Trigo transgénico argentino, en el centro de una guerra de lobby: peligra mercado de exportación

Bioceres presiona para lograr la habilitación comercial aunque toda la cadena triguera se opone. Brasil, principal cliente, rechaza el transgénico por ley.

A contramano de lo que viene ocurriendo en los últimos 23 años, actores de peso de la cadena de producción agrícola de la Argentina unieron fuerzas para explicitar su oposición total al lanzamiento comercial de un transgénico (u “OGM”) de trigo que podría hacerle perder mercados y regalías multimillonarias al país.

Referentes de organizaciones que van desde la Sociedad Rural a la Federación Argentina de la Industria Molinera (FAIM), pasando por asesores del Gobierno y consultoras del agro, coinciden en que la liberación del evento patentado por la local Bioceres implicaría la caída de exportaciones por al menos 3.000 millones de dólares.

En la vereda de enfrente se encuentra la misma Bioceres, una suerte de “Monsanto doméstica” que viene ejerciendo presión especialmente sobre la cartera de Agroindustria –responsable de la salida de los OGM– a través de sus accionistas con protagonismo en el sector privado y los medios de comunicación. El más visible: Gustavo Grobocopatel, uno de los fundadores de la desarrolladora de semillas y transgénicos.

Una eventual aprobación de este trigo transgénico debería salir por vía de una resolución de la Secretaría de Agroindustria. Y aunque el propio secretario Luis Miguel Etchevehere adelantó su postura en contrario, ello no fue impedimento para que el lobby empresarial se intensificara. De hecho, en los últimos días se desató una verdadera guerra en los pasillos ministeriales para tratar de impulsar el negocio asociado al nuevo desarrollo.

El trigo en cuestión, denominado HB4, se basa en una investigación de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) que luego quedó bajo control comercial de la compañía mencionada.

La manipulación genética, según sus comercializadores, permite mejor rendimiento en situaciones de escasez hídrica y funciona con un herbicida peligroso por su toxicidad: el glufosinato de amonio, elegido por la industria agroquímica como el sucesor del cancerígeno glifosato.

Por supuesto que no faltan funcionarios del Gobierno que apoyan la posición de la firma. Lino Barañao, secretario de Ciencia y con pasado conocido en empresas que impulsan la biotecnología, es el simpatizante más entusiasta de la propuesta de Bioceres.

El poder de lobby de la compañía es tal, que en las últimas semanas sus principales directivos llegaron a reunirse con el presidente Mauricio Macri para solicitarle la aprobación de la manipulación genética.

Tanto Agroindustria como la cadena del trigo en general basan su posición en argumentos indiscutibles. En términos económicos, el bloque señala que no existe un solo mercado internacional interesado en comprar el transgénico. Por el contrario, destacan la creciente oposición a ese tipo de tecnologías y anticipan que los principales compradores del trigo argentino migrarán hacia otros oferentes.

Brasil preocupa

El golpe más duro lo propinaría Brasil, cliente mayor con un volumen de 6 millones de toneladas anuales –prácticamente el 50% del saldo exportable– y dueño de un marco legal que prohíbe tanto la producción como la importación de OGM de trigo.

Desde la Asociación Brasileña de Industrias del Trigo (Abitrigo), su titular, Rubens Barbosa, envió un mensaje contundente.

“La legislación no permite ni la producción ni la importación de trigo transgénico. Cualquier cargamento de trigo transgénico de una empresa argentina será sometido a análisis por la Comisión Técnica Nacional de Bioseguridad. Si hubiese más de un 1 por ciento de ese producto, no entrará”, declaró recientemente.

El otro aspecto sobre el que se basa la oposición local a esta salida comercial es el sanitario. Es que además de la venta al exterior el transgénico, también llegará a los hogares argentinos a través del pan y otros procesados.

En diálogo con iProfesional, Carlos Vila Moret, vicepresidente de la Sociedad Rural Argentina, fue claro al respecto: “No hay garantías sobre la inocuidad y no se puede jugar con un alimento tan sensible como el pan. Brasil tiene prohibido comprar ese trigo, el mundo no lo consume. Por algo es. No hay garantías que despejen el temor de los consumidores y por eso se lo rechaza. Yo mismo no compraría un pan hecho con ese trigo”.

“¿Cómo yo voy a consumir algo que los europeos no comen, que Brasil prohibió cultivar o comprar? Si el mundo no lo consume, por algo es. El bien común tiene que estar por encima del personal, del interés comercial. No se puede lanzar un trigo así, sin garantías de que esto no tendrá consecuencias en la salud de los consumidores”, añadió.

Preocupación extendida

Otra de las organizaciones que se muestra crítica del OGM es la Federación Argentina de la Industria Molinera (FAIM). Diego Cifarelli, presidente de la entidad, sostuvo hace pocos días en declaraciones radiales que la posición es “en contra de la comercialización del trigo hasta que sean avalados los protocolos en los países de destino”.

“La revolución tecnológica no puede ir en contra del sistema de comercialización mundial. Este nuevo desarrollo tecnológico es bienvenido siempre y cuando sea aceptado y lo podamos vender”, agregó.

Muy cerca de los molineros, voces consultadas por iProfesional tildaron de “auténtica locura” habilitar la comercialización de un evento transgénico que el mundo rechaza. Esta postura es compartida también por buena parte de los integrantes de ArgenTrigo, asociación que integra a diversos actores de la cadena del cereal.

A nivel oficial, como se expuso, la mayor resistencia corre por cuenta de la misma Secretaría de Agroindustria. Luis Etchevehere, su titular, al igual que otros funcionarios de primera línea, de diciembre a esta parte solidificó su negativa y el secretario no pierde ocasión para explicar el por qué de su oposición.

Así, en el marco de la reciente Jornada Nacional Triguera celebrada en Leones, provincia de Córdoba, Etchevehere señaló que “en el comercio, si se va con un producto que el consumidor no quiere comprar, uno termina chocándose contra una pared”.

“Se consultó a productores, acopiadores, a semilleros, a exportadores y a la industria molinera, y todos coincidieron en que el mercado no está preparado para recibir el trigo transgénico y, sobre todo, que Argentina sea el primero”, dijo.

Ante los principales jugadores del trigo a nivel nacional, Etchevehere reconoció que le “encanta la tecnología”, aunque mantuvo su visión contraria a cualquier aprobación dado que “no se puede perder el ojo comercial y poner a toda la cadena en peligro”.

Miedo de exportación

Entre los analistas que siguen la actividad exportadora también hay preocupación respecto del efecto negativo que traería aparejada la eventual salida del trigo OGM. Gustavo López, titular de AgriTrend, sostuvo ante iProfesional que “ventas por alrededor de 3.000 millones de dólares podrían peligrar si se habilita un producto que el mundo hoy rechaza”.

“Si salís al mundo ‘porque sí’, se perdería Brasil y hay que ver qué pasa con el resto de los países que le compran trigo a la Argentina, como es el caso de Egipto, Argelia e Indonesia. Aquí, toda la cadena de procesamiento del trigo está diciendo que el transgénico no debe aprobarse”, dijo.

Para luego añadir: “Los únicos que están pidiendo la aprobación son los dueños de la semilla y algunos productores que dicen que venderán más. Pero si no se tiene aceptación del mercado mundial, bueno, el país perdería el saldo exportable de ese cereal”.

La producción de trigo en la Argentina vive un momento de expansión tras el derrumbe del bienio 2013-2014. En ese lapso, el cultivo ocupó algo más de 3,2 millones de hectáreas, mientras que hoy suma más de 6 millones. Según López, el cambio de situación fue consecuencia del fin de las restricciones comerciales con la irrupción del macrismo. El analista reconoció, igualmente, que el retorno de las retenciones podría minar el incremento.

“La producción total está por encima de las 18,5 millones de toneladas, de las cuales 6,5 quedan para consumo interno. El resto es saldo exportable y Brasil se lleva 6 millones de esas toneladas. Si se pierde como mercado, lo que ocurrirá es que también se volverá a achicar fuerte la superficie de trigo. Se tirará abajo un gran momento”, expresó.

López expuso, además, que en caso de procurar una exportación diferenciada, existen complicaciones tecnológicas para lograr que la variedad tradicional no resulte contaminada con el producto transgénico.

Sobre este último punto también se refirió Vila Moret, de la Sociedad Rural. “Por más que se insista con que no traerá problemas, lo real es que hoy es muy dificultoso llevar a cabo una exportación sin que se contamine el trigo. Si un solo grano transgénico contamina el producto tradicional, todos los cargamentos irán para atrás”, dijo.

Para luego concluir: “Hasta que no se perfeccionen los sistemas de segregación no se debe habilitar la producción de un trigo transgénico. Hoy nos resultaría imposible ver las diferencias. Uno entiende que la empresa quiere vender, generar ganancias, pero en lo que debería enfocarse antes que en el lobby es en demostrar que el trigo es inocuo y que no habrá problemas para la salud de los consumidores”.