ilegal y otras actividades humanas está depredando al ecosistema y acabando con las presas naturales del jaguar. “Entre sus presas más comunes está el venado cola blanca, el pecarí de collar, la tusa real, a veces el armadillo, una situación muy triste es que se come el ganado de los campesinos locales y por eso la gente se espanta y lo empieza a matar”, lamenta Sofía.
Experiencias en comunidades indígenas
Desde muy pequeña, Sofía era llevada por sus padres a distintas comunidades indígenas en la Huasteca Potosina, en donde ellos, expertos en desarrollo rural, eran contratados como asesores y consultores en distintos temas como la preservación de áreas naturales, ganadería, vida silvestre y actividades turísticas.
“Su primer viaje fue a los dos meses de nacida, a una de las comunidades más lejanas en la Huasteca. Lo que sucedió con el paso de los años es que ella lo estaba absorbiendo todo. Ella convivía con los niños mientras nosotros impartíamos talleres. Ha sido sorprendente que tres años después de aquella tarea escolar, ya tiene una Sociedad Civil y se logró que fuera la presidenta del Consejo de Administración de Cococu A.C.”, afirma Marco Molina, padre de la niña.
“El proceso de acompañamiento del proyecto ha sido algo muy gozoso, que disfrutamos cuando recibimos algún correo, cuando en la calle le piden un autógrafo. A nosotros nos da mucho gusto. Pero también ha sido un reto muy grande. Desafortunadamente los adultos no estamos conscientes de que un niño puede hacer lo que ella está haciendo. Ha sido un reto protegerla, cuidarla, que no haya señalamientos a los niños, porque ahora ya no es sólo ella, sino aproximadamente unos mil niños de 6 a 12 años de edad que viven en distintas comunidades indígenas que participan activamente”, afirma Mario Molina.
“Los niños están aprendiendo a ser muy cuidadosos, a manejar información correcta, a trabajar de manera colaborativa. Esto no se trabaja solo de niño y niño, sino que en las sesiones tiene que estar un representante de los papás. La mamá, el papá o algún tutor si es que los padres no pueden asistir ese día. Necesariamente tienen que estar acompañándolos para que tengan la misma formación. Y entonces que sepan por qué el niño les pide que los acompañe a caminar, a hacer un dibujo o una fotografía. Así se involucra a las familias de otros menores y se hace una cadenita”.
Inspira a otros niños a actuar
Sofía afirma que una causa personal provoca un efecto colectivo. “Esas charlas que ella da en las comunidades inspiran a otros menores que tienen otros intereses”, afirma el padre de Sofía. Ejemplo de ello es que una niña de 9 años que se llama Quetzali y es hija de apicultores, como sabe mucho de abejas, va a crear con Sofía “Cococu la abeja”. La niña se va a convertir en la embajadora de la abeja.
“El modelo creado por Sofía hace tres años simplifica la manera de trabajar en las comunidades. Consiste en llevar información amigable, sencilla, para primero concientizar sobre lo que está sucediendo en la zona o con un determinado tema. Una vez que la gente está consciente de esta situación, los invita a conocer, a que los niños participen y sean ellos los que generen la información. Obviamente, acompañados por especialistas”, afirma Mario Molina.
Entre los reconocimientos nacionales e internacionales más destacados que ha recibido Sofía figura el haber sido invitada en el lanzamiento del Capítulo Juvenil de la Red de Soluciones de Desarrollo Sostenible (SDSN) de Naciones Unidas en México. El pasado 11 de octubre, día internacional de la niña, Naciones Unidas aprobó la creación del club “Cococu girl up”, con sede en San Luis Potosí. El objetivo es propiciar el liderazgo de niñas y jóvenes destinando apoyos para proporcionar igualdad de oportunidades en las áreas de educación, salud, posibilidades económicas y sociales y una vida sin violencia.
“Ahora me están llamando la ‘Greta mexicana’, pero antes me comparaban con Malala; yo pienso ser yo misma y motivar a otros niños, yo no soy diferente a mi familia o a otras mujeres que hay en el mundo. Queremos hacer una alianza con estas mujeres que están realizando un gran cambio, para hacer un mundo mejor”, concluye Sofía.