Al gran pueblo argentino, ¿salud?

Ineficiencia sanitaria | Mar del Plata y un sistema sanitario horrible. Las instalaciones no alcanzan para todo el partido. Las ambulancias que alzan un paciente de IOMA, saben lo que eso significa. Y a los pacientes que empeoran, sólo les queda rezar.

El surgimiento de la pandemia en la Argentina parecía ser un relato que no llegaría a afectar a esta ciudad soleada, que se gesta con la ventana abierta al mar y a su oxigenación saludable. Pero el avance de la enfermedad dejó en descubierto las falencias que siempre tuvimos: un sistema de salud deficiente y mal gestionado, un aparato de supervisión de las instituciones de salud que no alcanza, y centros de cuidado de abuelos que no responden a los estándares sanitarios más elementales.

El director médico de Cardio, Miguel Martin, se refirió en la 99.9 a los inconvenientes que encuentran las ambulancias cuando trasladan a una persona infectada por coronavirus, a diferencia de quien tiene una patología común. En esos casos, no hay retraso, pero, cuando el paciente tiene COVID positivo, empiezan a jugar los antecedentes de IOMA: “tuvimos a un paciente durante 6 horas deambulando”, afirmaba. En médico explica que, cuando un anciano está institucionalizado en un hogar, debe ser admitido: la familia, o el hogar, deben tener garantizada la recepción de la clínica que lo admitirá a través de la obra social, y un profesional que atenderá al paciente. Pero esto no sucede.

Ahí es donde empieza el problema porque, quien debe prestar esa asistencia, no lo hace: “con IOMA aparece un problema porque no se puede hacer receta o indicaciones si el médico no está dentro de la plantilla de profesionales de IOMA. Nosotros lo podemos trasladar, pero nos tienen que asegurar quién lo va a recibir, para que no se comprometa la vida del paciente. Es un problema de la obra social, que no da respuesta cuando se traslada a la gente, lo cual es lamentable”.

El panorama que detalla el médico tiene un correlato político innegable: IOMA paga poco, tarde, mal, o nunca. Cualquier médico o institución sanitaria prefiere distribuir sus camas entre pacientes que tengan obras sociales mejor aspectadas que la pobre provincial IOMA, que encima tiene una enorme cantidad de afiliados porque es la prestación obligatoria de cualquier empleado provincial, activo o pasivo.

Todo queda aún más expuesto con la situación del COVID-19. Lo que antes pasaba, ahora queda en evidencia cuando los recursos comienzan a escasear, pero son temas que se repiten a lo largo de los años. Uno de ellos, es el incumplimiento de las obras sociales con los nosocomios: “el afiliado paga religiosamente, y cuando se va a atender, la clínica le dice que no lo puede recibir, los ponen entre la espada y la pared. El COVID expone estos temas, pero no los genera”.

Padecimientos I

María Eugenia —vecina de mar del Plata— contó en la 99.9 uno de los casos a los que nos referimos: la situación que está atravesando su madre, internada en un geriátrico de la ciudad, y la angustia de toda una familia que sabe que le están ocultando información. Su madre padece Alzheimer, y la hija relata que la internaron esperando que fuera lo mejor para ella. Pero, la señora empezó a mostrar distintos síntomas que, según ella relata, fueron escondidos por el propietario del hogar. “Nos fueron informando distintas cosas, como que tenía deshidratación. Llamaron a Cardio, y después me dijeron que tenía fiebre y tos. Luego comentaron que había un caso de COVID en el hogar, pero no asumían que podía tenerlo mi mamá”, relata María Eugenia.

Ante la insistencia de la familia, desde el hogar negaron constantemente la señora pudiera tener COVID, y se negaron a que fueran a revisarla. Cardio quería trasladarla y no los dejaron: “la tienen en el hogar, alimentada por una jeringa según lo que nos dicen. Una y otra vez, nos mienten y ocultan información. Yo tengo el resultado positivo dado por Fares Taie del análisis y el hogar nunca me lo dijo. Estoy desesperada y no sé a quién acudir”.

¿Por qué sucede esto? ¿Por qué razón un hogar no permite que una persona sea trasladada a una clínica en mitad de una pandemia? Desde que decidieron internarla en el hogar el 21 de agosto, los familiares no han podido verla: “me enteré de rebote que era positivo porque, cuando la ingresé, nos pidieron un hisopado que hicimos, y salió negativo. Quedó registrado un mail, y el laboratorio me envió el segundo resultado”.

En su angustia, la hija intentó recurrir a los medios que el estado prevé para solicitar ayuda, pero no funcionó: “llamé al 147 y a un teléfono de IOMA, ambos me cortaron porque decían que estaban para otra cosa. Hice una denuncia en fiscalía y me dijeron que no me podían ayudar porque no hay abandono de persona”.

Lo cierto es que deberán pasar muchos años para que el público termine de conocer la información fidedigna e íntima de lo que le aconteció a esta sociedad ante el avance de una enfermedad que desconocía, y cómo la cara menos empática de algunos se ha puesto en juego.

Padecimientos II

De esta manera relata su experiencia una marplatense en su sexto día de la enfermedad, cuando los dolores no la dejaban dormir y sólo podía esperar que el cansancio que ocasiona el virus la agotara. Cuenta que fue atendida por la enfermera en el Centro de Salud n° 2 y quedó en llamarla, pero no cumplió.

La paciente no había sido revisada por ningún médico, y decidió ir a buscar algún lugar donde la atendieran. Fue al CEMA, y relata esta escena: “Me causó mucha tristeza la carpa casi destrozada y desinflada, la entrada sanitizante sin funcionar. Había varias personas haciendo cola para que los atiendan, hasta un hombre con el tapaboca en la pera como si nada, que esperaba que lo hisopen”. Continúa en su relato aterrador: “Esperé ahí parada con las pocas fuerzas que tenía durante una hora, porque no hay donde sentarse a no ser el piso de la vereda… fueron llegando varias personas, hasta que perdí de vista dónde terminaba la cola, cuando eran todos posibles Covid”. El relato indica que cada persona que salía de allí comentaba lo mismo: “no hisopan!”

A su turno, la invitaron a sentarse, e invirtieron 5 minutos reales en explicarle por qué no la iban a atender. Ella salió de allí sin ninguna solución, a buscar un médico que la atendiera. Recordemos que tenía COVID, y terminó en la Clínica Pueyrredon.

Allí, pudo ver que en el pasillo de la guardia había una abuela en silla de ruedas, y sin tapabocas. Ya había sido atendida, pero se la veía muy débil: nadie le exija que se ponga el tapabocas. Al fin, la doctora que la atendió le dijo que debía haber recurrido a su diabetóloga. Pero, como se puso firme, le dieron una orden para un análisis. Inmediatamente la llevaron a un pequeño consultorio, la hicieron sentar en una silla, y le dijeron que esperara con las dos puertas cerradas. Tras 40 minutos, vinieron a extraerle sangre: sí, cursaba el sexto día de la enfermedad.

“Yo ya estaba re descompuesta: mucho dolor, náuseas y un horrible dolor estomacal propio de una fuerte gastroenteritis. Le pedí al enfermero que quería ir al baño, y muy gentilmente me respondió con una sonrisa ‘sólo esperame que yo te abro la puerta’, y enseguida avisó a la señorita de limpieza para que desinfectara”. Pero enseguida cambió la guardia, y ella se descompuso aún peor. Llamó a los enfermeros, y nadie la escuchaba; entonces, decidió salir de esa oficina, y enseguida vinieron a decirle que se encerrara, y esperara. La mujer explicó que necesitaba ir al baño con urgencia, y volvieron a decirle que esperara.

A los 10 minutos, vino una enfermera y le le dejó una chata con una bolsita: le prohibió usar el baño. Luego vino el médico y dijo: “Te podés ir. No tenés nada fuera de lo normal en un caso de Covid”. Ella se retiró por sus medios y, cuando llegó a la casa, su madre ya tenía fiebre.

Los pacientes transitan la epidemia en este estado de abandono. Los especialistas hacen notas de prensa donde indican que el modo de evitar los altos índices de mortalidad es que el paciente concurra a la atención médica antes de que sea tarde, antes de que las consecuencias nefastas de la neumonía u otras cicatrices del Covid se hayan vuelto irreversibles. Pero esto es lo que pasa si concurren. Dígannos cómo hace un trabajador, que ni siquiera consigue un hisopado, para pedir licencia en el trabajo. Va enfermo, y extiende la enfermedad. ¿Si empeora? ¿Llama a la ambulancia para que lo lleve a buscar cama? Que no nos pase.