Educación bonaerense | Tremendo problema: un sistema que no avanza. Edificios maltrechos, falta de servicios, niños desescolarizados y otros que concurren y no alcanzan a aprender lo mínimo. ¿Quién va a intervenir?
Muchas personas que están alejadas del quehacer educativo no pueden dar crédito a que haya jóvenes que llegan a la escuela secundaria sin saber leer ni escribir. ¿Es eso posible? Por supuesto, basta con un aula superpoblada, una maestra de grado con doble turno —para que su atención sea insuficiente— y un chico que no sabe leer, pero que aprende a escudarse en copiar las respuestas de sus compañeros y en rehuir cualquier situación que implique lectura en voz alta. Si se oculta de todos, y hay posibilidades concretas de que lo alcancen los 13 años sin haber aprendido efectivamente a leer. No hablamos ya de efectuar lectura comprensiva, sino simplemente a saber qué dice un cartel en la calle.
Muchas maestras agobiadas por una tarea infausta y mal paga dan únicamente tareas en grupo, que los que no saben leer sólo copian. O pésimos ejercicios de texto con preguntas obvias, que el chico contesta copiando un párrafo para cada una, sin saber exactamente qué dice. La maestra, que no dispone de tiempo para corregir, se contenta con que el chico «haya puesto algo», y todos tranquilos. La cuestión es que el chico no sabe leer, y eso pasa todo el tiempo. Algunas veces, el problema llega a las manos de un director responsable que monta un proyecto especial para solucionarlo, sin recursos extra, y valiéndose únicamente de la buena voluntad del personal más comprometido.
María Magdalena Lacunza es licenciada en Ciencias de la Educación, especialista en alfabetización. A través de la 99.9 explicaba: «desde 1987 hay una línea de enseñanza de la lectura y la escritura que tienen estos resultados, lo que pasa que cada vez se agrava más. En los primeros años donde se impuso esta línea, los docentes estaban formados en una línea que daba resultados, pero en las nuevas generaciones se nota cada vez más esta deficiencia que viene hace muchos años».
A nadie escapa que ahora la situación parece crítica: «hace un tiempo atrás hablábamos de 16 chicos de cada 100 que salen del secundario tenían las habilidades básicas en lectura y escritura. No viene sólo de la pandemia, porque un chico de un secundario hizo una trayectoria de muchos años. Aprender a leer y escribir, se debería aprender en primer grado».
Cuestión política
La única solución posible para Lacunza pasa por modificar los métodos de enseñanza, y para eso es necesario que la política tome la decisión de hacerlo, algo que hoy parece realmente imposible: «no es correcta la línea que se está eligiendo en Argentina para enseñar y por más que hagas repetir a un chico, si le das más de lo mismo, sigue teniendo el mismo problema. La variable que hay que cambiar es la enseñanza. La línea de alfabetización es una decisión política y hay que intervenir en la formación de los docentes que están en ejercicio, y de los que empiezan a formarse. Es fundamental intervenir en estas cosas, porque si se soluciona una de las cosas y no la otra, no se soluciona nada».
Pero nada parece alcanzar, y las personas que transitan la ciudad ven la cantidad de niños trabajando en la calle, pidiendo en los semáforos, o acompañando a sus padres en changas, y sabe que esos niños tendrán pocas herramientas para enfrentar la vida en el siglo XXI, que exige mucha más capacitación que la de la etapa anterior.
Pero nadie encuentra soluciones efectivas para mejorar su situación, por más que el marco legal exista, y todos estemos de acuerdo en el «interés superior del niño», que nunca se cumple. Es por eso que el concejal de la UCR Daniel Núñez está proponiendo crear un programa de operadores familiares en el área de niñez.
En la 99.9, el propio edil explicó de qué se trata, y señaló además que sería una readaptación de una herramienta que hoy está vigente: «el programa de operadores de calle comenzó en 2017, creado por el gobierno de María Eugenia Vidal y cada municipio lo ejecutaba de distinta forma. Desde hace dos o tres años, el programa tiene una especificidad de trabajar situaciones con chicos y chicas de extrema vulnerabilidad cuando el sistema no encuentra respuesta alguna. Lo hacen con operadores que trabajan cuerpo a cuerpo con chicos que se fueron de su casa o tienen problema con la ley penal».
El proyecto apunta a que tales acciones se implementen concretamente desde el municipio con una estabilidad que permita que tengan continuidad y no dependan de contrataciones del momento. Por eso Núñez dice: «queremos darle una vuelta de rosca. Pretendemos que lo tome decididamente el municipio y con personal que tenga un grado de capacitación mayor. Además de que sean personas de planta, y no contratadas como pasaba antes».
Para ejemplificar, el concejal citó el reciente caso del crimen de Martín Mora Negretti: «desconozco si los chicos habían pasado por lo que conocemos como el sistema, pero escuché al fiscal decir que estos chicos están en el secundario y no saben leer ni escribir. Hay una falla del colegio, seguramente estos chicos pasaron por el sistema de salud y lo que nosotros advertimos es que hay un montón de sectores que podrían haber hecho algo más en forma más temprana. Muchas veces no lo hacen, porque el sistema se desinteresa o cree que el problema es de otro»”.
La hipocresía
Su experiencia trabajando desde adentro del área de niñez también le ha servido para corroborar cómo funcionan los diferentes estamentos que deberían estar articulados: «lo que vi en estos años es que hay mucha hipocresía en el sistema de niñez: en Mar del Plata, la Dirección de Niñez es de las más grandes de la provincia y además es fuerte, porque todo el personal pertenece al municipio. El problema es que, cuando hablamos de sistema, también hablamos de la justicia, de la escuela, de salud y demás. En general esos efectores se van corriendo».
El punto de partida es indudable: Núñez tiene la convicción de que es imprescindible hacer algo, y que los actores del sistema no pueden continuar actuando como si este sujeto no fuera en destinatario de sus tareas. Es urgente trabajar en el abordaje de las situaciones más problemáticas con certezas, sea cual fuera el final de la historia. Agrega: «trabajamos con la voluntad de los chicos. Falla el primer grado de responsabilidad, que es la familia porque nosotros tomábamos una medida de abrigo y resultaba que la familia era parte del problema porque había cuestiones de consumo». Imaginemos por un momento que este pequeño que ha nacido en una familia consumidora de sustancias va a una escuela, y quizá asiste de forma discontinuada, quizá no lleva a cabo los aprendizajes previstos; pero sus docentes recurren a los padres y enfrentan un conflicto dentro de la escuela. ¿Qué hará entonces la maestra de primer grado?
El sistema educativo de la provincia no parece estar preparado para enfrentar tales desafíos. De hecho los consejeros aún no han podido ponerse de acuerdo en cuestiones bastante sencillas como que en las escuelas haya vidrios, agua, inodoros y calefacción. Sólo eso.
Recordemos que aún no han podido acordar con los vecinos del barrio Fortunato de la Plaza, quienes reclaman que se construya un edificio escolar en los terrenos de la zona que fueron donados por los fundadores de la ciudad con ese fin. La realidad indica que hay varios edificios educativos creados que no cuentan con edifico propio y alquilan uno de manera precaria.
Recientemente, los vecinos asistieron a una reunión en el Consejo Escolar para ver qué ocurría. Explicaban: «fue una sesión impresentable, hubo amenazas desde un principio. Cuando ingresan Natalia Russo y Eva Fernández, ven que estamos nosotras, toman el teléfono y llamaron a la gente del MTE. A los 15 minutos teníamos 26 personas del MTE para intentar amedrentar a las tres personas mayores que estábamos sentadas ahí». ¿Es posible? La vecina Verónica Martínez explicaba: «es la primera vez que participo de una sesión en el Consejo Escolar y pensaba que allí hablaban de educación».
Lo cierto es que el resto de los consejeros escolares prácticamente no pueden tener participación y eso lo notaron en plena sesión: «es como una camarilla entre Russo y Eva Fernández, incluso no me parece una persona apta para estar en un lugar donde la educación debe tener prioridad y no una campaña política permanente contra sus propios colegas en el Consejo Escolar».