Expectativas de cambio

Esta columna debería ser escrita el lunes, con el diario del domingo a la vista, ya que mucho de lo que definirá las listas y el ordenamiento político —al momento de escribir estas líneas— está en barbecho.

Sin embargo, los ejes centrales de lo que ocurre estaban ya a la vista desde hace tiempo. Podría parecer que no —a causa del intenso ruido mediático que provocan las constantes operaciones de prensa que se despliegan desde la TV porteña—, pero hace ya tres meses que Maximiliano Abad sabía que el camino pasaba por establecer un acuerdo político con Patricia Bullrich.

La razón es que un consultor de su confianza le dio números casi exactos de los resultados en las elecciones en Río Negro y Neuquén, sentando las bases de lo que había que analizar: los mismos números le daban una ventaja de ocho puntos a Bullrich sobre Rodríguez Larreta y de seis puntos entre ambos a Vidal y Manes. En esos mismos trabajos aparecía bien posicionado Javier Milei, que es lo que llevó a hablar de una lista única en la provincia para evitar los famosos «tres tercios» de los que tanto se ha hablado. El dato clave en esos estudios, es que, al quitar del escenario a María Eugenia Vidal y a Facundo Manes, los seis puntos de ambos se corrían, en razón de cinco a uno, favoreciendo a Bullrich y definiendo así la ecuación.

Puedo afirmar que nunca fue su idea, en cuanto a la acción política, ser integrante ni de la fórmula provincial, ni de la nacional. Eso sí: la designación de Luis Petri lo dejó, efectivamente, descolocado por algunas horas. Pero, finalmente, como en las artes marciales, usó la fuerza del otro a su favor cerrando un acuerdo en toda la provincia que es una cosecha de cargos como hace tiempo que la UCR no obtiene.

En cuanto a lo local —cerrado el tema del primer concejal, que dejó muy mal parado al intendente, quien tenía con su socio político, el líder de SUMAR, un compromiso ahora incumplido—, el tema ha sido coser y cantar: para sorpresa de muchos, Vilma Baragiola retornará al Concejo Deliberante.

Del otro lado —y sin «Bristol test»—, Rodolfo Iriart quedó fuera de juego. Su lamento de «proscripto» no conmueve a alma alguna. El acuerdo político —barnizado de «pragmático»— entre Fernanda Montoto Raverta y Gustavo Arnaldo Pulti buscará —en medio de la debacle del régimen— arrimar lo mejor posible, cuando menos, para mantener el número de concejales y darle al ex intendente la posibilidad de ser legislador provincial, lo cual implica el fin de lo que se conoció como el más exitoso experimento local de una fuerza no vinculada a los grandes agrupamientos políticos en un patético final.

No es menor la situación crítica de los seguidores locales de Javier Milei, quienes no le van a dar a la diana en estas elecciones. Es, por estas horas, un auténtico misterio si llega siquiera a presentar una lista en toda la provincia.

Nada está tan revuelto como le han querido hacer creer a la sociedad.