Ya sea por mudanzas a mitad de tratamientos o dificultades para asistir a la consulta, las sesiones de terapia no presenciales se vuelven una alternativa cada vez más común.
Cuando en 2016 un paciente suyo que estaba por emigrar a otro país le pidió mantener sus sesiones de psicoanálisis a través de internet, Federico Prieto Courries aceptó probar esta variante sin imaginar que dos años más tarde -al mudarse él también desde La Plata a Villa La Angostura- iba a convertirla en una forma de trabajo habitual. Hoy, con cerca de un decena de pacientes a distancia (algunos de ellos en Europa y otros en nuestra ciudad) Federico es uno de los tantos psicólogos que reconocen las ventajas ofrecidas por las nuevas tecnologías a su campo profesional.
“Cada analista construye con su paciente un dispositivo de trabajo particular. Y si bien es cierto que hay personas que requieren de encuentros físicos, el principal instrumento con que el que se trabaja para llevar adelante un tratamiento psicoanalítico son los síntomas: el medio puede variar”, explica Federico, quien reconoce sin embargo que siempre aprovecha las oportunidades que se le presentan para alternar esas consultas a distancias con atención presencial.
Ya sea por mudanzas a mitad de tratamientos, compromisos laborales de los pacientes o limitaciones físicas que atentan contra la posibilidad de mantener cierta regularidad, cada vez más psicólogos aceptan atender a través de video conferencias en la web. Se trata de una opción que si bien comenzó a explorarse hace ya más de una década, en los últimos años parece haberse extendido tanto que la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires calcula que sería aprovechada ya por un profesional de cada tres.
Con todo, la mayoría de los psicólogos que trabajan a distancia reconoce que valerse de medios digitales en lugar del clásico diván constituye una experiencia diferente, una práctica que pone en juego otras habilidades y a la que no siempre es recomendable recurrir.
“Hay pacientes que lo proponen porque su trabajo les exige viajar constantemente o porque se van a vivir otro lugar. Y me parece que en esos casos no hay que cerrarse a las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías. Pero aunque puedan facilitarnos el modo de estar cerca y resulten especialmente valiosas cuando hay impedimentos físicos y fobias, no creo que deba recurrirse a ellas por simple comodidad”, sostiene la psicoanalista Belén Zubiliaga desde la Escuela de Orientación Lacaniana de La Plata.
A su entender, “la presencia del analista resulta determinante porque hay padecimientos que no se expresan sólo a través de la palabra. Se pueden tener sesiones virtuales excepcionales, ocasionales, por cuestiones de distancia… pero para que un análisis dure y tenga efectos en la vida de un sujeto es necesario que esté dispuesto a poner su cuerpo y con ello lo que no puede decir”, afirma la profesional.
“Sin duda se requiere de entrenamiento y flexibilidad. Cuando se hace una sesión por teléfono o video conferencia no es tan fácil advertir ciertos gestos o interpretar bien los silencios porque las tecnologías a veces no funcionan bien. Por eso lo tomo en general como un desafío que exige ampliar el campo de percepción; no limitarse sólo a la vista y el oído para poner también el foco en las emociones que se transmiten”, explica la psicóloga María Alejandra Cicoria, directora de la red virtual del Centro Holístico Tao.
Cicoria, que comenzó a incursionar en la terapia a distancia hace unos doce años por solicitud de una persona que se mudaba a otro país, reconoce que el desarraigo constituye una de las vertientes que más alimenta esta forma de trabajar. “Para alguien que se muda a otra cultura es muy difícil hacer terapia. Más allá de la barrera que puede representar el idioma están también las dificultades de no tener con su analista una visión en común”, explica la psicóloga, quien atiende desde La Plata a varios argentinos radicados en el exterior.
Como coinciden en señalar algunos profesionales, la atención psicológica a distancia constituye una modalidad que si bien ya no es novedosa se encuentra todavía en formación; lo que exige continuar investigando para delimitar muy bien su aplicabilidad. Pero lo cierto es que por tratarse de una alternativa que se ajusta mucho a las dinámicas de vida en la actualidad, la mayoría siente que su implementación “llegó para quedarse -afirman-: ya no tiene marcha atrás”.