Con el cetro y la corona

Caso Aldrey | Bajaron otro cartel del shopping, y Pulti declara a favor del concesionario. El mismo intendente que le permitió quedarse con la escultura de Botero, lo defiende ahora de la justicia. Como si Aldrey fuera el dueño de un simple balneario.

Mientras ningún medio de prensa se hace eco de que la justicia ordenó sacar los carteles que inmortalizan el nombre del galaico empresario millonario -porque nadie quiere quedar ligado al nombre del poderoso ni a favor ni en contra-, el único que sale en su heroica defensa es Pulti. No sabemos si motu propio o movido por algún pequeño empujón que lo obligue a devolver favores del pasado y promesas de futuro, pero lo cierto es que Gustavo Arnaldo se presentó ante escribano público a prestar la declaración que no le solicitaba la justicia.

Dijo que lo hacía con el propósito de apoyar las inversiones generadoras de trabajo, y porque se lo habían pedido los abogados del empresario, ya que la discusión le resultaba de interés público. Afirmó que el famoso pliego licitatorio que diera lugar a la concesión fue aprobado por el Concejo Deliberante, y que allí se establece que el concesionario debe devolver al edificio ya existente su autenticidad edilicia, además de construir otro edificio dedicado a la explotación comercial. Dice Pulti que esos documentos indican que lo único que tiene que llamarse Estación Terminal Sur es el edifico histórico “una vez que se le devolviera la autenticidad originaria”.

Para comenzar, y sin ánimo de ofender semejante inversión de cemento, hay que ser un memorioso para pararse en el interior de ese edificio que llaman histórico y recordar lo que fue. Fueron muy hábiles en la conservación de la fachada, y nada más. Pero el exintendente intenta decir que el concesionario puede ponerle el nombre que quiere, igual que cualquier concesionario de balneario.

Habría que explicarle a Pulti que un edificio declarado patrimonio histórico y un balneario no son lo mismo. Que la vieja terminal no se reconoce más que en la cúpula en su vista exterior. Que el cartel de neón no combina. Y para colmo de males, que ese costadito que reservaron entre el mega shopping y  la escultura de Botero robada al municipio, sólo abre de jueves a domingo de 14 a 18. Es decir que para ingresar a la parte pretendidamente histórica, hay que ser un empecinado.

Oreja mojada

Todo empeora, porque ahora el gobierno municipal bajó otro de los carteles que identifican como Paseo Aldrey a la Vieja Estación Terminal Sur, tarea que se había iniciado días atrás. La idea del intendente Carlos Arroyo es cumplir con la manda judicial que obliga a retirar los carteles del Paseo Aldrey en la Vieja Estación. Con un trabajo coordinado de distintas áreas se procedió a desmontar la marquesina, sin oposición de los trabajadores del Paseo.

Pero podemos pensar que los avances de la justicia sobre el imperio impropio no van a terminar aquí, porque desde el 2 de noviembre de 2015, la escultura “Mujer Reclinada”, de Fernando Botero, está en el patio del Paseo Estación Terminal Sur. Los visitantes se retratan con la obra de arte ubicada en la plaza cívica, espacio que funciona “como una especie de conexión entre lo nuevo y lo histórico del sitio donde hace unos años funcionaba la terminal de ómnibus”. Pero, ¿cómo es que la costosa obra llegó allí?

Resulta que durante 2015 se aprobó una ordenanza que daba forma legal al acuerdo establecido entre la municipalidad del Partido de General Pueyrredon y la empresa Editorial La Capital SA, por el cual, tras la presentación de los valores del artista Fernando Botero, “el municipio expresa su intención de aceptar la donación de una de sus obras”. Y establece además que el patrocinante Florencio Aldrey Iglesias la ofrece para ser emplazada en el espacio público llamado Plaza del Milenio, es decir el que se encuentra comprendido entre las calles Moreno, Belgrano, Buenos Aires y el Boulevard Patricio Peralta Ramos.

Pero Aldrey Iglesias la donó y se la quedó en su negocio. Es decir que “los beneficios para la promoción cultural, turística y social de la ciudad” que expresa el documento, se los quedó él, porque la obra no ha ingresado al patrimonio municipal.

“Queda aclarado que el beneficiario de la donación es el Municipio”, reza el acuerdo, por lo cual esta municipalidad se comprometió a “entregar toda la documentación necesaria para favorecer su importación definitiva y despacho de aduana”; es decir que esta obra llegaba con todas las facilidades y no pagaba los mismos impuestos porque era un regalo. Firmó el exintendente Pulti, y la ordenanza subsiguiente se registró en noviembre de 2013 bajo el número 0-15 884. Por eso lo defiende.

La obra tiene más de tres metros de largo, y fue instalada allí gracias a la donación del diario La Capital, que se la regaló a sí mismo, porque está en el paseo del dueño. En el país sólo existe otro trabajo de Botero, “Torso Masculino”, instalado en el Parque Thays de la ciudad autónoma de Buenos Aires. Por tratarse de un autor contemporáneo, la importación de sus obras se encontraría normada por  la Ley de importación y exportación de obras de arte, la 24.633, con muchísimos requisitos y trámites que se simplifican notoriamente cuando se trata de una donación, además de que se puede solicitar una merma en el 50% de la carga impositiva.

Sin cartel

Esta semana habló al respecto el secretario de Gobierno, Alejandro Vicente, y ante el micrófono de la 99.9 expuso que quitar el cartel era una acción que daba continuidad a lo que había pasado días atrás: “se trata de un intento para que un predio público y un inmueble concesionado que tiene una historia detrás pueda ser conocido por la denominación que corresponda. Además, la empresa concesionaria debe cumplir las pautas contractuales que rigen el vínculo. Hemos hecho todos los actos administrativos previos para que ese sector se denomine Vieja Estación Terminal Sur”.

Estas acciones comenzaron cuando el intendente de la ciudad requirió un informe sobre la unidad licitada, y de la utilización del nombre de fantasía Paseo Aldrey Cultural y Comercial, que no se correspondía con la denominación prevista desde la presentación de la iniciativa privada de la firma Emprendimientos Terminal S.A., hasta la adjudicación del uso y explotación de la unidad fiscal llamada Centro Cultural Estación Terminal Sur. Como resultado del estudio, se aclaró que ni en las ordenanzas 20.657 y 20.916, ni en los decretos  311/12 y 1824/12, ni en el contrato de concesión del 2012 se aluden a más de una unidad fiscal, ni tampoco contemplan la división en una zona cultural y otra zona comercial con tratamiento particularizado, es decir con otro nombre. Ninguno de esos documentos autoriza el uso de un nombre de fantasía para la explotación de algún sector en particular.

Hubo un primer operativo municipal en el Centro Cultural Estación Terminal Sur que pretendía obligar a Aldrey a establecer la verdadera denominación que tiene el predio por ordenanza, y no el suyo propio. Pero el dueño movilizó a sus empleados de seguridad, y los hizo rodear los lugares donde estaban los dichosos carteles. El personal labró un acta de inspección, pero se quiso evitar mayores inconvenientes y molestar a la actividad comercial de la zona. Sin embargo, dejó en claro que la empresa concesionaria -Emprendimientos Terminal SA- estaba desoyendo varias resoluciones administrativas.

Aldrey solicitó una medida cautelar, y dijo desconocer el decreto que restablecía el nombre. por no haber sido notificado oportunamente. Además, presentó ante la justicia en lo contencioso administrativo un análisis en el que enarbolaba su derecho a la libertad, al uso del nombre, a la identidad, y a la igualdad ante la ley. Reclamaba su derecho a ponerle el nombre que quisiera al shopping, igual que el verdulero.

Pero el juez fue claro. Dijo que el eje es la distinción entre una zona cultural y otra comercial, en el inmueble que constituye el objeto del contrato de concesión. Es decir, establecer si el nombre de Centro Cultural Estación Terminal Sur sólo estaba destinado al área cultural -es decir el edifico histórico- o alcanzaba a todo el lugar. Y dice que los documentos que tiene a la mano “impiden verificar -al menos por ahora- la divisibilidad de las obras que integran el predio en relación a la denominación Centro Cultural Estación Terminal Sur“. Es decir que debe ser una sola pieza. Tampoco le acepta que haya una violación a la garantía de igualdad, ya que el escrito pretendía comparar el edificio con otras unidades fiscales -playas, por ejemplo- que utilizan nombres de fantasía. El magistrado responde que lo que habría que comparar son los contratos, lo que no se ha hecho. No puede reclamar idénticas condiciones en procesos licitatorios marcados por bases diferentes.

En cuanto al derecho a la libertad invocado, el juez le dijo a Aldrey que no hay un artículo de la Constitución que otorgue a los ciudadanos el derecho de hacer algo distinto de lo que se ha firmado en un contrato con el Estado; sería como reclamar un derecho a la libertad de incumplir con lo firmado.

Es decir que el juez no puede brindar la protección pedida porque los argumentos no tienen la suficiente verosimilitud. Y la verosimilitud en el derecho es el primer requisito que debe tenerse en consideración. Por lo tanto, hay que sacar los carteles y basta de shopping Aldrey con un Botero en el patio, que en cualquier momento también termina identificándose como “un Florencio”.