Son el 2% de los mayores de 40 años. El dato surge de datos preliminares del primer estudio epidemiológico de campo que se está realizando en el país.
¿Cuántas personas viven en Argentina con secuelas de un ACV? Según el primer estudio epidemiológico de campo realizado en el país, son unas 340.000 personas mayores de 40 años. Se trata del Estudio Epidemiológico Poblacional sobre Accidentes Cerebrovasculares (EstEPA) que en 2015 inició el Centro Integral de Neurología Vascular de Fleni con el que busca conocer en detalle la foto completa de cómo impacta esta enfermedad en la población argentina.
La investigación se completará en 6 años de trabajo de campo y tendrá los resultados finales en el 2022. Sin embargo, ya finalizó la primera etapa, en la que se buscó conocer la prevalencia, esto es, cuántas personas viven con secuelas de un ACV. De allí surgió que el 2% de los argentinos mayores de 40 años convive con secuelas de un accidente cerebrovascular. La investigación se está realizando en la ciudad bonaerense de General Villegas, que fue seleccionada por su similitud con la población argentina en general desde el punto de vista económico, sociocultural y por su pirámide poblacional que es parecida la media argentina, lo que permite extrapolar los datos a todo el país.
“Lo que nos resultó interesante de General Villegas es que tiene un hospital importante y que la población local se mueve en ese hospital, porque les resulta complicado trasladarse a otro hospital de Buenos Aires. Esto nos permite no perder casos. También, para un trabajo de estas características, es importante la colaboración, tanto de las autoridades como de la población”, señaló la neuróloga María Virginia Pujol, coordinadora del Centro Integral de Neurología Vascular de Fleni. “Para esta primera parte del trabajo –continúa-, que buscaba conocer la prevalencia, es decir cuántas personas vivían con secuelas, se hizo una encuesta domiciliaria. Eso significó tocar el timbre en las casas y que nos dejen pasar. Eso sería imposible sin el apoyo de la población”.
Para el registro de prevalencia se tomó a los 18.275 habitantes de la ciudad de General Villegas y se realizaron unas 2.000 encuestas domiciliarias aleatorias para encontrar a pacientes con posibles ACV. Luego se citó en el hospital a casi 300 personas con sospecha de ACV para ser evaluados por los profesionales de Fleni y confirmar los casos.
“Los resultados nos acercan a los datos de poblaciones más occidentales, de ingresos medios, parecidos a países de Norteamérica y Europa. Para planificar políticas de salud y campañas necesitamos números reales nuestros”, destaca Pujol. “EstEPA es un estudio sin precedentes en nuestro país por la cantidad y la calidad de la información que se está recabando. Los datos epidemiológicos son fundamentales para poder llevar adelante acciones de prevención y políticas de salud pública”, coincide el doctor Sebastián Ameriso, jefe del Centro Integral de Neurología Vascular de Fleni.
Ahora la investigación continúa con la etapa de incidencia -donde se detectan todos los casos nuevos-, mortalidad -porcentaje de muerte en los días y años posteriores al ACV y porcentaje de muertes por esta patología en el total de las muertes de Villegas- y carga de enfermedad -años de vida perdidos por muerte prematura o discapacidad luego de un ACV-.
Precisamente, uno de los datos que ya surgieron también entre los datos preliminares del EstEPA es la confirmación de la hipertensión como el principal factor de riesgo cerebrovascular (88%), seguida por las apneas obstructivas de sueño (51%) y la dislipidemia -niveles elevados de colesterol o grasas en sangre-, un 46%. La hipertensión, que es el factor de riesgo más importante, la mayoría de las personas que la sufren desconocen dicha condición o la tratan mal, según un estudio reciente de la Sociedad Argentina de Hipertensión Arterial, que midió la presión arterial a 70.000 personas.
El accidente cerebrovascular se produce cuando se reduce o interrumpe el flujo de sangre que va a una parte del cerebro, lo que impide que el tejido cerebral reciba oxígeno y nutrientes. Debido a ello, en cuestión de minutos se empieza a producir la muerte de neuronas cerebrales y por eso es clave saber reconocer los síntomas para que el paciente reciba atención médica de inmediato, para reducir el daño y evitar las complicaciones. Además, el tratamiento en la fase aguda es sólo una parte: actualmente, el 70% de las personas que han sufrido un accidente cerebrovascular tienen secuelas que afectan su calidad de vida. También, en los días posteriores al tratamiento hay un alto riesgo de recurrencia. No obstante, con esfuerzo, paciencia y rehabilitación, los pacientes pueden mejorar su calidad de vida.
“Después del ACV ya nada es como antes”
Mónica conoce de cerca lo que es ACV y las consecuencias que esta enfermedad trae no sólo para el paciente, también para su familia, que sufre un cimbronazo que obliga a replantear y organizar muchas cosas de la rutina. “Mi mamá sufrió un ACV el 17 de octubre del año pasado, cuando tenía 84 años. Ella llevaba una vida sedentaria, y sufría artrosis”, cuenta Mónica sobre su mamá, Lucía Cercato.
Debido a su artrosis, Lucía ya contaba con una persona que la acompañaba por las mañanas y la ayudaba a vestirse. “Ese día empezamos a notar algunos síntomas extraños. Se quiso levantar sola y no pudo. Se hizo pis. No reconocía a sus familiares y decía cosas incoherentes”, recuerda Mónica. Tras hablar con su médico de cabecera decidieron llevarla directamente a la guardia, con lo que en menos de tres horas de haber iniciado los síntomas Lucía recibió atención médica. Allí le diagnosticaron un ACV hemorrágico y al día siguiente la operaron. Estuvo un mes internada y luego decidieron continuar la rehabilitación con internación domiciliaria con Medihome.
“Mi papá, de 86 años, la pasó mal. Decayó al ver a mamá así”, dice Mónica. Antes de decidir que Lucía volviera a su casa tuvieron que hacer algunas modificaciones. Le instalaron la habitación en la planta baja, debieron quitar puertas para que pudiera pasar la silla de ruedas, una de las secuelas que le quedó a Lucía del ACV es que perdió movilidad del lado izquierdo. También comenzó con algunos síntomas de Alzheimer. “Cuando vino a casa fue una felicidad plena. Tanto para ella como para mi papá, y para nosotros. Ver la cara de felicidad de mamá y papá al estar juntos es una imagen que no borrará de mi mente”, señaló Mónica, que admite que la decisión de llevar adelante una internación domiciliaria le trajo algunos problemas con sus hermanos.
“Creo que a veces es necesario más apoyo al familiar que al paciente mismo. Para mí fue difícil, los primeros días sobre todo porque se me caía. No tenía ayuda de otras enfermeras. Pasó durante mucho tiempo que me llamaban y tenía que dejar todo para ir a asistirla. Luego complementamos con otra enfermera, una que a atiende en la mañana (que ya tenía antes) y otra que la atiende a la tarde”, dice Mónica. “Una vez que ya sucede el ACV es necesaria mucha contención a la persona y a la que está al lado de ella. A los familiares hacerles entender que ya no es lo mismo de antes, que hubo cambios y hay que adaptarse. Darles mucho cariño y estar encima”, cierra