Demasiado podrido
En todos los casos gozaban de la confianza de sus jefes políticos. En todos los casos tenían mucho poder. En todos los casos, lo que ocurría estaba tan a la vista, que cuesta entender que sus jefes políticos no supieran nada.
En todos los casos gozaban de la confianza de sus jefes políticos. En todos los casos tenían mucho poder. En todos los casos, lo que ocurría estaba tan a la vista, que cuesta entender que sus jefes políticos no supieran nada.
1) Diego Monti (Un minuto de gloria) 2) Carlos Vaquero (No le cree nada) 3) Mario Puche (Gustavo es un primor) 4) Patricia Gordon (Exaltada) 5) Miguel Gómez (Queremos resultados) 6) César Sivo (La mano que mece…) 7) Fernando Castro (Fieramente enemistado) 8) Jorge Váttimo (A quemar gomas se ha dicho) 9) Jorge Ferro (Foto a foto) 10) Adrián Alveolite (Lo están observando)
Los eventos ocurridos en los pasados días, que tuvieron por epicentro al Instituto San Antonio María Gianelli, han dejado una vez más a la vista la compleja situación de violencia que vive la sociedad argentina; una violencia que claramente tiene su origen en el discurso político que busca el enfrentamiento como instrumento de poder.
En los últimos tiempos se ha generalizado la costumbre de tomar justicia por mano propia. En todo tipo de hechos de inseguridad, incluso en delitos de índole privada, la gente opta por agredir al delincuente de todas las formas posibles. Solo un milagro ha logrado que, hasta el momento, no se produzca un linchamiento.