Capacidad de respuesta

Pandemia Covid-19 | Cuando el mundo entero ya estaba en alarma por la dispersión de la enfermedad, los vuelos internacionales seguían llegando a Ezeiza sin más control que una planilla. El virus parece imparable. ¿Cómo hicieron los que sí saben?

Por más que los funcionarios nacionales pasaron todo el mes de febrero diciendo que era casi imposible que sucediera, el coronavirus llegó. Obviamente importado, el Covid-19 ingresó a la Argentina por Ezeiza. Había una posibilidad que entrara por algún aeropuerto del interior, pero era una chance remota. No era un secreto de Estado, ni tampoco la conclusión de un experto: cualquiera hubiera concluido que ese aeropuerto sería el punto flaco. Pero fue imposible tomar una medida a tiempo.

El virus ingresó por dónde se presumía que iba a llegar, porque desde que apareció la enfermedad, el aeropuerto internacional más importante de la Argentina tuvo vía libre para convertirse en la puerta de acceso. El lugar crítico quedó fuera del alcance de las cámaras de la prensa y de las medidas políticas, hasta que el daño ya estuvo hecho.

Aunque alguno podría pensar que no había manera de evitarlo, las cifras internacionales muestran que sí la había. Oficialmente, el coronavirus llegó a Vietnam a finales de enero, y sin embargo, ese país no ha registrado ni una muerte. Lo contagios también están controlados, pues solamente 194 personas han sido diagnosticadas con la enfermedad, pese a la cercanía con China, donde se originó este mal.

La Organización Mundial de Salud destaca tres elementos que permitieron que la administración vietnamita pudiera evitar la mortalidad causada por este virus: la inversión previa a la llegada de la pandemia, un sistema de emergencia que daba respuesta inmediata a cualquier posible contagio, y un liderazgo que fue respetado por la población. Es decir que las personas confiaban en las autoridades, y en las rápidas medidas que ellas les indicaron.

Desde que se dieron las primeras infecciones en China, el gobierno de Vietnam aplicó una serie de protocolos que permitieron la evaluación de los riesgos. También creó un comité especial que implementó un plan de acción previo al brote. Ante los primeros seis casos de portadores de Covid-19, el gobierno de Vietnam cerró los aeropuertos desde las zonas más afectadas de China, impuso la cuarentena y cerró las escuelas de todo el país.

Inmediatamente después, el Estado vietnamita se dedicó a buscar a las personas que habían estado en contacto con los contagiados, a fin de que fueran puestos en cuarentena. Con ese fin, rápidamente se creó una aplicación para facilitar su rastreo. Fueron sumamente eficientes, y son modelo en el mundo entero, por oportunos y por disciplinados.

El dinero

El gasto público en sanidad en Vietnam creció 807,6 millones en 2016, es decir un 19,54%, hasta 4.882,2 millones de euros, con lo que representó el 8,95% del gasto público total. Esta cifra supone que el gasto público en sanidad en 2016 alcanzó el 2,68% del PIB, que si bien implica una subida 0,32 puntos respecto a 2015, en que había sido un 2,36% del PIB, sigue siendo bajo. ¿Cómo hicieron? Tomaron medidas para que la dispersión de la enfermedad no los obligara a necesitar mucho más dinero del que efectivamente tenían.

En Argentina sabemos que el gasto público en salud disminuyó en 2016 más de un 28%, es decir que supuso una caía de 1.2 puntos respecto del año anterior, ya que en 2015 el presupuesto en salud había representado un 6,82% del PBI y ahora descendería al 5,62%. La cuestión es qué es lo que hemos podido hacer con eso que tenemos.

Argentina descendió en la escala que ordena a los países según el porcentaje del total que destinan a la salud, desde el puesto 16 al 19. Pero si se compara lo destinado con el total del presupuesto gubernamental, la Argentina se encuentra en el puesto 50 de casi 200 países. De todas maneras, contamos con bastantes más recursos que los eficientes asiáticos.

Aquí, los funcionarios del ministerio pasaron el tiempo diciendo que los preocupaba mucho más el dengue que el coronavirus, cuando la enfermedad ya venía en viaje, pero tampoco fumigaron para matar los mosquitos.

La cuestión es que el 3 de marzo se conoció el primer caso en la ciudad de Buenos Aires, y sólo un mes después, el aeropuerto internacional está prácticamente paralizado. Sólo aterrizan un puñado de vuelos por día, pero los procedimientos para recibir a los viajeros que llegan desde zonas de alto contagio podrían ser aún ineficientes para evitar la propagación de la enfermedad.

Para empezar, los protocolos no son unánimes: algunas provincias siguen tomando medidas de manera independiente, y se convierten en un foco de riesgo para las demás. Como siempre, somos indisciplinados.

El día de la confirmación del primer caso, todos comenzamos a mirar a Ezeiza y a preguntar con cierta inquietud qué pensaban hacer. Muchos viajeros eran entrevistados por los noticieros cuando se subían a taxis o remises, aun con la declaración jurada en la mano porque no encontraban donde dejarla. Muchos decían que no había problema, porque se sentían bien o porque no habían conocido a ningún enfermo.

Pero ese 3 de marzo, España ya iba por el día 32 desde el inicio del brote y había 165 afectados. Italia, con 33 días desde el caso uno, contaba 2502 infectados. El coronavirus ya no venía de la lejana ciudad China llamada Wuhan, pero con eso no alcanzaba: es verdad, ni siquiera tenemos vuelos directos con China.

Sin embargo, varios aviones diarios aterrizaban desde Roma y Madrid, y los traían las empresas Alitalia, Aerolíneas Argentinas, Iberia, Level y Air Europa: líneas aéreas que sabían perfectamente lo que estaban haciendo. Pero los argentinos seguíamos diciendo que la China estaba lejos y que la enfermedad no estaba dentro de nuestras preocupaciones.

A esa altura, Ezeiza era el lugar a cuidar, pero no lo cuidaron. Desde fines de febrero, o al menos desde ese 3 de marzo, debió imponerse un control estricto sobre todos aquellos que llegaban de Europa y que llenaban una planilla que ni siquiera les era requerida.

Entremezclados

Todo parece indicar que el 12 de marzo, cuando se tomaron las primeras medidas de restricción de los servicios provenientes de China, Corea del Sur, Japón, Irán, Europa y Estados Unidos, ya era bastante tarde, sobre todo a la luz de la cantidad inmanejable de contagios que está haciendo arder el país del norte. Tomando en cuenta un proceso de incubación entre 14 y 27 días, todavía no sabemos cuántos contagiados de Estados Unidos podemos haber importado. Recién el 19 se estableció la cuarentena y se prohibieron los vuelos de manera tajante.

Basta con decir que los protocolos jamás se unificaron. Aquel día previo al inicio de la cuarentena, llegaron 4779 argentinos en 27 vuelos desde Brasil, Chile y Colombia. Al día siguiente se sumaron 2931 ingresos que provenían de Lima, San Pablo, Río de Janeiro, Santiago, Miami y Panamá. Muchas de estas personas habían hecho escalas en distintas ciudades del mundo. Pero hubo que esperar un día más para ver la jornada de mayor circulación: el 21 de marzo. Otras 7921 personas llegaron de países de Europa, Asia, África y América, fueran o no lugares de alto riesgo de contagio. Unos 46 aviones aterrizaron sólo en Ezeiza.

El 24 de marzo lograron organizarse para tomar la temperatura a quienes llegaban al país: los supermercadistas chinos lo habían logrado en menos tiempo. Una vez en el hall central, los pasajeros se juntaban todos otra vez y usaban los mismos baños. Por supuesto que había muchísimos contagiados que aún no tenían fiebre, que salían de allí en remises, o en los colectivos que retiran pasajeros de Ezeiza, y —sin embargo— un día después parecían imposibles de localizar. Cualquiera sabe que no se puede comprar un billete en la empresa Tienda León sin DNI y pasaje de avión, pero de pronto los medios decían que estaban “tratando de ubicar” a los que se habían subido al micro con los que después enfermaron. Encontrar esa lista sólo puede implicar leer un documento grabado en el sistema de la empresa.

Todos estos sucesos se llevaron a cabo apenas un mes después de que el ministro de Salud, Ginés González García, declaró que en el país había “capacidad de respuesta” en caso de que llegara el virus, aunque consideraba que era poco probable.

Decía que le preocupaba más la prevención contra el dengue, y se reunía con Horacio Rodríguez Larreta para aunar criterios respecto de la prevención de la enfermedad, que se propaga a través de un mosquito. El Ministro Ginés decía el 5 de febrero: “hay una muy baja probabilidad de que llegue al país el coronavirus. Es un virus circunscripto a China, que hizo cosas excepcionales, como tener en cuarentena a 50 millones de personas“. Y agregó: “La gente no debe alarmarse. En el país hay capacidad de respuesta y de identificar el virus si aparece un caso. Hay mucha noticia falsa sobre el tema”.

Decía que Argentina era un país muy distante de China. Que si —por casualidad— alguien venía de China, pasaría primero por otro aeropuerto, que también tendría sus controles. Que estábamos en verano, y que era una estación donde los virus no se transmitían con tanta facilidad. Que esto era cosa del gigante asiático, y que se estaba haciendo todo lo necesario para controlar la epidemia. Para él, en 30 o 40 días la situación comenzaba a normalizarse. Y la pegó: los chinos están más que bien. Nosotros, ni pregunten.