Sur, Chávez… ¿y después?

La pregunta que todos se hacen por esta hora es si “el chavismo” podrá proyectarse después de Chávez. Y la única respuesta posible es: ¿por qué habría de lograrlo? ¿Y para qué?

América Latina es un subcontinente que ha logrado perfeccionar el arte de perder las posibilidades más claras y dejar pasar las oportunidades óptimas. En su desprecio por las libertades, su nula valoración del esfuerzo individual y su apego al reclamo de derechos absolutamente desprovistos de obligaciones, ha logrado sostener en el tiempo una decadencia inentendible para cualquier mente medianamente lúcida que observe las riquezas naturales que posee, su diversidad climática y su más que controlada organización demográfica.

Como si estas virtudes dadas fuesen pocas, nuestra región posee un valor agregado como virtud que cuesta creer que se haya logrado por la visión de sus dirigentes pero que puede sospecharse en la brillante visión de sus libertadores: América Latina está compuesta por muy pocos países, si comparamos esa cantidad con la vastedad del  territorio. Piénsese si no en la multiplicidad de naciones europeas frente a la escasa decena de las de esta parte del mundo.

Y es esa situación la que ha ayudado, y mucho, a la prácticamente inexistencia de guerras entre vecinos, que tan sólo reconocen algunas pocas excepciones que en ningún caso supusieron intentos expansionistas sino más bien mal manejadas cuestiones limítrofes que involucraban pequeñas superficies.

Sin embargo, y tras siglos de guerras, invasiones, holocaustos y otras yerbas, Europa es un continente en pleno desarrollo y nosotros seguimos siendo países primarios, sin desarrollo y sin organización. Y es bueno que nos planteemos estos temas ahora, cuando las consecuencias de la desaparición de otro caudillismo puede ponernos una vez más ante la evidencia de lo tantas veces intentado y nunca conseguido: la proyección de los personalismos.

Si observamos la historia, veremos que el caudillismo nunca dejó cría. Sería imposible; está en su propia esencia la totalización del caudillo.

Un líder de esas características sólo atiende a las leyes e instituciones que son útiles a su proyecto personal y para ello deja de cumplir con otras tantas que no le convienen o no le sirven. Para ser caudillo hay que tener la enfermiza convicción de que lo que el líder piensa le sirve a todo el mundo; y tener además una igual acerca de la incapacidad del “otro” de valerse por sí mismo.

El caudillismo es necesariamente paternalista. Franco creía que a los españoles no se los podía dejar solos; Hitler despreciaba la capacidad del pueblo alemán para vivir en paz y lo arrastraba por tanto a la guerra permanente; Mussolini estaba convencido de que uniformar a los italianos con la “camisa negra” suplantaría su indisciplina y falta de capacidad individual.

América Latina es rica en ejemplos que van desde las dictaduras más abyectas y violentas encarnadas en el poder militar, a los populismos personalistas de mitad del siglo XX, que tuvieron diferentes signos ideológicos pero que en ningún caso dejaron cría u organización alguna.

Castro, Stroessner, Trujillo, Banzer, Pinochet, Videla y tantos otros son el ejemplo de la peor cara. Pero aún líderes populares surgidos invariablemente del voto popular y capaces de generar a su alrededor un movimiento con bases doctrinarias, no pudieron superar la barrera de su propia muerte con una construcción política proyectada en el tiempo.

Perón y el peronismo son un emblema de lo que aquí afirmamos. El mismo día de la muerte de su fundador, el peronismo se convirtió en una verdadera entelequia de cachetazos y zancadillas que aún perdura en estos días.

¿Qué es el peronismo? Nadie lo sabe. ¿De quién es el peronismo? Bueno, de una difusa entidad a la que se llama “pueblo”, a la que sólo convocan al momento de votar… en nombre de Perón. ¿Hacia dónde va el peronismo del siglo XXI?; sólo contestar esta pregunta es de una irresponsabilidad imposible de admitir. El peronismo –este peronismo- tiene un solo norte, que es el poder, y para lograrlo se disfrazará tantas veces de tantas cosas como sean necesarias.

¿Por qué habría entonces el “chavismo” trascender a su fundador? ¿Qué es el “chavismo” más allá de una difusa alusión bolivariana a un supuesto socialismo de este siglo? ¿Socialismo de este siglo?, ¿con Fidel como ejemplo? Mm, suena al menos incoherente.

El chavismo es un movimiento afectivo y emocional que se conformó sobre la frustración de vastos sectores de la comunidad venezolana que habían sido condenados a la exclusión interna por una clase política convertida sin duda alguna en la más corrupta del continente. Lo que ya es mucho decir…

A ese estado de cosas le surgió un hombre sin prejuicios ni límites, con vocación iluminista y un desparpajo fuera de límites, que no tardó en convertirse en conductor de una  masa que sólo pretendía recibir cosas sin fijarse si eran producto del crecimiento o de la irresponsabilidad económica impulsada por una bonanza petrolera que hoy comienza a ceder en todo el mundo.

El chavismo ha sido, en definitiva, una más de las experiencias autoritarias y populistas de una región especializada en tales desmanes que, como todos sus antecesores, desaparecerá automáticamente con la muerte de su creador, dejando tras de sí infinidad de pequeñas rencillas entre quienes se creen con derecho a encarnar el nuevo poder. Sin darse cuenta de que los liderazgos basados en el carisma jamás dejan en la historia otra huella que no sea la del recuerdo que, por lo demás y la mayoría de las veces, nunca es bueno.

No habrá entonces “chavismo sin Chávez”, como no hubo “peronismo sin Perón” ni nada que se le parezca. Y los latinoamericanos quedaremos a la espera de otro liderazgo salvador que  nos evite aquello tan indeseable de trabajar, respetar las leyes y sostener las instituciones. Cosas todas que sólo hacen los estúpidos de los países desarrollados.

 

Un maduro inmaduro

fotos pag 6 aHugo Chávez le dejó a su sucesor hasta el spot de campaña grabado. ¿Quién de la oposición (o del oficialismo) resiste a la imagen del caudillo diciendo “si algo me pasa vótenlo a Maduro”? Nadie, ciertamente nadie. El efecto emocional sería de tal magnitud que ningún político se atrevería a discutir la orden.

¿Quién es Maduro? Maduro es eso: un spot grabado por otro. Un hombre sin calidades políticas conocidas, que en estas pocas semanas ha demostrado no entender la delicadeza del momento que vive Venezuela y ha dedicado todos sus esfuerzos a enfrentarse con una oposición que tendió la mano y demostró su respeto al dolor de millones de compatriotas.

Maduro está demasiado enfrascado en la casualidad de su destino como para comprender la importancia del mismo. Por algún motivo que sólo Dios sabe, este hombre ha sido llamado a ser el encargado de ahondar la brecha abierta por Chávez o buscar una interesante síntesis institucional que le permita al país seguir adelante con las correcciones necesarias y no ingresar en un terreno de violencia que a nadie puede servirle.

Sólo Chávez sabrá el motivo por el cual lo eligió; pero es claro que olvidó contárselo a sus otros seguidores, que por estas horas están buscando la forma más rápida de sacarse al nuevo jefe de encima sin poner demasiado en evidencia la desobediencia al mandato del fundador. Porque si algo está claro es que, como siempre ocurrió en América Latina, apenas se sale del cementerio, ya nada importa lo que dijo el único que se quedó adentro.

 

La nostalgia está de moda

fotos pag 6 cTodo suena a viejo, a nostálgico, a geriátrico de la historia. Fidel y su decadencia impúdica, Raúl Castro y su medianía de poder prestado, Correa y sus diatribas contra el viento, Chávez y su propio “otoño del patriarca”; todo está superado por el tiempo. Y lo está desde que la Revolución Francesa nos enseñó que las instituciones están por encima de las personas y que esa norma sería aplicable hasta para Napoleón.

Pero nunca lo aprendimos, nunca lo supimos y nunca nos importó. Preferimos seguir esperando al Mesías que nos llevará sin esfuerzo alguno a la Tierra Prometida.  Así nos fue, así nos va…