Superdotados: la alta capacidad busca apoyo

La sociedad desaprovecha el potencial del 10% de los niños.

ninos-superdotadosSer superdotado o, para ser más correctos, tener altas capacidades nunca es sinónimo de éxito, ni tampoco una garantía de felicidad. Lo que a priori sería un regalo puede acabar en un serio problema si esas habilidades innatas no se detectan a tiempo y se acompañan con programas especiales. Los fracasos en este mundo ganan por goleada a los éxitos. Resultado que no extraña, denuncian asociaciones que tratan a estas personas, en una sociedad que desaprovecha las altas capacidades, arrincona a los superdotados y, lo más preocupante, hace muy poco o nada para detectarlos. La mayoría ni tan siquiera se enterarán a lo largo de su vida de que lo son.
Reaccionar a la primera señal (el niño habla antes de lo habitual, manifiesta una habilidad inusual para el dibujo, se hace preguntas existenciales, es muy movido…) resulta primordial para destapar en el momento oportuno al superdotado. Y cuando se descubre o hay sospechas de que eso es así “los padres deben aceptar, de entrada, las altas capacidades de sus hijos como lo harían si fuese diabético o celiaco”, afirma Alicia Rodríguez Díaz-Concha, presidenta de la Asociación Española para Superdotados y con Talento (AEST).
Lo recomendable es realizar valoraciones a partir de los tres años, añade. “Y también tener claro –indica Loluca Tascón, presidenta de Fanjac, asociación que aglutina a familias con niños con habilidades especiales– que la superdotación es sólo un perfil dentro de las altas capacidades, que engloban desde talentos simples hasta talentos compuestos”.
Loluca Tascón insiste en afrontar estos casos con “total normalidad”. Los padres no han de pensar “que tienen un genio en casa, ni tampoco temer que le pueda pasar algo malo”, añade. Y continúa: “Hay que huir de los estereotipos y buscar información en los sitios adecuados”. Los padres tienen que ser conscientes desde el primer momento de que esos niños van a necesitar una intervención especial. “Las altas capacidades son un potencial que no se desarrolla si no se trabaja de forma adecuada”, asegura Loluca Tascón.
La teoría parece fácil, pero poner en práctica esos consejos no lo es tanto, pues el sistema no siempre ayuda ni está a la altura de las circunstancias, coinciden Díaz-Concha y Tascón. Esta última es contundente al afirmar “que las administraciones no están a la altura. En la gran mayoría de los casos esos niños nunca llegarán a tener la atención que precisarían”. Y un dato incontestable que lo dice todo: “La detección es una de las grandes asignaturas pendientes en nuestro país. Se estima que alrededor del diez por ciento de la población escolar tiene altas capacidades, pero sólo se detecta un 0,2 por ciento de esos casos”, revela Tascón. “Queda claro que algo está fallando en nuestra sociedad con este tema y la mayoría de las altas capacidades se están desaprovechando. Pensemos –añade la presidenta de Fanjac– que esos niños no llevan un letrero luminoso; todo lo contrario, ya que cuando no reciben ninguna ayuda ni apoyo acaban mimetizándose con el resto de los niños para pasar desapercibidos y formar parte del grupo”.
“Los profesores –coincide Alicia Rodríguez Díaz-Concha– suelen tener muy poca información sobre este mundo y confunden al alumno brillante con el superdotado”. La respuesta que encuentran muchos padres en los colegios cuando manifiestan que sus hijos podrían tener altas capacidades tampoco es la adecuada. Esta última experta asegura que “muchos docentes se limitan a ir entreteniendo a los padres aconsejándoles que no pongan etiquetas y animándoles a esperar para ver cómo evoluciona la niña o el niño”. Esa pérdida de tiempo, sin la intervención de expertos en la materia, es el peor castigo que se puede infligir a un superdotado, que acaba convertido en una especie de “bicho raro” sin posibilidades de poner en práctica sus altas capacidades.
Otra confusión muy común es centrarse únicamente en el coeficiente intelectual. “Es un valor, sí, pero con la doctrina actual no deja de ser sólo una señal de alerta”, afirma Loluca Tascón. Actualmente los expertos tienen en cuenta como nunca lo que denominan percentiles. Así es cómo se descubre si una persona tiene una o varias altas capacidades. Puede poseer, por ejemplo, un talento inusual para tocar un instrumento, pero presentar graves carencias en otras áreas o disciplinas. Cuantos más percentiles, más grado de superdotación.
Tascón lamenta lo poco que conoce aún la sociedad este mun-do. Y se muestra especialmente dolida por comentarios, oídos hace poco en una emisora de ámbito estatal, en la que “se calificaba a estos niños como repelentes y se les ridiculizaba, hasta el punto de considerar lógico que fuesen víctimas de acoso escolar, algo que les ocurre a muchos de estos menores”.
El drama está, pues, servido. Muchas familias incluso se avergüenzan de tener un hijo con alta capacidad y no hacen nada para ayudarle esperando a que sea normal cuando crezca. Tascón y Díaz-Concha consideran que en España sería ahora prácticamente imposible que un niño de doce años ingrese en la universidad, como acaba de pasar en Estados Unidos, donde las administraciones parecen más dispuestas a detectar a estos superdotados para aprovechar en beneficio de toda la sociedad sus habilidades. “Cómo vamos a hablar de universidad en este país si conseguir que un niño acelere uno o dos cursos se convierte ya en todo un drama y peregrinación para los padres”, critica Tascón. Y concluye que una “sociedad que se permite el lujo de perder a sus talentos creativos está perdiendo su futuro”.