Sociedades de fomento vacías y vecinos que piden un instrumento para la mejora de los barrios. Soluciones que no llegan y respuestas inadecuadas, porque no hay una escucha activa.
El interés de un grupo de vecinos por recuperar, para su funcionamiento, la sociedad de fomento del barrio Zacagnini —cuya sede está cerrada desde hace más de veinte años— puso en escena el deterioro conceptual de las «vecinales» hoy en día.
Semanas atrás, y apoyados en cadenas de WhatsApp y el fundamental «boca a boca», un nutrido grupo de vecinos se reunieron, redactaron un petitorio y juntaron firmas. Quieren que se reabra la sede, se elijan autoridades y se normalice la sociedad de fomento. Entienden que Zacagnini podría contar con mejores servicios municipales si funcionase una caja de resonancia institucional que aglutinase sus pedidos y gestionase las respuestas ante el estado comunal.
La movida llegó a oídos de la política y se dispararon las alertas. Desde Asuntos de la Comunidad buscaron mediar entre los vecinos y quien aparece como la persona a cargo de la sociedad de fomento, Mirta Pomilio, mientras que desde el Concejo Deliberante se presentó un pedido de informes para puntualizar, en los papeles, cómo está la vecinal frente a la comuna.
Aquellas «vecinales»
Décadas atrás, las sociedades de fomento habían tenido un rol importante en Mar del Plata, encausando el desarrollo de los barrios por intermedio de una noble actividad como es el fomentismo, que fue clave para la mejora de muchos barrios alejados del centro.
Zacagnini es una muestra de lo que ocurrió entre el final de los ‘70 y comienzo de los ‘80, con el retorno de la democracia. Las entidades vecinales, casi en exclusividad, fueron cooptadas desde la política para acercarse al vecino. Todos los partidos querían tener una pata barrial. Peronistas, radicales, socialistas, izquierdistas y hasta los desarrollistas bregaban por seducir al vecino desde el fomento del barrio, ya sea promover obras de asfalto, cloacas, plazoletas de juegos para los niños y otros temas que eran de la atención de los marplatenses de la época.
Por aquellos años, Osvaldo Lalanne y su esposa, Pomilio, fueron los mandamás de Zacagnini, consolidándose al frente de la misma y construyendo poder territorial para el peronismo.
En los años noventa, el sistema se robusteció durante la gestión del ex intendente Elio Aprile, porque comenzó a delegarse en las sociedades de fomento el cuidado de algunas zonas de Mar del Plata. Se promovió la compra de tractores para el corte de pasto de terrenos extensos o lugares públicos, que fueron cedidos en comodato a las sociedades de fomento. Para esa misión, la comuna también transfería fondos públicos que podrían usarse para la compra del combustible y el pago de horas laborales a quien hiciera el trabajo. Se fue configurando una «caja» tras la descentralización de una parte de los recursos hacia las sociedades de fomento, que tenía que ser controlado y auditado desde la Municipalidad. En parte, la misión del área de Asuntos de la Comunidad radica en ello.
Hoy, mucho de eso quedó atrás, tanto por el paso de los años como por el consecuente avance de las tecnologías y las formas de relacionarse entre los vecinos. Sin embargo, la gente advierte que la herramienta aún puede ser útil para impulsar mejoras en el lugar donde habita.
Buscando respuestas
Asuntos de la Comunidad es la dependencia municipal que tiene la tarea de articular el vínculo entre la gestión del Intendente de turno y las sociedades de fomento, y fundamentalmente debe poner el ojo en la rendición de cuentas de los convenios, porque el control jurídico de las vecinales no depende de la Municipalidad, sino de Dirección Provincial de Personas Jurídicas.
Andrea es vecina del barrio Zacagnini, vive a pocas cuadras de la entidad, y es una de las personas que convocó a la reunión de vecinos para reclamar hacia la Municipalidad que les permitan poner en valor la sociedad de fomento. Entrevistada por la FM 99.9, explicó que lo que todos buscan es lo obvio: «que la sociedad de fomento funcione y esté abierta para los vecinos, ese es el objetivo».
Al respecto, dijo que quieren «que haya actividades, impulsar los distintos servicios que ofrecen las áreas municipales por los barrios como los de salud o las castraciones y vacunaciones para mascotas», incluso hasta poder consensuar en pedidos de mejora o reclamos frente a situaciones de inseguridad, como ocurren. Es decir, lo que debe hacer el fomentismo en los tiempos que corren.
Desde Asuntos de la Comunidad recogieron el barrilete. Marcelo Sosa, subsecretario municipal, confirmó en los micrófonos de la FM 99.9 que «están las asambleas vencidas» y que ese es uno de los motivos por los que se acercaron para conversar con Pomilio, y en ocasión del tratamiento del Proyecto de Presupuesto Participativo le pidió «trabajar de manera mancomunada».
El funcionario, que también proviene de las entidades vecinalistas, dijo que desde su área están generando cambios y que los fomentistas tienen que entender que «tener las entidades cerradas no es el camino correcto». Es más, asegura que el intendente Guillermo Montenegro «exige la apertura de las vecinales porque ahí es donde los vecinos se pueden expresar y proponer los cambios que consideren necesarios. Las entidades son de los vecinos y para los vecinos», recalcó.
Paralelamente, en el concejo deliberante el concejal Gustavo Pujato, que también es vecino del barrio, presentó un pedido de informes. En el mismo, pretende que el Departamento Ejecutivo clarifique todo lo que sabe sobre la vecinal de Zacagnini, y a partir de entonces quede en claro que es lo que se puede reclamar ante la Dirección Provincial de Personas Jurídicas en pos del interés genuino de los vecinos por participar de la sociedad de fomento.
Materia pendiente
Tanto Sosa como Pujato conocen la realidad de la sociedad de fomento, al igual que Andrea y el resto de las personas que están en el barrio. Saben de los robos que sufrió la sede, la vandalización de la misma, pero también entiende que una de las formas de que eso no vuelva a ocurrir, es abriendo las puertas de la entidad a la participación de los vecinos.
Los barrios son la deuda pendiente de la gestión municipal. No por destinar presupuestos para obras se está escuchando al vecino. A veces ocurre que se realizan relevamientos técnicos sobre problemas que, para el que vive en el barrio, suelen ser secundarios o de tercer orden, pero se deja de atender lo que es primordial para la gente porque no se la escucha ni se toma contacto en el día a día.
Vienen las elecciones y los dispositivos de captación de votos estarán a la orden del día, ya sean locales como así también provinciales o nacionales. Lo que la política no debe perder de vista es que no todo es lo mismo: no aplican las mismas soluciones a diferentes problemas. Y, por sobre todas las cosas, no aplica la sonrisa dibujada en el rostro cuando la gente la está pasando mal y la necesidad es urgente.
Porque los barrios, que definitivamente son la materia pendiente de las diferentes esferas públicas de gestión, denotan que lo que suele fallar no es el direccionamiento de toneladas de asfalto para calles, sino la forma en la que se debe escuchar lo que el ciudadano de a pie. Es decir: empatizar con la gente.