El robo del tractor

Una serie de denuncias involucran a funcionarios municipales como ejecutores de actos manipulación del vecinalismo. Apuntan a “vender” el apoyo a la policía municipal en la población de los barrios de la ciudad.  Ahora, encima, se robaron un tractor de los que usan para cortar el pasto. Capangas de ciudad.

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Parece un cuento popular, de esos que la gente del campo propicia para amenizar las noches de invierno. Pero es real, mal que nos pese. El denunciante ante la fiscalía es Ramón Eduardo Díaz, presidente de la Asociación de Fomento del barrio Félix U. Camet de esta ciudad, que viene a contar lo que le pasó, que tuvo por protagonista a su vicepresidente, Sergio Hugo Corral. Fue el pasado 13 de marzo.
Parece que el vice estaba en la vereda de la asociación de fomento, cuando vio la inconfundible camioneta de la municipalidad de General Pueyrredon, y se dispuso a prestar atención. De allí bajaron cuatro personas que acompañaban a Marcelo Fernández, el director local de Asuntos de la Comunidad. Entre esos acompañantes estaba Mariana Giovanini, que fue la encargada de decirle a Corral que allí nomás le tenía que entregar el tractorcito, ese que usan para desmalezar y cortar el pasto.
Por supuesto que Corral entendió que se trataba de un error, y se dirigió a Fernández para decirle que el tractor es propiedad de la asociación de fomento del barrio, no de la municipalidad, y que ellos tienen las boletas que respaldan de manera documental la adquisición del bien. Pero no hubo ninguna posibilidad de diálogo: Giovanini, que se desempeña como abogada en la Procuración municipal, le dijo que si no cumplía con entregar lo reclamado le iban a iniciar un juicio, y que nunca más recibirían lo establecido por el convenio con la municipalidad. En el grupo también estaba Gustavo Larrieu, quien resulta ser Agente Responsable del Cumplimiento de Convenios en Asuntos con la Comunidad, que también se sumó al reclamo: le exigían que entregara el tractor rojo Massey Ferguson tipo “frutero”.
Corral les respondió que el tractor estaba en el GADA 601, precisamente en el sector de talleres, ya que ellos habían adquirido el repuesto necesario para que fuera reparado, y así utilizarlo en el barrio para las tareas habituales.
En el GADA -refiere Corral-, el coronel a cargo dijo que “no quería  problemas allí dentro”, y así consta en la denuncia, por lo cual debían retirarse hacia la Asociación de Fomento a bordo del mismo vehículo en cuestión.
Ya en el camino, y dispuesto a aclarar las cosas, Corral solicitó pasar por su casa, ya que debía buscar algunos documentos y, según su denuncia, con sólo salir a la calle vio al conductor del tractor que venía hacia él, pero caminando: la historia que refirió es casi literaria. El tractor se lo había llevado Fernández, y de prepo. Para conducir comisionó a Martín, presidente de la asociación de fomento del barrio Aeroparque.
Corral no acreditaba lo ocurrido: no era eso en lo que habían quedado, sino que iban a hablar el tema en la sede de la asociación de Camet. Recordó entonces las palabras de la abogada Giovanini, cuando ni siquiera escuchaba que el tractor pertenecía al barrio: en unos días, una vez que estuviera arreglado el tema del convenio con Asuntos de la Comunidad, quizá pudiera volver a tener el tractor. Parece un secuestro mafioso.

Resignación

Claro que esto no es lo único que se dice de Fernández. Otros vecinalistas ya han denunciado su accionar en medio de la asamblea de asociaciones vecinales de fomento de General Pueyrredon. Se habla de una constante intromisión del funcionario: insta a sus componentes a incumplir los estatutos. Por ejemplo, acompañó una falsa exposición del presidente de la Federación de Asociaciones de Fomento, Rubén Calomarde, quien expuso el extravío de los libros de la institución, cuando en realidad se encuentran retenidos y en poder del vicepresidente Mario Caporaletti. Dicen que la intervención de Fernández en la asamblea -asumiendo un indebido carácter de veedor- es permanente, y por esa razón la denuncia se radicó ante la fiscalía general, por nota dirigida a Fernández Garello.
Por supuesto que tampoco esta no es la única denuncia: son más los vecinalistas hartos de la situación, y de ver cómo algunas caras salidas del túnel del tiempo vuelven a la carga después de haberse reciclado lo suficiente: recordará el lector a Larrieu como unos de los implicados en la vieja causa por la estafa de OAM. Y bien, libres de una, no pierden tiempo para comenzar la siguiente.
Uno de los que están hartos de estar hartos es Alberto Mayo, el vecinalista que ante los micrófonos de la emisora 99.9 dijo: “Estoy asqueado”. Y el asco  seguramente proviene de ver sucederse los manejos interminables de quienes aprovechan la ocasión para echar agua para su molino. El molino más a mano hoy es el gigantesco negocio de la policía municipal, que les va a representar todo el jugo que se le pueda sacar al dolor de la gente, a pesar del detalle de que sea rotundamente inconstitucional.
Mayo denunciaba que la Federación de vecinalistas está tomada por Rubén Calomarde, a quien caracteriza como el enviado de Pulti: “el intendente ha corrompido de tal forma el vecinalismo que no se puede creer”, afirmó; “el concejal Woollands se cansó de reclamar desde el vecinalismo, y ahora, desde que llegó a su lugar, acomodó a toda su familia y no hizo nunca nada”.
Mayo dice que el vecinalismo está tomado con ayuda del edecán y el monje negro. ¿Quiénes son? El edecán es Hugo Toso, vecinalista titular del barrio Juramento -y así lo llaman aun dentro de su propio grupo de pertenencia-, y el monje negro es Osvaldo Lalanne, del barrio Zacagnini: “operan desde las sombras y están destruyendo el vecinalismo”, agregó. Dice que a Toso le han prometido una concejalía a cambio de su obsecuencia, y que tiene la misión de organizar un almuerzo con los representantes de los barrios donde se firmará el acuerdo de apoyo para la policía municipal. Todo señor feudal, al fin y al cabo, debe comenzar por tener su propio ejército. El 25 de Mayo hicieron el gran locro pagado por los contribuyentes, y allí anunciaron el apoyo de los vecinalistas al proyecto del nuevo grupo de boy scouts adoctrinados, que de seguro serán los protagonistas del papelón del lustro.

El veedor

Pero lo interesante es la manera en que el director Fernández encuentra espacio para trabajar desde la ilegalidad, de tal manera que cree salir impune de todo, aun de la denuncia penal por robarse un tractor a plena luz del día, simplemente porque lo tendría arreglado para otro barrio más proclive a las tareas del oficialismo local. Es decir, uno que promete más votos por el “sí” en la consulta popular.
Dice Mayo respecto de Fernández: “el otro día hicieron una asamblea trucha en el barrio Bernardino Rivadavia convocada por Marcelo Fernández, quien auspició de veedor. Pero la asamblea es trucha porque los libros están retenidos y no se puede hacer una asamblea sin los libros. Fui y les dije que todo era trucho y que me parecía extraño que un abogado avalara eso, y me dijo que él sólo era el veedor, y no tenía opinión: una mentira”.  Se refiere a una de las citadas asambleas de vecinalistas, donde se supone que Fernández, más que de veedor, hace la suya para arengar como en un circo romano, y así ver cómo la sangre derramada en la ciudad sirve para trepar.
Quizá resulte cruel pensar que alguien está aprovechando la sangre derramada de la inseguridad en Mar del Plata para instalarse un kiosco, pero no hay otra opción que aceptarlo. “Lo más triste de todo esto es que se desmorona el vecinalismo”, dijo Mayo. “Hay gente que trabaja y es buenísima para Mar del Plata. Realmente estoy muy asqueado, y quiero darle fin a esto. La policía comunal no es más que un robo a los vecinos de la ciudad”.
Por lo menos, el negocio del tractorcito es innegable. El pastizal de Camet,  mientras tanto, será lo que ayudará una vez más al crecimiento sin límites de la inseguridad de un sector que se convierte rápidamente en una boca de lobo. Una mancha más para el enorme tigre.