O la fiesta de unos muy poquísimos. Si bien fue formalmente fundada en el siglo XVIII, la Mar del Plata que conocemos surge a fines del siglo XIX como la villa balnearia de la élite porteña de la época que, antes de la era del aire acondicionado y las quintas con pileta, buscaba escapar del calor agobiante de la capital.
Allá por 2019, cuando decidió que San Isidro ya no era su lugar en el mundo, Montenegro aseguró que iba a poner en marcha un «plan estratégico antidelito», además de mudar su despacho al COM. Pasaron cuatro años y dos meses, y Mar del Plata recibe sus 150 años —además de bajo el agua— atravesando una tremenda ola de inseguridad.
Los eventos ocurridos esta semana en inmediaciones del Congreso Nacional exponen la naturaleza golpista de las diferentes facciones del PJ y de la izquierda en Argentina.
Sucesión I. Así como alguna vez dijo «ha terminado la hora de Arroyo, llegó la hora de Montenegro», el presidente del PRO a nivel local ya se prueba el traje de candidato a la intendencia. Para ello, va por lo que más le sale —no se sabría decir si lo mejor— que es confrontar con los —para él— odiados radicales.
1) Sofía Pomponio (haciendo lo que hay que hacer) | 2) Nara Salomón (tremenda trucha) | 3) Julián Busetti (niñato caprichoso) | 4) Jorge Mattar (culpable de asesinato) | 5) César Sivo (tiene la verba vencida) | 6) Diego Moranzoni (a agitar que se viene el diluvio) | 7) Homero Giles (una mentira tras otra) | 8) Juan Manuel Pettigiani (presos sin celulares) | 9) Horacio Rodríguez Larreta (díganle a él) | 10) Alfredo Lazaretti (a cortar los curros)
Dicen que, para que aparezca el dueño, hay que pegarle al chancho. Hay otra, que es muy buena, y que es como lo hace el hombre que maneja los hilos del poder en la comuna: tirarles a los perros un dueño de fantasía, para ocultar al verdadero dueño del chancho.
