Gato por liebre

Puerto de Mar del Plata | El océano entra en severo riesgo por la contaminación, y las especies comienzan a disminuir notoriamente. Los recursos de la corrupción se vuelven repetidos: mentir en la captura, mentir en la especie, mentir en los desperdicios arrojados.

“Antes ponías la mano en el agua y sacabas pescado”, dicen los pescadores de las familias fundadoras, “ahora cada vez hay que ir a buscarlo más lejos”. Mientras tanto, descargan un barco fresquero, de esos que traen la merluza en cajones con hielo. Antes salían con la vianda para el día y ahora tardan mucho en llenar la bodega y volver.

Es que en las últimas décadas, el stock de merluza disminuyó un 80%, cifra escalofriante que revela la escala de la depredación. Además, la pesca ya no está sostenida por ejemplares adultos sino por jóvenes, muchos de los cuales ni siquiera llegan a reproducirse una vez. El tradicional filete —aun cuando esté empanado— es mucho más chiquito que antes. La cuenta es básica: si se impide que se regenere el recurso, en algún momento va a entrar en crisis.

Los expertos responsabilizan a la depredación del ‘96, cuando los estupendos negociados trajeron plata dulce y se llevaron el recurso que ya no volvería a ser el mismo. Y los idóneos del oficio del fileteado dicen que la merluza hasta cambió de aspecto: es más flaca y más larga, porque —por más que se diga que hay controles— los peces que llegan son crías. “Lo nota un chico, no hace falta ser un biólogo para verlo”, dicen para explicar que la cantidad de juveniles es desproporcionada.

Un grupo de investigación del CONICET descubrió, mediante un relevamiento, que un 22% de los filetes de pescado que se comercializa en la costa bonaerense no es de la especie que figura en la etiqueta: “Muchas veces ocurre que el producto que se vende, es de menor valor que el que uno va a comprar”.

El dato llama la atención. Entonces, ¿qué estamos comiendo? El estudio realizado por el grupo de investigadores de Gabriela Delpiani reveló que, en la costa bonaerense, uno de cada 5 filetes de pescado que se comercializan no es de la especie que indica su etiqueta.

Peligro de muerte

El director del grupo de investigación es Juan Martín Díaz de Astarloa, Profesor del Departamento de Biología de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales e Investigador del CONICET, quien expuso en la 99.9 sobre el motivo por el que decidieron llevar adelante esta tarea: “queríamos hacer un monitoreo de las distintas pescaderías y lugares donde se comercializa pescado en todo Buenos Aires, para corroborar si lo que se vende es lo que es. Hemos encontrado que en muchos casos se vende un producto con un determinado nombre, pero no corresponde con esa especie”.

Generalmente, esta modificación responde a motivos comerciales y para lograr una ventaja económica: “Muchas veces ocurre que el producto que se vende es de menor precio que lo que uno va a comprar. Hay una especie de fraude comercial. Lamentablemente los argentinos no consumimos tanto pescado y, cuando lo vemos procesados, no podemos diferenciarlo”, aclaró Díaz de Astarloa. Tampoco Argentina ofrece un control eficiente sobre estas cuestiones, que sí opera en otros países.

Indica el especialista: “hay otra cuestión importante que no pasa por el precio, sino por las especies. El lomito de atún que, cuando aparece en filetes, no es de atún sino de tiburón, que además es una especie vulnerable, amenazada y hasta en peligro de extinción”. Define estas acciones como una especie de estafa con mala intención, que puede tener distintos impactos: “es una política comercial poco feliz. Aquí hay mala fe”, concluyó.

La cuestión es que la merluza hubbsi —­como se la conoce científicamente— tiene un sistema de reproducción particular: los machos y las hembras deben encontrarse y liberar sus productos sexuales en el agua, pero nunca llegan a tocarse. Ese poderoso erotismo termina confluyendo en una fecundación submarina es un misterio para los hombres, que tampoco pueden entender cabalmente qué factores ambientales influyen en la multiplicación de la especie.

El Instituto Nacional de Desarrollo Pesquero (INIDEP), que es el organismo oficial que debe estudiar la situación de los recursos pesqueros y hacer recomendaciones sobre el nivel de las capturas en nuestra plataforma continental, al menos sabe con certeza que los últimos dos reclutamientos (la cantidad de nuevos especímenes) no fueron buenos, y que la sobrepesca afecta la eficiencia reproductiva porque disminuye la concentración de peces que se aparean.

Microplásticos

Pero la sobrepesca y la captura de juveniles no son el único factor: la contaminación es el desencadenante fundamental. En la Argentina, más de 20 organizaciones ambientales solicitaron a las autoridades de las comisiones de salud, industria y recursos naturales de la Cámara de Diputados de la Nación el pronto tratamiento del proyecto de ley que prohíbe los productos cosméticos y de uso odontológico que contengan microplásticos, como una primera medida para frenar la contaminación de los océanos. Estos elementos artificiales se añaden intencionalmente en los productos y son liberados al medioambiente, ingresan a los ríos y cursos de agua y llegan al mar. Estas partículas tan chiquitas están ingresando a la cadena alimentaria y terminan en el organismo.

En Argentina un estudio de 2018 de la Universidad Nacional de La Plata y del CONICET detectó por primera vez microplásticos en el tubo digestivo de surubíes, sábalos, pejerreyes, carpas y otros peces en las costas del Río de la Plata. Los envases, bolsas o botellas de gaseosas que se degradan por acción del aire y del agua se fragmentan en pedazos menores a 5 milímetros, forman los microplásticos primarios.

Los plásticos de ese tamaño que son añadidos intencionalmente a diversos productos —como los cosméticos y de limpieza— representan los microplásticos secundarios. Constituyen un promedio de 0.95 millones de toneladas por año. Hay microplásticos en todas las matrices ambientales, en suelos y aguas superficiales y profundas. La ingestión de microplásticos por parte de organismos marinos representa un riesgo a la salud humana que recién está comenzando a estudiarse, dado que se acumulan e ingresan en la cadena alimentaria. Ya se han detectado en diversos mariscos y peces, pero también en alimentos y bebidas como sal, cerveza, miel y agua, entre otros.

Las crecientes cantidades de residuos plásticos vertidos en los océanos están generando una grave crisis ambiental y sanitaria. Más del 80% de la basura marina es de origen terrestre, es decir, resultado de residuos mal gestionados en tierra que son arrastrados por cursos de agua y ríos hacia los océanos. Se calcula que cada año se vierten a los mares y costas más de 9 millones de toneladas métricas de plásticos, especialmente de envases y embalajes de un solo uso. Cerca de 1 millón de toneladas serían microplásticos.

En este contexto, Argentina no debería quedarse atrás, debería actuar inmediatamente para formular políticas públicas que aborden esta problemática que cada día genera preocupación. Muchos países están avanzando en la prohibición de los usos de microplásticos en diferentes sectores industriales, tal como es el caso de la industria cosmética de las pastas dentales.

El rol fundamental correspondería a la Cámara de Diputados,en el debate y la sanción de una normativa que aborde la contaminación por residuos plásticos en los océanos, que altera ecosistemas marinos, y afecta no sólo a la fauna marina, sino también la salud de la población.

Pero aún antes de tomar estas medidas a largo plazo sabemos que si la merluza sigue en emergencia, es porque algo falla. ¿Y la zona de veda? ¿Y los controles a bordo y en el puerto? ¿Y el monitoreo satelital? ¿Y los dispositivos de selectividad? ¿Por qué no funcionan? ¿Será acaso que el inspector de pesca sube al barco con precio fijado como sugieren los dirigentes del SOMU?

“Los inspectores son ciegos, sordos y mudos. Se pesca hasta 40 y 50% más de lo permitido“, se escucha por ahí en un trascendido. “No hay un control efectivo. Los controles que funcionan son sorpresivos y rígidos; por eso queremos que se hagan abordajes. Si le dan a la Prefectura poder de policía y son tan duros como con los barcos extranjeros, el tema se terminó”, dicen los delegados de la pesca. Ellos saben que el pescado se agota, y perdemos todos.