Manitas largas

A una empresa local le desaparecieron 35 millones de pesos de su cuenta, y el banco no se hace cargo. Se da en medio de una seguidilla de situaciones similares en las cuales, al final, era alguien desde adentro del banco quien había alargado la mano. ¿Será un caso más?

Vivimos en la era de las estafas bancarias. A medida que la población en general se bancariza y se amplía el uso de las billeteras virtuales, las estafas relacionadas con solicitudes de préstamos, transferencias y operaciones por medios digitales se multiplican. Todas las entidades financieras difunden información para evitar que sus clientes sean víctimas de este tipo de delitos, pero ¿qué hacer cuando la persona cuyo trabajo es cuidar nuestro dinero, es quien se nos vuelve en contra?

Bancarios mano larga

Apenas en las últimas semanas, los medios se han plagado de la cobertura de casos en los cuales los autores de las estafas son los propios empleados del banco. 27 clientes del Banco Nación fueron víctimas de un empleado que les tomó fotos de frente y de perfil, e hizo copias de sus documentos sin su consentimiento. Con esas herramientas, esta persona abría una cuenta en la aplicación BNA+, desde la cual, entre otras operaciones, sacaba préstamos que luego debían pagar sus víctimas. El dinero, entre otras cuentas, se lo transfería a su mujer. La mayoría de los perjudicados fueron jubilados de entre 69 y 80 años que cobraban la mínima. En otra muestra de bajeza difícil de creer, también se detectó la extracción de dinero de la cuenta de un cliente en fechas posteriores a su deceso. Sí, el tipo le robó hasta a los muertos. El caso se dio en la sucursal de San Pedro de la provincia de Jujuy.

En el Banco de la Provincia de Neuquén (BPN) se dio otro caso: un empleado utilizaba la computadora de su trabajo para robarle a los clientes. En esta ocasión, la modalidad era acceder a los datos financieros de las víctimas a través de la base de datos del banco y así realizar compras utilizando una cuenta ficticia a nombre de un casino on line. Cuando le allanaron la casa, descubrieron que esta persona también tenía en su posesión copias de los DNI de los clientes.

En Mar del Plata, hace pocos meses, diferentes clientes de la misma sucursal del Banco Provincia fueron víctimas de salideras por montos millonarios, en una sospechosa coincidencia que aún investiga la justicia.

Lisboa SA

El caso que nos ocupa aún está en investigación, pero ya llama la atención la falta de colaboración del banco en cuestión a la hora de determinar qué fue lo que sucedió el pasado 26 de julio cuando, de buenas a primeras, desaparecieron $35.000.000 de una cuenta bancaria perteneciente a la empresa Lisboa SA de nuestra ciudad. Lo que sostiene la entidad bancaria en cuestión, Santander, es que se está frente a un caso de defraudación informática, y que la modalidad que se utilizó en este caso fue el hackeo de la computadora personal de uno de los dueños de la firma. Sin embargo, ¿a nadie le resultó extraño que se hiciera una operación por semejante monto? ¿Tan fácil es robar 35 millones de pesos?

La historia no cierra por ningún lado ya que, ese mismo día, dos empleados distintos de la entidad bancaria se comunicaron con dos familiares de la persona que supuestamente fue hackeada para preguntarles si autorizaban la operación previa, el rescate de los fondos de inversión. Hablaron primero con su hermana, y luego con su padre. La respuesta que recibieron siempre fue la misma: que la operación NO estaba autorizada. Sin embargo, los millones desaparecieron igual.

La investigación

David Bruna es el fiscal a cargo de investigar los delitos económicos, y confirmó en una entrevista para la FM 99.9 esta información: «la denuncia fue presentada hace varios meses y está en investigación. Es una empresa importante en la ciudad que tuvo un fraude considerable. La firma misma se presentó como particular damnificado y está en el seguimiento de la causa. Nos llama la atención cómo se produjo la maniobra, pero está en investigación».

Según el fiscal, hay otra causa —que involucra a otra empresa, y a otro banco— en la cual se registró una operatoria idéntica: «tenemos otra denuncia más, no es el mismo banco y tampoco la misma firma. Ahí ocurrió algo muy similar. Son dos maniobras las que tenemos denunciadas, es el rescate fraudulento de fondos de inversión, pasa ese dinero a una cuenta y desde ahí, es hackeada y se va».

Aparentemente, la operatoria es la siguiente: Primero, se ordena el rescate de los fondos de inversión. Luego, parte de esos fondos son transferidos a una cuenta que ya había sido hackeada previamente —en este caso, la cuenta pertenece a una persona muy mayor, por lo que es verosímil que le hayan vulnerado la cuenta sin que el titular estuviera al tanto— y desde ahí, se hacen diversas transferencias a diferentes cuentas, en donde ya la justicia le pierde —al menos, inicialmente— el rastro al dinero. Para poder avanzar con la investigación, es necesario levantar el secreto financiero de los titulares de cada una de esas cuentas, lo que es un proceso largo y engorroso. Mientras tanto, el dinero puede haber sido transferido desde ahí a otras cuentas, o haber sido retirado. Eso es en lo que, actualmente, trabaja el fiscal.

Sin embargo, es importante entender que nada de esto se puede dar sin el primer paso, que es el rescate fraudulento de los fondos de inversión. En el caso de Lisboa SA, esa operatoria se realizó por el monto de $42.558.982,18. ¿Cómo se autorizó esa operación? ¿Quién la autorizó?

Llamadas perdidas

Por normativa del Banco Central de la República Argentina, todas las entidades financieras están obligadas a grabar en su totalidad todas las comunicaciones que mantienen con sus clientes. Sin embargo, cuando Lisboa SA se presentó ante la justicia para pedir que se investigara la operación fraudulenta, y se intimó a Santander a facilitar el registro de las llamadas en cuestión, la respuesta fue que se ven «imposibilitados a individualizar un contacto entrante por teléfono» y que «no se registran interacciones» con la persona supuestamente hackeada en el día en cuestión.

¿Qué es lo que oculta el banco? En primer lugar, se supone que todas las comunicaciones telefónicas con los clientes deben ser debidamente registradas. Pero, además, hablan de «contacto entrante», cuando está claro que, los que se pusieron en contacto con quienes deberían haber autorizado la operación, fueron los propios empleados del banco, por lo tanto, se trata de una comunicación saliente, no entrante.

La situación se vuelve aún más turbia cuando se suman los datos aportados en una reunión celebrada en la sede de la empresa perjudicada a la que asistieron varios empleados de jerarquía del banco Santander. En esa reunión, no sólo rectificaron que, efectivamente, todas las comunicaciones telefónicas con los clientes quedan grabadas por disposición del BCRA, sino que, además, aseguraron que ellos mismos habían escuchado las grabaciones que ahora la entidad asegura que no existen.

A esta altura de la investigación es imposible afirmar cuál fue la modalidad por la cual alguien logró hacer desaparecer de la cuenta bancaria de Lisboa SA esos 35 millones de pesos. En caso de que —como afirma el banco— se esté ante el hackeo de la computadora desde la cual operaba el dueño de la firma, seguramente el banco podrá dar detalles como el número de IP desde el cual se conectó, el momento exacto en que se hicieron ambas transferencias —una por 5 y otra por 30 millones— y otros detalles similares que permitan probar dicha hipótesis. Además, el fiscal ordenó pericias informáticas sobre el equipo desde el cual se hacían normalmente las operatorias con esa cuenta bancaria, pero aún no están los resultados. Por lo tanto, hasta ahora, no hay pruebas de que el primer paso haya sido el hackeo de la computadora del cliente.

De lo que sí hay registros —confirmados por un informe remitido por Telefónica de Argentina— es que las llamadas desde el banco a los teléfonos de la familia existieron, comunicaciones que ahora el banco dice que nunca se efectuaron, y de las cuales, supuestamente, no quedaron registros.

¿Por qué la entidad es tan reticente a la hora de brindarle a la justicia la información necesaria para esclarecer este caso?

A nosotros nos suena raro, ¿y a usted?