Las orgas de izquierda fueron a la Justicia buscando meter presos a funcionarios y concejales. Lo único que lograron fue que les repitan otra vez que, el predio donde se va a instalar el bar especializado en variedades de gin, no es aquel en donde funcionó la ex Escuela de Suboficiales de Infantería de Marina ESIM.
Tanto hablar de la memoria, se confiaron. En vez de chequear bien los registros catastrales, se mandaron con todo a tratar de boicotear el proyecto que permitiría la instalación de un bar especializado en variedades de gin en la zona del faro, convencidos de que el lugar era parte del predio en donde funcionó la ex Escuela de Suboficiales de Infantería de Marina ESIM. Varias voces oficialistas —entre ellas, la más prominente, la del concejal Agustín Neme— trataron de advertirles de su error, y les dijeron que se estaban indignando por el terreno equivocado, pero ellos no escucharon. Ahora, la justicia desestimó la denuncia penal que presentaron en contra de todo el mundo, desde miembros del ejecutivo pasando por las autoridades de la sociedad de fomento —que es en realidad la que cede el uso del espacio, la ordenanza sólo la autoriza a hacerlo—, la empresa que va a poner el bar y llegando finalmente hasta los concejales. El argumento es sencillo: se trata de otro espacio. Fin de la historia.
La denuncia
Sabemos lo que les escuece a las orgas de izquierda todo lo que tenga que ver con la democracia: estos admiradores de Pol Pot no toleran ninguna acción política que no se ciña estrictamente con su manera de comprender el mundo. Tanto es así que, luego de un largo proceso en el que intervinieron todas las áreas municipales involucradas, se realizó un debate público de cara a toda la sociedad en el recinto del Honorable Concejo Deliberante y se sancionó una ordenanza que, como corresponde, refleja la decisión a la que arribó la mayoría de los representantes del pueblo marplatense, ellos decidieron ir a la Justicia a tratar de evitar que se avance con la instalación de un bar de gin en un predio cercano al Faro. Y tanto odio les da que, democráticamente, se decidan cosas con las que ellos no concuerdan, que tuvieron la pretensión de meter preso a todo el mundo: funcionarios municipales, autoridades vecinales, empresarios gastronómicos y hasta concejales. ¿Más autoritario? No, no se consigue.
Si bien el principio de Hanlon recomienda «Nunca atribuyas a la maldad lo que se explica adecuadamente por la estupidez», en este caso cuesta creer que realmente sean tan obtusos como para no entender que lo que los fiscales Juan Pablo Lódola y Carlos David Bruna se vieron obligados a poner en negro sobre blanco en el decisorio a través del cual desestiman esta denuncia:
«Con relación a lo expuesto por los denunciantes respecto a la indebida disposición que hace el Concejo Deliberante de un predio que se encuentra dentro del denominado “Faro de la Memoria” y que como unidad inescindible debe ser preservado y dedicado a esos efectos —sin perjuicio de lo manifestado en orden al espíritu y mérito que podría tener también la afectación del predio cuestionado—, lo cierto es que conforme se evidencia con la documental aportada por el Municipio y con la normativa vigente, el bien objeto de la Ordenanza nro. 26400, es un inmueble distinto, identificado catastralmente como Circunscripción IV Sección y Fracción I Parcela 1 Matrícula 239878, y no forma parte del predio aludido en la Ordenanza 15.095 que declara sitio histórico al espacio que ocupó la ex Escuela de Suboficiales de Infantería de Marina ESIM, y a su vez agregado en el Anexo 1 de la Ordenanza 10.075.
Cabe señalar que el denominado “Faro de la Memoria” se encuentra identificado catastralmente como Circunscripción IV, sección Y, fracción I, parcelas 4 y 5, y efectivamente es un lugar histórico nacional conforme Ley 27127, siendo que mediante la Ley 13836 se incorpora al patrimonio cultural de la Provincia de Buenos Aires».
El argumento es tan claro y simple, que cuesta aceptar que, en este caso, se esté ante una sencilla falta de entendimiento: es otro terreno. Así que, descartada la estupidez, sólo nos queda la malicia.
Cosificando
El espacio que hoy se denomina «Faro de la Memoria», y en el lugar que ocupó la ex ESIM, fue efectivamente utilizado como lugar de reclusión ilegal durante la última dictadura cívico militar en nuestro país. Y esto se dio, tal como lo demostró el trabajo del fiscal Julio César Strassera en denominado Juicio a las Juntas, en el marco de un plan sistemático llevado adelante en todo el país que, además de la privación ilegal de la libertad, involucró torturas, apropiación de niños y ejecuciones sumarias.
La incomprensible gravedad de estos hechos debería inspirarnos a todos un actitud de enorme respeto. Muy lejos de eso, las orgas de izquierda en nuestra ciudad decidieron utilizar estos gravísimos y dolorosos acontecimientos —normalmente simplificados, en una actitud claramente goebbeliana, bajo el término de «derechos humanos»— como un ariete ideológico. Esta actitud, ya de por sí deplorable, se agrava al comprender que, con sus protestas, intimidaciones y denuncias, lo único que podrían haber logrado era impedir la instalación de un bar. ¿Puede haber un tema más banal e irrelevante?
Lo triste, es lo efectivo que puede llegar a resultar este relato que pretende instalar la idea de que, todo aquello con lo que no están de acuerdo estas orgas de izquierda, es ofensivo a la memoria del país, que hasta gente de bien, como el concejal Horacio Taccone, termina envuelta en la inexistente polémica: su advertencia hacia los otros concejales en medio del debate, asegurando que «quienes voten por la afirmativa lo hacen con conocimiento y voluntad, sabiendo que están violando la ley, y no sólo están cometiendo un error sino que pueden cometer un delito» quedará como una triste nota al pie en una de las páginas más mediocres de la historia de esta extendida aldea.
Desestimados
Para tranquilidad de quienes no se intimidaron por los dichos de Taccone, y votaron lo que les dictaba su sentido común, la Justicia ya desestimó la denuncia penal con la que pretendieron torcer la voluntad del pueblo al ritmo de sus caprichos. Los argumentos de Lódola y Bruna son muy claros, y pueden resumirse de la siguiente manera: se trata de otro predio, todas las áreas municipales pertinentes intervinieron y dieron su visto bueno para el avance del expediente, se cumplimentaron todas las exigencias legales, y la cesión del predio está dentro de lo que marcan las normas y convenios vigentes.
Al respecto de la responsabilidad del ejecutivo y de los concejales, los fiscales dicen: «Si bien, lo expuesto hasta aquí bastaría para sellar la suerte adversa de la tipicidad de las conductas endilgadas (aspecto objetivo), desde el prisma subjetivo corresponde destacar que en los acontecimientos relatados por los accionantes no se evidencia una actitud dolosa en el sentido de querer incumplir la ley de manera intencional y deliberada como exige la figura penal prevista en el art. 248 del C.P., ya que como se observa de la documental aportada y la requerida por esta Fiscalía, existió un derrotero de acciones administrativas con multiplicidad de funcionarios y áreas intervinientes para finalmente concluir con la sanción de la norma cuestionada, por ende, dentro de la hipótesis expuesta por los denunciantes, se debería acreditar que todos los funcionarios de las distintas áreas y luego los Concejales que votaron por la afirmativa, se pusieron de acuerdo para incumplir la ley, extremo que no se encuentra acreditado ni siquiera en forma provisoria como lo exige la etapa procesal investigativa».
Los fiscales desestiman la denuncia penal porque no hubo delito alguno: por mucho que les pese a los admiradores de Pol Pot a los que les encanta usar los «derechos humanos» como ariete ideológico, que alguien piense distinto a ellos no viola ninguna ley. El predio cedido a la empresa que va a utilizarlo para construir allí un bar especializado en variedades de gin, por más que esté cerca, no es parte ni del denominado «Faro de la Memoria» ni del predio donde funcionó la ex ESIM.
Lo más triste es que ellos lo saben, y aún así utilizan la memoria los muertos para tratar de ganarse un miserable poroto en medio de una riña política de muy poca monta.