Las escuelas públicas del distrito están en estado de completa catástrofe, muchas de ellas con las clases suspendidas. El Consejo Escolar hará una presentación ante el HCD, para explicar en qué se invierte un dinero que no luce. Para la municipalidad, mantener escuelas es un gasto y no una inversión: ellos desvían el dinero del Fondo de Financiamiento Educativo a cosas “más importantes”.
En esta coyuntura extrema, las opiniones se cruzan con la experiencia. Los acérrimos defensores de la escuela pública saben que enviar a sus hijos allí sería privarlos de todo: de calefacción, seguridad, de aprender en un ambiente mínimamente cómodo, con una silla sana y un vaso de té caliente. Las ventanas de las escuelas del Estado no tienen vidrios hasta que los padres de la cooperadora no se organicen para reponer roturas o faltantes, y los baños están tapados o clausurados, además de helados y sucios.
Es muy difícil sostener esta defensa cuando se tiene que dejar a los hijos en este escenario de la catástrofe. Por eso, muchas familias de clase media extreman sus posibilidades de llevar a sus hijos a escuelas privadas, aun en contra de lo que desearían. Simplemente para que puedan acceder a un mínimo de dignidad.
Para otros, aquellos que pueden opinar desde un despacho, las cosas van bien. Porque son adultos que trabajan en oficinas calefaccionadas, y tienen baños relucientes, porque en sus instituciones hay lavandina y detergente. Y porque si ahondamos en su ideología, descubriremos que en el fondo creen que los chicos más pobres pueden estudiar así, como si estuvieran acostumbrados a la adversidad, y al fin y al cabo, para qué entonces ocuparse más, si después seguro que lo rompen.
Los calefactores escolares se rompen porque son de mala calidad y sin mantenimiento, no están preparados para un uso intenso. Los muebles son de chapa fina o de fibrofácil, no ya de madera y fundición. Por eso se rompen, de puro ordinarios, como se romperían en cualquier casa en la que no hubiera semejante cantidad de chicos.
Trabajar o acudir a una escuela pública en el distrito de General Pueyrredon no es sólo un trabajo sacrificado, es una afrenta a la dignidad humana y hace pensar que uno está en un país asediado por el desprecio hacia la humanidad.
La Escuela 78 permanece sin gas, y sus docentes han estado cumpliendo el horario de trabajo sentados en otras escuelas, viendo pasar el tiempo; los alumnos, obviamente, están en sus casas. La Escuela Secundaria 41 permanece dando clases en un sistema de rotación, por el que los alumnos asisten dos veces por semana, ya que deben compartir las aulas utilizables con la primaria 14. En su edificio la losa comenzó a fisurarse a principios del año pasado, y por más que la arquitecta de Infraestructura Escolar juró y perjuró que los arreglos se harían durante el mes de enero, se están haciendo ahora. Claro que, a pesar de que la obra ya fue contratada a través de una licitación, la mitad de la secundaria ha pasado a horario nocturno: alumnos y docentes han debido aceptar de prepo unas tareas de riesgo en un barrio con altos niveles de inseguridad, gracias a la ineficiencia del Estado.
Pero a pesar de todo, de que consiguieron la plata y licitaron, y atravesaron todas las etapas burocráticas, la solución tampoco está a la vuelta de la esquina: la cuadrilla de trabajo asiste salteado, a veces después de las 9 y media de la mañana, bajo la excusa de que estaban “con otro trabajo”. De seguir así, los alumnos permanecerán sin clases indefinidamente, sin que a nadie parezca importarle la emergencia.
Sin salida
La representante de SUTEBA Mar del Plata, Graciela Ramundo, se refirió en entrevista en la 99.9, a las graves dificultades que afrontan las escuelas marplatenses en materia de infraestructura y también en otras áreas: “Hay problemas de falta de baños, algunos tapados o clausurados, falta de vidrios, levantamiento de parquet en los gimnasios. El problema del gas es muy grave y está todavía sin solución. Hay paredes y revoques caídos, de todo”. También destacó: “General Pueyrredón es el primer distrito en la línea de los que tienen mayores dificultades de infraestructura en la Provincia de Buenos Aires. La mayoría de las escuelas tienen problemas de filtraciones en los techos, que son graves porque generan paredes electrificadas, cortes de luz y demás. A veces llueve de tal manera que los alumnos no pueden estar en el aula”.
Llegar a una situación así a mediados de año, cuando se ha hablado de la cuestión desde finales del 2013, es prueba de la desidia de los gobernantes: “Hay una cuestión que tiene que ver con el Gobierno, que no está invirtiendo en obras de infraestructura. Tiene que ver con el Gobierno municipal, que recibe el dinero de Nación por el Fondo de Financiamiento Educativo; este año, 35 millones de pesos que van dirigidos a educación, ciencia y tecnología. El dinero sale de Nación, y la Provincia lo distribuye a las ciudades”, explicó Ramundo.
Mientras tanto, siguen empeorando los servicios de comedor: “Otro problema preocupante es la reducción en los servicios alimentarios escolares. Veníamos pidiendo un aumento en cantidad de cupos y en dinero por alumno, pero se hizo el aumento en dinero por acuerdo paritario y se redujeron en Mar del Plata 10.000 cupos”.
Sobre llovido…
El caso ocurrido en la Escuela Especial 506 es ejemplo de la inseguridad en la que se trabaja en las escuelas, y que viene a completar el panorama desolador para docentes y alumnos. Una banda identificada con los colores de Aldosivi ingresó a la escuela y golpeó gravemente a uno de los alumnos.
Habló la directora de la institución, Sandra Julien, también vicedirectora de la Escuela Especial 501 para discapacitados motrices. “Venimos reclamando desde el año pasado el levantamiento de un paredón que hay en el patio. Le saqué fotos cansada de reclamarlo, y el año pasado con la consejera Tramontana explicamos que generaba muchos problemas porque trabajamos con chicos particulares y estamos en un barrio particular también. Los chicos pueden hablar con la gente que pasa por las calles”, planteó inicialmente. Luego destacó: “lo pedimos desde el año pasado y nadie hizo nada. Hay que levantar tres filas de ladrillo de un paredón. Estuvimos a punto de perder un alumno: no falleció porque los maestros actuamos con sentido común ante la emergencia”.
La golpiza fue tal, que debieron trasladar al joven al hospital. “Pudimos llevar al alumno en tiempo y forma. Sufrió un traumatismo de cráneo, tuvo convulsiones, vómitos, todo lo que genera un traumatismo. En lo personal, pensé que perdía un alumno”, indicó Julien. Luego explicó cómo se desencadenaron los hechos: “La patota pasó por la vereda con la bolsita de Poxipol y alcohol, tuvieron un entredicho con nuestros chicos, rompieron un portón y se metieron. Son personas conocidas del barrio. Pensamos que al día siguiente tendríamos un albañil levantando la pared, pero no. Hoy recién se haría el llamado a licitación”.
La escuela, además, carece de calefacción: “Los alumnos con discapacidad motora no pueden estar con frío, porque lo sufren más. Hace dos meses que parte de los alumnos no puede venir a la escuela porque las combis no reciben las partidas presupuestarias para el combustible. Nos dicen que envían la plata, pero después, en el Consejo no hay nada”.
Los reclamos no son nuevos, pero las respuestas siguen sin aparecer: “lo estoy reclamando desde febrero al tema del combustible. Todo tiene que ver con la burocracia de este sistema. Tenemos otro vehículo que funciona con un sistema de débito automático para el combustible, mientras que la otra está con un sistema de cheques que tarda muchísimo”. Tampoco pueden limpiar la escuela como debieran por falta de materiales: “la Provincia nos da 120 pesos para hacer la limpieza. El sábado, a mi marido lo destino a hacer compras para el colegio, porque tenemos que ir buscando precios por aquí y por allá. Estamos haciendo malabares para darles una comida digna a los chicos”.
Por último, Julien reclamó por los problemas de inseguridad que aquejan a la zona: “Nuestra escuela está en una manzana de escuelas, y por eso pedimos una comisaría móvil. Nos dijeron que lo tenían que tratar en el Concejo Deliberante, que está ocupado en hacer otras cosas”.
Como respuesta a las declaraciones de Julien, la titular del Consejo Escolar de Mar del Plata, Claudia Píccolo, habló en la 99.9 y destacó: “Nosotros no podemos poner una comisaría móvil. Hasta anoche estuve tratando de comunicarme con Adrián Alveolite, pero no logro que me atienda el celular”.
En las próximas horas, integrantes del Consejo Escolar aprovecharán el Concejo Deliberante para hacer una presentación y dar a conocer esta situación: “Pedimos el recinto de sesiones del Concejo para hacer una presentación sobre la situación de recursos en general que tiene el Consejo Escolar. La gente debe saber qué hay y cómo se utiliza. Estaremos presentando un mapa con las situaciones de vandalismo y delito que están sucediendo en la ciudad”. En el informe del Consejo se habla de una matrícula del distrito de 95 571 alumnos, distribuidos en 209 edificios: una cantidad considerable. Por eso los números que parecen abultados, se diluyen cuando se dividen por la enorme matrícula. No olvidar que una escuela tiene 120 pesos para los productos de limpieza, que no alcanzan para una casa de familia.
Por supuesto que para el Consejo, los costos extra que son consecuencia de los actos de vandalismo son significativos, e inclinan la balanza de lo que nunca llega a ser suficiente. Hoy ascienden a $ 256. 387. Pero si los asaltos y agresiones no hubieran acontecido, tampoco alcanzaría el dinero.
Porque el problema no se agota en el dinero que sale de las partidas, el problema es lo que se hace con él. Si nuestros gobernantes continúan pensando que las cosas que importan son otras; si siguen actuando como si los pibes que están sentados en esos bancos ordinarios fueran gente de otra clase que no necesita ni siquiera lo más mínimo, la solución no llegará jamás. Haga la prueba. Vaya hasta la escuela más cercana. Vaya y vea.