Andrés Pérez es profesor de la Universidad de Minnesota y desde Rosario viajó a Kampala por trabajo; su valija se perdió pero apareció otra a su nombre y con 40 kg de cocaína.
“Nunca se me pasó por la cabeza que alguien me iba a acusar de narcotraficante, y menos en Uganda”, dice Andrés Pérez, un veterinario de 40 años, oriundo de Casilda, una localidad situada a unos 60 kilómetros de aquí, que por una investigación para la Universidad de Minnesota viajó a Kampala y allí vivió una verdadera pesadilla : estuvo tres días detenido porque en una valija que tenía su ticket de embarque aparecieron 40 kilogramos de cocaína.
Luego de que su inocencia quedara acreditada ante las autoridades, agentes de la Interpol le explicaron que es una estrategia cada vez más frecuente de las organizaciones narcos para traficar droga en los aeropuertos.
La trama, cuyo principal protagonista es el profesor de Epidemiología de la Universidad de Minnesota, que divide su vida entre los Estados Unidos y la Argentina, empieza el 4 de julio pasado, cuando Pérez se embarca en el aeropuerto de Rosario por la aerolínea TAM rumbo a San Pablo. No llevaba mucho equipaje sino una valija mediana, de color rojo, que usa en sus viajes. La ruta de su periplo continuó de Brasil rumbo a Johannesburgo. Al otro día partió por South African Airways hacia Kampala. Y en Uganda comenzaron los problemas.
En el aeropuerto no apareció su valija roja, con 13 kilogramos de peso, que había despachado en Rosario. Cuando fue a hacer el reclamo, los empleados del aeropuerto le dijeron que habían encontrado su equipaje. Pero la valija no era la suya. Era de color lila y mucho más grande. “Los empleados abrieron ese equipaje y encontraron bolsas de consorcio negras y ropa sucia. Yo no toqué nada de lo que había dentro. Y fue un detalle que me salvó”, relata Pérez en diálogo con LA NACION.
El médico veterinario les dijo que no se iba a llevar una valija que no era suya por más que el ticket de embarque estaba a su nombre. “Me fui al hotel en Kampala, donde me reuní con mis colegas de la universidad, que me orientaron dónde ir a comprar algo de ropa, pues sólo estaba con lo puesto”, recuerda Andrés Pérez.
El docente fue a cumplir con su trabajo y los dos días siguientes llamó al aeropuerto para ver si había aparecido su valija. “Al tercer día de haber llegado a Uganda, a la mañana aparecieron dos policías en el hotel y me dijeron que los debía acompañar a la central de policía”, cuenta, y agrega: “Al hotel llegaron dos policías de civil, lo cual ya fue bastante incómodo, pero cuando salía del hotel había 50 militares en un camión”.
Luego le informaron que en el equipaje donde estaba el ticket a su nombre habían aparecido 40 kilogramos de cocaína. “Me acusaron de narcotraficante. Yo no pude pensar en otra cosa que en la película Expreso de medianoche”, señala. La droga, le dijeron los detectives, estaba valuada en más de un millón de dólares.
Pérez recuerda que trató de explicar el entuerto con su valija, pero los policías no estaban conformes con su versión. Algo que terció a su favor fue que era profesor de la Universidad de Minnesota y que posee doble residencia, en la Argentina y en los Estados Unidos. “No tengo el perfil de un narco”, advierte con humor desde la llanura pampeana, ya lejos de Kampala. Lo dejaron comunicarse con su familia, su esposa y dos hijos que viven en la ciudad de Casilda. “No los quería preocupar. Pero yo tenía mucho miedo”, recuerda con tristeza.
Pérez quedó detenido y le retuvieron el pasaporte. Declaró varias veces y la clave para que lo liberaran fueron las imágenes que envió la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) que captaron cuando embarcó el 4 de julio, en Rosario. “Esas fotografías que se obtuvieron de las cámaras de seguridad fueron claves porque mostraban que mi valija era roja”, sostiene. En la Interpol le dijeron que investigan nuevas rutas de acceso de la cocaína a Europa a través de países que no están sospechados de narcotráfico, como Uganda.
El veterinario destacó: “En el aeropuerto de Rosario se portaron muy bien, al igual que la embajada de Estados Unidos, en Uganda, que también colaboró, ya que el viaje era oficial de una universidad norteamericana. Si no hubiera tenido una historia que me respaldara, como mi trabajo en la Universidad de Minnesota, o si hubiera tocado o agarrado la valija, me daban diez años de cárcel en Uganda”.
Alguien pegó la etiqueta con su nombre en una valija llena de droga. La suya apareció, varios días después, en París.