Absuelta

Luego de once años de calvario, Analía Schwartz fue absuelta, por segunda vez. Finalmente, la Justicia arribó —nuevamente— a la única conclusión lógica: que los hechos de abuso, jamás acontecieron.

«Con menos de treinta minutos con el grupo escolar, con el aula de música completamente vidriada y a puertas abiertas, con la maestra de grado presente en todo momento, más la contundente cantidad de pruebas que aportaron padres, docentes y equipo directivo, estaba claro que los hechos eran materialmente imposibles de acontecer» dice, de manera contundente, el comunicado firmado por Patricia Perelló, Mariana Fardín y Martina Papadópulos, equipo legal que representó a Analía Schwartz en el segundo juicio al que fue sometida luego de haber sido acusada de abusar sexualmente de sus alumnos, en el que, finalmente, fue absuelta por segunda vez.

La sentencia firmada por los jueces María Florencia Budiño y Mario Eduardo Kohan deja perfectamente en claro cómo se dio esta lamentable cadena de errores que, once años más tarde, queda finalmente esclarecida. Dice el juez Kogan: «Lo que se observa es que ante la primer noticia que nació como un rumor, muchos padres se preocuparon y decidieron indagar acerca de si a sus hijos también se los podría haber atacado. En consecuencia, tomaron la iniciativa de averiguar directamente ello interrogándolos en forma reiterada y en una forma tal vez indebida, con la desesperación propia de quien necesita conocer todo sobre el punto […] Si bien esos interrogatorios pudieron ser inadecuados desde el punto de vista forense, descarto desde ya que haya mediado mala intención en ese accionar, sino que fueron desarrollados desde la ignorancia o desconocimiento de las técnicas con que deben realizarse dichas indagaciones. Pero ese proceder, lejos de ser reflexivo y buscar la serenidad que la situación demandaba (en resguardo de sus hijos y familias) resultó un verdadero reguero de pólvora que corrió con forma de una cadena de rumores y la contagiosa presunción de la veracidad de sus sospechas, que se fue agigantando como la onda expansiva de una bomba […] En tales condiciones emocionales, los progenitores de las presuntas víctimas no podían interrogar a los niños acerca de los sucesos que sospechaban habían sufrido, sin riesgo de presionarlos indebidamente, de contaminar sus recuerdos, de forzarlos a decir cosas que realmente no existieron conformando en su memoria un hecho no vivido y, finalmente, hasta llegar a provocarles —sin mala intención— un trauma inevitable».

Cabe destacar que esta sentencia absolutoria es la segunda que se dicta en favor de la docente: en un juicio anterior —en el que se evaluaron exactamente las mismas pruebas—ya hubo una sentencia a favor de la ex docente de música. Aquel fallo, firmado por los jueces Facundo Gómez Urso, Pablo Viñas y Aldo Carnevale se basó en un criterio muy claro: la imposibilidad de que los hechos se produjeran y no fueran advertidos.

Sin embargo, tal como sucedió en otros casos de resonancia mediática como lo fueron el de Lucía Pérez o el del camping El Durazno, la justicia terminó cediendo a la presión de la opinión pública y en enero del 2023, luego de la anulación del primer juicio, los magistrados Néstor Conti, Alexis Simaz y Roberto Falcone dictaron una sentencia extraña, en la cual condenaron a Schwartz por algunos hechos pero la absolvieron por otros, mientras que, por fuera de todo lo que indica la buena práctica del derecho y olvidándose de que los jueces deben expresarse sólo a través de sus fallos, leyeron, previo a su decisorio, un texto dirigido a las supuestas víctimas, donde les decían que «no se trata de creerles o no».

Así fue cómo el calvario de Schwartz continuó extendiéndose hasta este pasado miércoles, donde se conoció su absolución.

Una sociedad enferma

En una entrevista para la FM 99.9, la abogada Patricia Perelló, que representó a Analía Schwartz, se refirió al fallo de Casación que, luego de once años y dos juicios, declaró inocente a la maestra: «recién ahora dijeron lo que siempre se debió decir».

Dijo la letrada: «pasaron once años desde el comienzo de este calvario para que el Tribunal de Casación diga lo que siempre se debió decir. Fue una creencia falsa de los padres alentada por una mujer, Paola, por una interpretación de un nene de ocho años de los dichos de su hermanito. Por eso se armó todo esto. Este grupo fue alentado por los psicólogos, los abogados que consultaron porque estuve en dos juicios y los escuché declarar a todos, siempre se fueron modificando los testimonios».

Ahora parece haber llegado definitivamente la justicia, porque el propio fallo es muy claro sobre lo que sucedió a lo largo del juicio: «desmenuza la actuación de la Licenciada Cattera, el apartamiento de la Licenciada Manterola que naturalmente debió actuado y fue suplantada por una mujer que hasta el año anterior era oficial del Servicio Penitenciario. Todo aceptado por el fiscal. Lo que dice el Tribunal de Casación en esta segunda sentencia es que nadie fue a buscar la verdad, sino que querían enderezar todo para confirmar lo que querían lograr. Eso era absolutamente claro».

Mientras tanto, hay una afectación a la vida de Schwartz de la que alguien debe hacerse cargo porque hubo una mala intención evidente en el proceso: «hay denuncias hechas por las peritos de la defensa que fueron maltratadas. Hicieron denuncias en La Plata y están teniendo andamiaje porque fueron muy maltratadas.  Los padres se equivocaron y creo que puede pasar en un principio porque la situación los sobrepasa, pero después creo que no hubo buena fe. Lo que espero es que estos jóvenes entiendan que no pasó nada, sus padres se equivocaron y tuvieron una muy mala perito puesta por el Estado que es muy grave».

Entre las irregularidades, se refirió «al modo de cuestionar del particular damnificado, a las peritos nuestras le preguntaban por sí o por no como si fuera tan fácil en un tema psicológico dar una respuesta así y no le permitían contestar de otra manera».

Para Perelló, la justicia nunca se animó a decir la verdad aunque estaba en evidencia y eso habla mucho de la actitud de las personas que integran el servicio de Justicia: «Analía Schwartz era una docente que todos decían que no habría ninguna tan buena como ella. Perdió su profesión, ahora se dedica a otra cosa. Perdió su padre en el camino porque sufrió una ACV por todo esto. No es gratis ver a su hija involucrada en esto. Se enfermaron sus hijos, sufrió agresiones como las sufrí yo. Vivimos en una sociedad enferma y de gente cobarde».

Se hizo justicia

Por otra parte, el comunicado que emitió el equipo jurídico que encabeza la Dra. Patricia Perelló abunda en otros detalles:

«Este miércoles 24 de abril, la cámara de Casación Penal, a través de su sala quinta revocó la sentencia del tribunal en lo criminal N2. Dicha sentencia, había condenado injustamente a Analía con las mismas pruebas donde otro tribunal, en el 2017 la había absuelto […] Esto presentó un hecho jurídico atípico, en donde una persona declarada inocente, debe pasar por un segundo juicio, una vez que fue absuelta por unanimidad en el primero. No obstante, Analía se presentó y estoicamente soportó un nuevo proceso judicial, de más de 40 jornadas, con la entereza de su inocencia», dicen las abogadas.

«Analía fue y es inocente desde el primer momento. Aunque dos veces haya pasado por el mismo juicio, más la condena social y mediática […] Nos queda la reflexión ahora de qué va a pasar con la vida de Analía, vida que ultrajaron y destruyeron por un accionar que no contempló los tiempos de la justicia sino el escarnio público […] Nos preguntamos ¿Cómo vuelve Analía a su vida normal después de 11 años de pasar por esto?», continúan.

Pero, además, se animan a invitarnos a reflexionar no sólo sobre este, sino sobre otros casos similares: «¿Es Analía la única docente que vive esta situación? Y la respuesta claramente es no. Hoy son centenares de docentes que sufren de falsas denuncias, y en cuestión de segundos, sus vidas están arruinadas: Escraches en la escuela, a sus compañeros de trabajo, en la calle, todo infundado en una interpretación de un familiar que corre como reguero de pólvora destruyendo la vida de los docentes […] Que esta sentencia, que por segunda vez absuelve a Analía, sirva como ejemplo ante la necesidad de ir a fondo con este tipo de acusaciones que de ser ciertas son gravísimas, pero que deben recorrer los espacios de justicia que construimos como sociedad, y no los tribunales de las redes sociales y la violencia callejera contra los docentes e instituciones educativas».

Sin embargo, el morbo vende, genera clicks, eleva ratings, y tuerce a una opinión pública sádica, que se alimenta de chimentos, de comentarios, de la indignación y la bronca de la gente y que, finalmente, influye sobre jueces cobardes que muchas veces no se animan a mirar a la cara a la sociedad y decirle: «por más que estén enojados, por más que estén indignados, esto no sucedió».

En este fallo, el tribunal de Casación tuvo la valentía que se requería el estar a la altura de su función. Ojalá esta sea la palabra final en esta lamentable historia.