Violencia de género | Son casi 300 las muertes por violencia de género en un año. El Poder Judicial parece no escuchar los gritos de reclamo ni los pedidos de auxilio de las mujeres. Nadie las ampara, y las campañas se conviertes en simples slogans publicitarios, porque es el Poder Judicial el primero en tratarlas como cosas.
Tras un primer aniversario de la marcha “Ni una Menos” contra la violencia de género, parece que nadie consiguió achicar el número de muertes, que haya menos sangre, menos apuñaladas, o menos mujeres recluidas dentro de sus casas por el terror.
Parece que nadie se ocupó tampoco de convencer a los violentos de que sus mujeres no eran cosas que pudieran romper a su antojo, ni sus hijos meros objetos que no sufrirían daños irreversibles por ser espectadores de la tragedia. Parece que nadie hizo nada más que mover delicadamente expedientes de un lugar hacia otro. Mientras tanto, mientras los despachos se llenan de comentarios livianos y los fiscales acuerdan el próximo asado o cómo canjean las millas para sus próximas vacaciones, aquí matan una mujer cada treinta horas.
Claro que hay hombres que sí intervienen: hay 35 que murieron este año intentando salvarlas de los femicidas. Son hijos, vecinos, amigos, padres y hermanos que quisieron intervenir donde nadie interviene, porque el Poder Judicial está blindado, y en muchas comisarías sigue habiendo personal que minimiza las denuncias, les otorga poca importancia, o les pregunta a las mujeres qué fue lo que hicieron para merecer los golpes.
Las fiscales
Pero en el Poder Judicial hay mujeres, muchas. En las fuerzas de seguridad, también. ¿No sería esperable que fueran ellas quienes se pusieran al frente de una lucha que parece no interesar a sus compañeros de tareas? En otros términos, ¿las fiscales mujeres tampoco se compadecen de las mujeres lastimadas, golpeadas, ultrajadas y amenazadas por sus parejas que llegan cada día a sus despachos pidiendo ayuda? Las fiscales mujeres, ¿aprueban la revinculación de los niños con el padre agresor y femicida? ¿Sí? Las mujeres del Poder Judicial, ¿tampoco pueden lograr una efectividad mínima para salvar las vidas de sus congéneres? Las mujeres fiscales, ¿representan al poder patriarcal? Al menos eso es lo que relata Karina, que desde 2008 padece la persecución y los golpes del padre de su hijo discapacitado. Ella es paciente oncológica, no cobra cuota alimentaria y ya no sabe a quién pedirle ayuda. Nadie en el Poder Judicial del Departamento Mar del Plata parece compadecerse de ella.
Ni siquiera la fiscal Graciela Trill, que pudo hacerlo, porque su fiscalía es específica, y en las notas periodísticas se deshace en palabras sobre su tarea en la lucha contra la violencia de género. De esto habló Karina ante la 99.9. En un relato conmovedor, dio detalles sobre el calvario que vive día a día: “Los ataques comenzaron en 2008, y no han cesado en ningún momento. No sé más adónde ir ni qué hacer, hay un vacío legal y desinterés de las autoridades, ya sea tribunal de familia, fiscalías, fiscal general… He tocado todas las puertas”.
Cuenta que en su peregrinar recurrió a todos. Como la fiscal Trill archiva cada una de sus causas, fue ascendiendo en la escala jerárquica, tratando de aportar datos, pruebas testigos, para que alguien le diera algo más que una orden de exclusión, que no deja de ser un papelito que se vence cada treinta días, y que al agresor no lo detiene. Para eso llegó a entrevistarse con el fiscal general, Fabián Fernández Garello: “Me atendió por atenderme y me prometió algo que no cumplió. No les interesamos, somos un número de causa. Debe querer inaugurar su morgue judicial con alguna de nosotras”, sentenció.
Ella se pregunta qué más puede hacer para que la justicia trabaje, y la proteja como víctima: “nos dan un papel donde dicen que no se nos pueden acercar, y es violado sistemáticamente. Por más que presentemos cualquier cosa en cualquier fiscalía, nadie lo investiga”. Los hechos violentos que ha sufrido son cada vez más fuertes y nadie reacciona: “el último episodio lo tuve el 4 del mes pasado… me golpearon, me ultrajaron y me dejaron tirada en medio de una calle. ¿Qué más tenemos que pasar para que esto cambie? Tienen que cambiar los fiscales, porque no están preparados para esto”, pidió Karina. Sólo relata la intervención de Vilma Baragiola, y que esta última causa cayó por fin en la fiscalía de Andrea Gómez.
A raíz de todo esto es que quiso públicamente exponer a Fabián Fernández Garrello: “llevo 6 años encerrada en mi casa porque tengo que pedir que alguien me acompañe y me lleve para salir. Es una vergüenza, y hago responsable a Garello de lo que me pueda pasar a mí. Hace 6 años que no puedo cobrar una cuota alimentaria con una sentencia firme del juzgado, pero no pasa nada”, agregó. Su hijo es autista, y por supuesto otra víctima de la situación que vive su mamá: “tuve que poner cámaras en la puerta de mi casa, hacer una inversión. Vivo encerrada con las persianas bajas porque mi hijo, que es autista, no quiere que levante las persianas del miedo que tiene. No quiere ir a la escuela tampoco, es tristísimo tener que sobrevivir día a día con este flagelo que a nadie parece interesarle”.
Pero como si fuera poco, Karina denuncia que el Poder Judicial impiadoso pretende imponer la revinculación del pequeño con su padre abusivo, cuando el nene no lo reconoce, no lo ve desde 2006, y solamente lo ha contactado en situaciones de violencia y golpes. Le tiene terror.
Lo peor es que cada puerta que quiere tocar, debe volver a vivir la violencia que ejercen sobre ella: “es denigrante tener que contar una y mil veces las cosas que nos hacen, es humillante. Vamos a una marcha donde se quieren sacar una foto con nuestro dolor, pero mañana no se acuerdan más del tema”, simplificó.
Golpes
Los datos fueron aportados por el Observatorio de Femicidios por Marisel Zambrano, de La Casa del Encuentro, que realizó un informe recopilando los asesinatos de mujeres desde el 1 de junio del año pasado hasta el 31 de mayo último, publicados en 120 medios de todo el país. En el trágico listado hay una bebé, 11 niñas de entre 2 y 12 años, y 29 adolescentes comprendidas en la franja etaria de 13 a 18. También 9 adultas mayores.
El recuento indica que los femicidas utilizaron como metodología las armas de fuego en 66 crímenes. Apuñalaron a 57 mujeres, mataron a golpes a 40 de ellas, estrangularon a otras 21 y quemaron vivas a 20. Sí, a 20. El informe demuestra también que la vivienda familiar sigue siendo el lugar más peligroso para las mujeres en situación de violencia de género, ya que 171 asesinatos ocurrieron dentro de casas. Además, del total de las víctimas, 39 tenían denuncias judiciales, exclusión del violento y prohibición de acercamiento del maltratador. Un papelito que nunca detiene al que tiene decidido matar a la mujer. Entre otros aportes, el informe consignó que 5 de las víctimas estaban embarazadas, 6 estaban en situación de prostitución y trata, una era perteneciente a un pueblo originario, y que hubo 5 travesticidios. En cuanto a características de los femicidas, 23 pertenecieron o son parte de una fuerza de seguridad y 36 se suicidaron luego de matar. Las provincias con los índices más altos de femicidios son Buenos Aires con 102, Santa Fe con 23, Salta con 21. En Córdoba hubo 20, en Ciudad de Buenos Aires 13, en Santiago del Estero mataron a 11 mujeres, y en Mendoza otras 10.
Pero la violencia contra la mujer no tiene sitio ni momentos especiales. Lo que es una constante es la desidia que parece generar entre los que tienen el poder de intervenir. En las salitas de salud de los barrios de la ciudad, por ejemplo, la violencia es una constante, pero en algunos casos llega a extremos impactantes. Sucedió recientemente con una doctora que fue golpeada por una paciente, porque se negó a atenderla. Fue en la llamada salita de Meyrelles, de Alejandro Korn y Puan. “Esta es la última vez que te atiendo“, le dijo, justamente porque percibió la violencia con la que se estaba mostrando la mujer: quería que eligiera otro médico. Se trata de la médica Valeria Rodríguez, quien fue la víctima de esa agresión, y habló en la 99.9: “Hace 15 años que soy médico y es la primera vez que sufro una agresión física. Las verbales son más corrientes; cuando algún paciente no recibe lo que reclama, se pone violento”.
En cuanto al episodio que le tocó vivir anoche, Rodríguez relató: “Se paró y me dio una cachetada. Pude reaccionar para sacarla del consultorio y ahí me empezó a pegar delante de todos los pacientes que estaban sentados. Eran todas mujeres, había un solo hombre en toda la salita. La única policía que estaba ahí es administrativa y no lleva armas”. No fue fácil quitársela de encima y estuvieron más de 3 minutos para que finalmente pudieran detenerla: “me tiró al piso, me revolcó y me rasguñó la cara”. Pero como consecuencia de lo sucedido, Valeria no podrá trabajar más en ese lugar: “me amenazó también”.
Más allá de lo que representa esta agresión, la doctora Valeria Rodríguez se lamentó de la reacción que tuvo la justicia al momento de denunciar el hecho: “costó que la detuvieran ayer, porque me decían que no tenían los elementos suficientes a pesar de los 40 testigos del ataque. Como soy médico de policía, hablé con mis jefes e intervinieron. La señora estuvo sentada en la salita desde las 15.50 hasta las 17.04 que se la llevaron. Cada vez que salía me seguía insultando”, recordó. “Lo que más me molestó, más allá de la agresión, es que pueda entrar a un lugar, golpear a la médica que está atendiendo e irse caminando después de estar 3 horas sentada ahí. La falta de respuesta en materia de seguridad me indignó muchísimo”, concluyó
Porque según el relato, el primero de los policías que ingresa, dice algo como: “¿qué pasó acá?”. Y la médica sintió en carne propia cómo actúa un hombre ante lo que es para él una simple escaramuza de mujeres. Puro espamento. Un conventillo. No asiste al episodio de contener la situación en que una profesional de la salud, empleada del Estado, es agredida en el desempeño de sus funciones. Obviamente, si hubieran sido dos hombres, el policía hubiera ingresado con las esposas en la mano.
Porque el problema es ese: ¿cómo esperar que las mujeres no sean objeto de violencia en el mundo particular, si es el Estado, con su desidia, con su prejuicio y su ineficiencia, el primero que la convierte en un objeto sin importancia, una cosa que si se rompe, se barre y se tira a la basura? Pero estos funcionarios van a la marcha, claro: para la foto.