Seguridad local | Los barrios arden de delitos, y Montenegro está como ausente. El que decía que era el más preparado, sólo se ocupa de apercibir a los que rompen el aislamiento. ¿Quién se va a poner al frente, entonces?
Mar del Plata se está convirtiendo en una ciudad con problemas en el desarrollo lógico para la toma de decisiones. Es bastante normal que, para el ciudadano común, todo esté centrado en la evolución del COVID-19, porque los vecinos no son los responsables del orden y la seguridad de un partido muy extendido, y con serios problemas con la delincuencia. Pero los funcionarios locales, los mismos que hicieron campaña diciendo que la seguridad era su punto fuerte y que era el tema del que más conocían, algo deberían estar proponiendo para atravesar su primer año de gestión.
Los delincuentes no están cumpliendo con la cuarentena. Y en los barrios, los vecinos lo están sintiendo en carne propia. Mientras tanto, en Mar de Plata el control de las fuerzas de seguridad tiene un único objetivo: impresionar a alguna persona que quiera ir unos segundos a mirar el mar. Recientemente, el reconocido emprendedor Gaby Menta tuvo que atravesar una situación desagradable en la costa, cuando estaba con su madre de 84 años. Así lo narraba: “asumí primero el error de que paré un segundo en la rotonda del golf donde mi mamá habitualmente va”.
Hace unos días, Menta decidió dar una vuelta en auto para sacar a su mamá de la casa. Narra para la 99.9: “Me bajé para hacer 4 o 5 fotos para un cliente, y cuando volví mi mamá había bajado, y se había sentado un segundo en el banquito que estaba al lado del auto”. A partir de allí,hubo una aparición casi televisiva de las fuerzas de seguridad vestidas de civil, que le cruzaron un auto, y generaron que ambas personas se asustaran temiendo un robo.
“Tuve 10 segundos de terror por mi vieja”, dijo,“había 4 personas sin ninguna insignia policial”. Pero claro que la escena no terminó, sino que siguieron apareciendo más efectivos. Uno de ellos se presentó como Policía Federal, e inmediatamente se presentaron dos más, a bordo de motos de gran porte. Les pidieron los documentos, y les aplicaron el apercibimiento que le corresponde a cualquier otra persona.
Pero la cuestión es el despliegue. ¿Hacía falta tanta cantidad de personas, y de consumo de combustible para decirle a una abuela de 84 años que se vuelva a su casa? Como en una escena de una película norteamericana, con handys, ejecutaron una puesta en escena que da para pensar si —en una ciudad con semejante cantidad de barrios— estos recursos no estaban haciendo falta en otra parte.
Por ejemplo, en el barrio Belisario Roldán, donde vive Brian, que después de sufrir su tercer robo en el mismo mes, se decidió a hablar en la 99.9 de la dura situación que están viviendo los vecinos: “la policía nos dice que conocen quienes son, pero que no pueden hacer nada”. No hace falta ser un entendido para saber que se trata de una excusa falsa: no es cierto que la policía no pueda hacer nada. Lo que sucede es que no están en Belisario Roldán porque es más televisivo estar en la costa cazando abuelas infractoras de la cuarentena.
Triple robo
Mientras todas las miradas están puestas en el COVID-19, en Mar del Plata los delincuentes hacen y deshacen con la anuencia de la policía que se dice a sí misma “atada de pies y manos”, la excusa perfecta para no actuar en tareas mucho más peligrosas que la mamá de Menta.
Lo cierto es que en el Barrio Belisario Roldán, Brian está cansado de que le roben en su casa, y explicó a través de la 99.9: “parece que se les hizo costumbre a los delincuentes andar por el barrio. Se meten por los frentes de las casa, no les importa nada. Aprovechan la oportunidad y se te meten como ratas”.
La explicación deja en evidencia que la situación se agudizó en medio de las restricciones por la pandemia, cuando los controles se espaciaron: “este último mes fue terrible. Tuvimos dos malas experiencias cuando vinimos a vivir acá hace un año y este último mes nos entraron tres veces. Por suerte no se nos metieron adentro ahora, pero el año pasado sí”, detalló. Y explica que no sólo entran a robar, sino que después los amenazan para que no los denuncien. “Están todos acá cerca, limitamos con un sector del barrio que es bastante jodido. Hasta la policía misma nos dice quiénes son”, decía.
Por supuesto que el efecto del robo no es sólo material, sino que hay una afectación psicológica sobre la que nunca se hace hincapié: “tipo 3 de la mañana me empezó a sonar la alarma de la camioneta, y cuando salí ya habían roto el vidrio y salieron corriendo. La semana pasada me sacaron la bicicleta de los chicos, estuvimos sin poder dormir porque escuchábamos cualquier ruido y salíamos a ver qué pasaba”.
Una vez más. ¿No era que sabían? ¿No era que el actual intendente se candidateaba diciendo que tenía el secreto para mejorar la situación de la seguridad en Mar del Plata? ¿No era que sabía que el problema no era para improvisados?
Efectivamente, cuando era candidato a intendente de Juntos por el Cambio, Guillermo Montenegro, aseguraba que en Mar del Plata con la seguridad no se podía improvisar. Esa era su declaración central en septiembre de 2019, cuando la ciudadanía estaba decidiendo el voto. Y agregaba que ese era el problema histórico de la ciudad.
“Para resolverlo y cuidar a los marplatenses, se necesita tener conocimiento”, decía entonces. Indicaba que en su equipo de trabajo tenían ese conocimiento y la experiencia de gestión. ¿Qué pasó entonces? Montenegro hacía campaña puntualizando que la gestión en seguridad no era sólo poner más cámaras y patrulleros. Que era conocer los mapas de calor, las zonas y horarios en los que se cometían más delitos, saber qué tipos de delitos se cometían, y actuar en consecuencia. ¿Cuándo pensará arrancar? Porque por ahora se ocupa de cazar a la mamá de Gaby Menta, que tiene 84 años y está en la costa sin permiso.
“Cuando hablamos de un gobierno local moderno y eficiente también estamos hablando de seguridad”, decía hace ya casi nueve meses, y reiteraba que su despacho iba a funcionar en el COM, porque entendía que esa era la mejor formar de supervisar la coordinación entre todas las áreas. ¿Arrancamos?
La periferia
Clotilde Piruzanto es una vecina del Barrio José Hernández. Afirmó que sus vecinos están desamparados, y que sufren cotidianamente asaltos durante todo el día: “Hace 20 días que hay robos a mano armada, con cuchillo, en los colectivos. El otro día casi matan a un vecino con una cuchilla para robarle. Fui a la departamental, llamé al CPC y no me atienden. Hablé con el comisario de la 11° y no me dan respuesta”.
Los delincuentes utilizan el propio barrio para esconderse, y no hay denuncia alguna que haga reaccionar a los efectivos policiales. Decía en la 99.9: “pedimos que el CPC pase por el barrio porque estamos de la 224 a la 228 con dos campos, donde la gente se esconde para asaltar. Hay 5 denuncias sólo de colectiveros”, dijo Piruzanto. Luego agregó: “me enteré ayer de que los colectivos iban a dejar de pasar por los robos, por lo que la situación será peor porque tenemos que caminar hasta la 214 para tomar un colectivo”.
Lo que reclaman puntualmente es una patrulla que pueda acercarse en los momentos que pasa el colectivo para sentirse más protegidos, ya que la frecuencia es de una unidad por hora.
Como la inseguridad es un problema creciente en distintos barrios de la ciudad de Mar del Plata, los ejemplos son muchos. En Don Diego, un sector de Mar del Plata delimitado por la avenida Mario Bravo a la calle 91 y de 10 de febrero a la avenida Centeno que es la continuación de Antártida Argentina, están literalmente desesperados. Lucía, la presidenta de la Sociedad de Fomento, lo expresaba a través de la 99.9: “siempre tuvimos hechos aislados de robos, pero desde el 16 de mayo es peor. Tuvimos un hecho en una casa abandonada donde vive un chico. Aparecieron unos muchachos que lo agarraron y lo golpearon con una pala. Hubo tiros y le marcaron la cara con la culata del revolver”.
“Pertenecemos a la Seccional Quinta que está en la calle Puan por Punta Mogotes”, explica la vecinalista, a la vez que detalla que cuando los vecinos hacen denuncia o llaman al 911, no hay respuesta de la policía: “Luchamos porque se hiciera un destacamento a mitad de camino, para hacer la denuncia y que no tengan que ir tan lejos”, decía.
Completo desamparo. Mientras tanto, un intendente que se vendió como el más preparado está haciéndose cada vez más amigo de las cámaras, y se ocupa de las cuestiones que tienen que ver con la pandemia, que lo ponen permanentemente en la boca de los funcionarios de la Nación, lo cual le viene muy bien.
A la vez, los policías utilizan la excusa más vieja del mundo: que no pueden intervenir. Lo cual es como decir que el problema está fuera de su incumbencia, cuando sabemos que no es así. Cuestión que al final, donde no había que improvisar, estamos como cuando arrancamos. O peor.