Sofía Giampaoli armó una startups para desarrollar carne “artificial” en el laboratorio a partir de células madre. La idea es llevarla al mercado masivo.
El campo argentino está por sufrir una de sus más grandes transformaciones de los últimos años. El mundo ganadero, particularmente el destinado al rubro de la alimentación, está por ser dado vuelta de arriba a abajo gracias a los avances de la ciencia. De la mano de una joven científica argentina, la industria de la carne dejaría de ser potestad del campo para ser parte de la industria científico técnica. Se trata de Sofía Giampaoli (29) una ingeniera química del Itba, la cabeza detrás del primer emprendimiento argentino para “cultivar” carne a partir de células madre.
“Desde siempre me intereso el impacto ambiental que tiene cómo vivimos y no soy indiferente al sufrimiento de otros seres vivos”, explica Giampaoli sobre sus motivaciones para comenzar con este proyecto. “Es bueno que la Argentina se sume de manera temprana a un proyecto innovador y no siempre esperar a que pasen las cosas afuera para reaccionar”, agrega.
El plan se manifestó a través de un proyecto que la científica presentó en Itba en el marco de un curso de maestría sobre dirección estratégica y tecnología: Granja Celular, la primera startup que quiere llevar la carne celular al mercado masivo.
Para crear esta carne artificial, se usan técnicas de cultivo celular e ingeniería de tejidos que se vienen haciendo hace tiempo en otros rubros, como medicina o estética.
“A partir de la biopsia de un animal, replicamos lo que las células experimentan adentro del animal solo que por fuera. En lugar de alimentar al animal, alimentamos a las células directamente. Partimos de la misma materia prima que son las células. En lugar de pasto, le damos aminoácidos, sales y vitaminas. Todo esto en un entorno con condiciones necesarias de temperatura, oxígeno y demás”, explica la emprendedora.
Un problema de escala
Una de las grandes barreras de este nuevo tipo de carne es el costo y la subsecuente escalabilidad, porque los componentes y los procesos necesarios para fabricar esta carne de laboratorio son costosos. “La idea es usar proteínas recombinantes, glucosa de origen vegetal para los azúcares por ejemplo, porque la alternativa animal es muy cara. Los tanques birreactores también son costosos de mantener”, explica Giampaoli, que agrega que la clave es llegar a un producto competitivo desde lo económico. Estos desarrollos no están potenciados porque, para las aplicaciones que tenían uso hasta ahora, jamás se necesitó producción masiva.
¿Cómo se compara vís a vís, en términos económicos, la carne tradicional y la de laboratorio? Según un cálculo de la startup holandesa Mosameat, que se dedica a desarrollos de cultivos de carne, si se llevara el costo a escala, el precio de una hamburguesa sería de alrededor de 9 euros. Pero según dice la empresa, en las próximas décadas va a a llegar a tener un costo competitivo.
Lo cierto es que para poder competir, hace falta innovación. Por caso, un reemplazo del serum animal ayudaría a reducir los costos porque es un insumo caro, que en un principio representaba el 80% del costo. En este sentido, la startup argentina está aún buscando su sustentabilidad financiera. La empresa estima que se necesitan US$ 500.000 para los primeros prototipos y para el desarrollo de nuevos y mejores birreactores.
“A diferencia de otras startups del rubro, nosotros queremos avanzar con el desarrollo tanto como con la escalabilidad y por eso queremos invertir en mejor infaestructura”, dice la emprendedora.
Desde Granja Celular calculan el doble o triple de esa inversión para el problema de la escalabilidad. Al día de hoy, la startup está siendo incubada por Grind y esperan que en diciembre llegue la primera ronda de inversión. El equipo de 3 personas y varios consultantes del Conicet, trabajarán en las instalaciones de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam) para hacer que la primera carne de laboratorio sea de factura argentina.