Son. ¿Qué duda cabe? Decretar algo no es volverlo inmediata realidad, mucho menos cuando el alcance de esa realidad es masivo y elemental. ¿Qué son, entonces? Arbitrarios, como mínimo. Infantiles, para seguir. Negadores, si hacen falta más calificativos. Para que el pan pudiera pagarse a diez pesos en las panaderías de todos los barrios, en todas las ciudades, pueblos, aldeas y parajes de la Argentina, hace falta algo más que decidirlo: hace falta crear las condiciones para que eso ocurra. Pienso en la primaria, por ejemplo, por la cual no va a acontecer: no hay trigo suficiente en nuestro país para satisfacer la demanda interna de todos los productos que lo incluyen en su elaboración. Digo, para empezar.
¿Se hacen? Y sí. Se hacen los sordos, los ciegos y los mudos. No quieren escuchar al sector, que les está diciendo que si tienen que pagar una bolsa de harina a 300 pesos, no hay forma de vender el kilo de pan a 10. Hace unos ocho años, aproximadamente, la bolsa de harina le costaba al panadero menos de un diez por ciento de su valor actual, y vendía el kilo de pan a poco más de cuatro pesos. Es obvio que la relación no sólo no se ha mantenido proporcional, sino que se ha disparado exponencialmente. Entonces, no hay costos que resistan, ni con la mejor buena voluntad. No hay forma, ¿se entiende?
¿Practican? Por supuesto. Mientras más practiquen la sordera, ceguera, mutismo y ausencia de sentido común, más cómodos estarán con su relato, y más reaccionarios seremos los que señalamos que, a pesar del frío, el rey sigue desnudo.
¿Resignación, valor y galletas de arroz? ¿A cuánto el combo?